Ella o él. Elige.

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¡Hola! Vuelvo a escribir esta historia, espero que les guste:

Entrar a habitaciones agenas está mal, pero... esa habitación ya no es de nadie. Solo los recuerdos reinan ahí. Un aroma inconfundible que es capaz de hacer que me caiga al suelo. La culpa me exclaviza, por un trato que yo misma he hecho con ella. Todo es mi culpa. 

Abrir esa puerta ha sido una decisión muy dura. Condenarme a llorar, eso es lo único que provocará. 

Abrí la puerta para encontrarme la habitación impoluta, sin ningún rastro suyo, solo su leve aroma rondaba por ella, excepto un pequeño libro, el cual estaba en medio del escritorio. Seguro que era secreto, pero si estaba ahí puesto y no se lo había llevado es por que querría que alguien lo leyera. Igual yo no era esa persona, pero estaba desesperada por tocar algo suyo, estaba muy mal de la cabeza. 

Lo abrí y era un diario, un diario que empezaba por la vida humana y acababa por el día a día de una alma demoníaca. 

Cada página que leía solo me hacía sentir peor, él hablaba de mí, decía lo mucho que me quería, explicaba el proceso de enamoramiento que tuvo, todo estaba en papel y en tinta. Ahí estaba la prueba de que él si me quería, y que me amaba mucho. Mis ojos solo lloraban, lloraban negro, negro tan triste como la muerte misma, como un avismo sin fondo. 

"Lo siento tanto"

Luego leí sobre un acuerdo. ¿Un acuerdo? ¿Un trato? Si se trataba de eso, el soberano del infierno sería el único capaz de decirme o averiguar que tipo de acuerdo era el que ataba a Alastor, era lo menos que podía hacer por él. 

Salí de mi cuarentena, la que yo misma hice, y fuí a visitar a mi padre. Allí podría saber, y si algún día me lo volvía a encontrar, poder soportar su mirada de odio y rencor. Después de tanto tiempo... después de intentar deshacerse de muchos sentimientos... esta era la primera vez que se enamoraba de alguien tan profundamente y yo, por creer a una puta traidora mandé todo a la mierda. Ahora si que quería romper el cielo en pedazos. 

Toqué la puerta de su gran castillo y un mayordomo me la abrió, para darme paso después. 

-Buenos días alteza, pase, el rey la espera -dijo él. 

-Muchas gracias, puede retirarse, ya me sé el camino -dije firme, todavía estaba muy sensible. 

-Esta bien, me retiro princesa- dijo para irse y desaparecer.

Ande por el largo pasillo que tenía una alfombra roja terciopelada con bordes dorados. Todo el castillo era precioso, a decir verdad. Después abrí una puerta final para encontrarme a mi padre, sentado en su trono, con una sonrisa por haberle visitado. 

- ¡Manzanita! Que bien que has venido -dijo él levantándose y abriendo sus brazos en señal de acogida. 

- Hola padre -dijo yo firmemente.

-¿Qué pasa manzanita? -dijo él algo preocupado. 

-Verás esque... estos días han sido difíciles- dije yo

-Bueno, yo te traigo muy buenas noticias, pero para eso tendremos que bajar al sótano.

-¿Al sótano? Yo nunca he bajado ahí, lo tenía prohibido -dije algo extrañada. 

-Ya verás, no es nada malo, de hecho, es genial -dijo él. 

Los dos bajamos por unas escaleras de caracol de piedra, y la iluminación se iba haciendo menor. Parecía medieval, hasta que se abrieron unas puertas metálicas y se dejó ver un pasillo con dos mostradores, era como un pasillo con paredes de cristal, pero... No, no era cristal, era vidrio, y eran como celdas, eran mostradores, dentro había pecadores, y todos estaban atados en camillas, o los primeros que pude ver, por lo menos. El sótano solo estaba iluminado por unas luces rosas tirando a rojizas, al parecer también eran térmicas, por lo que daban calor al sótano también. 

En vida y en muerte (CHARLASTOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora