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¿Cómo despertar un cuerpo que lleva dormido desde la cuna? ¿Cómo limpiar el lodo que otro provocó? ¿Cómo llenar los ojos que no tienen fondo? ¿Cómo llevar agua a todo lo que ha sido un desierto?

Lo peor que se puede hacer, es llorar la pérdida de alguien que sigue vivo.

Jaehyun había caído en una clase de coma. De eso ya hace dos días.

El mundo estaba en silencio. El universo había parado su danza y las olas su canto, habían dejado a la lluvia sola, la dejaron llorar sin consuelo, sus manos empuñadas, golpeaban el cielo y hacían estallar la tierra ¿qué tenía? ¿qué provocaba en ella tal tristeza?

¿Qué provocaba en Jaehyun abrir sus ojos, dos días después? Su alma estaba desconectada mientras su cuerpo peleaba una batalla sin manos, su corazón estaba evaporizado y reunir sus nubes llevaría todo un día, o una vida entera.

¿Dónde estaba?

Sus ojos fueron recibidos por un techo blanco, amargamente descolorido, de no ser por la sombra gris celeste que se desnudaba en las paredes, todo en aquella habitación, lo empujaría al último círculo del abismo.

Se sentía pesado, los ojos le ardían, no escuchaba ni sentía sus propios latidos, no recordaba cómo mover los dedos de sus manos, ni cómo mandarles mensajes a sus piernas ¿qué día era? ¿por qué esa habitación olía a... crisantemos? No recordaba tener crisantemos en casa, su madre siempre le dijo que esas flores no debían mezclarse con las que daban vida... vida.

Entonces, un estallido en su pecho resonó y despertó a su mente, el trueno de la gimiente lluvia, alcanzó sus ojos y lo hizo llorar. Los días en los que el sol lo saludó, hoy fueron cambiados por una tormenta que sentimentalmente, se ahorcaba a la vista a la vista de todos. No había nadie a su lado, no hubo un abrazo que lo recibiera ni un beso que le diera la bienvenida a ese nuevo día.

No había sido un sueño.

El tacto de algo suave, perdió su esencia al sentirse frío, ese ya no era un lugar, era simplemente una sábana, aquella habitación, ya no era un refugio, era simplemente un manicomio interno que le gritaba de vuelta, como eco, que le regresara a Doyoung.

¡Devuélveme a Doyoung!

Su pronto llanto, como una soga de espinas, lo ahorcaba, su alma, los trozos que quedaban de ella, estaba descalza, los filos rojos del abismo bajo su piel, con una corona de fuego, atada de manos y cuello, caminaba de retroceso, dejando que el viento y la alta lluvia que se acumuló bajo sus rodillas, lo llevaran a donde sea, pero con él, solo con Doyoung.

Las únicas neuronas que seguían ahí, no recordaron, sino más bien, precisaban de levantarse, el sentimiento fue recibido debajo del embustero, torpe y desesperado sonido de las pisadas que lo cargaban, sin rumbo, sin fuerza, solo andando como un peso, quizá este era el sentimiento más cercano a la muerte, cuando todo lo que fue su vida entera, dejó de suspirar en un arrebato. Como una bala atravesándolo, ese hueco en su pecho se contaminó del vació, se enmoheció por la ausencia y se derrumba por el inmensurable dolor.

Sus huesos hechos polvo, desapareciendo con la lluvia, su alma aferrándose a algo que ya no tenía pestaña, y de su corazón se escuchaba la sangre salir, era como si dejara rastro, si alguien lo buscaba, sabrían dónde y con quién encontrarlo, pero quería ir, encontrarse, intentar despertar de nuevo, esta vez con el calor de un segundo cuerpo, su cuerpo, a su lado.

Aquel lugar era el mismo infierno, y no sabía con exactitud, en qué nivel estaba, ni qué atajo tomar para no encontrarse con el dueño que parecía burlarse de él junto con Dios. Quería salir de ahí, encontrar una puerta azul entreabierta y correr hacia ella, correr, sentir cómo la tierra se alargaba por sus piernas como serpientes, y lo mordía, lo incendiaban al tratar de subir las gradas al cielo, al tratar de ir por su amor.

daTUra | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora