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La noche caía en su piel como velo de novia, enredándose como una corona de horas a sus delicados poros, el tono bronceado que aquel húmedo verano le había dejado, empalagaba sus ojos y ahogaba sus pulmones en sudor moreno.

Taeyong era hermoso. Hermoso en verdad.

Ahí, atado a sus brazos, lo vio, genuinamente lo vio.

Había cambiado el color de su cabello a uno oscuro que jugaba entre las faldas de sus finas pero largas pestañas, mismas que reposaban como arcoíris en el cierre de sus ojos. Sus labios conversaban un color rosa vivo tan parecido al de sus mejillas; y en ese lento pero pesado aire de aquella lejana playa en la que se escondieron, su respiración encontrando la suya, eran todo lo que cobraba vida esa madrugada.

Johnny lo vio fruncir un poco el cejo, seguramente estaba soñando o eso pensó hasta que sintió las uñas de Taeyong clavándose en su pecho. Se removió un poco sobre la delgada y perfumada sábana y entonces escuchó lo que no estaba ni cerca de ser un sueño.

—Taeyong.

El sudor, ya antes evaporado, volvió como corona sobre su frente, y la fuerza con la que sus ojos se cerraban, era como si él mismo buscase cortar su vista.

—Taeyong.

Johnny desenredó su brazo sutilmente y buscó depositar al menor sobre el colchón, la luna palideció en aquel gesto y buscó entre sus estrellas, la más cercana a ese lugar escondido donde una mente estaba siendo atestada.

Desnudo, con la sensación pegajosa en su piel por el aire arenoso que corría desde la ventana, la maraña de su cabello y el sabor de Taeyong aún en su boca, Johnny se levantó de la cama y buscó entre las pocas cosas que tenían consigo y vertió un poco de agua para su acompañante.

Volviendo a la cama, agradeciendo a las cortinas alzándose sobre su cabeza, jaló a Taeyong la fuerza de un solo brazo y lo acercó a él.

—Tae, despierta, despierta por favor.

Las lágrimas que se habían acumulado en silencio, brillaron de sucias y le dieron una imagen más clara de quién era este chico.

Entonces, despertó.

Taeyong sí despertó.

Johnny lo acercó un poco más y como pudo desde ese ángulo, lo acomodó para que bebiera del vaso que seguía cargando. El ambiente estaba tibio, quedo, pero desde el borde de la cama donde miraba al otro, todo era frío, demasiado frío.

Hace menos de media hora, Taeyong se había quedado dormido luego de que follaran por quinta vez en la noche, el cómo llegaron ahí, fue fácil, el menor quería salir lejos luego de clases, escapar un fin de semana con él y dejarle todo al agua, como esperando a que la playa, ahora oscura y muda, se llevara sus pensamientos y sentimientos y dejara solo lo que necesitará para sobrevivir como un deambulante.

Y lo escuchó, esta vez claro y alto en aquel susurro que parecía esconder del mundo.

—Doyoung – se detuvo como si su corazón también lo hubiese hecho.

Prestó atención.

—Volví a soñar con Doyoung.

Ya le había hablado de aquellos sueños que aparecieron desde que habían llegado muy tarde al hospital. Seguía viéndolo, Taeyong seguía viendo a Dodo en sus sueños.

—¿Qué soñaste, cielo?

Johnny prefería que el chico hablara con él, desbordara todo lo necesario en su presencia, aunque no tuviera nada de coherencia, eso, en lugar de refugiarse en la punta de un cigarro que solo despejaría más las varias nubes que Taeyong había puesto en su propia cabeza.

daTUra | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora