11

40 5 2
                                    

Al paso que iba, Kun más bien parecía querer atropellarse.

—¡Kun!

Era como si su voz no lo alcanzara, como si estuviera gritando en silencio por su amigo que iba en aquella bicicleta, con el alma pendiendo en las ruedas y los suspiros colgando de sus ojos.

Hace tres días que no lo veían, no luego de saber que el esposo de su hermana tendría una segunda boda que su propio padre había anticipado y su madre debió obedecer. Una boda con una compañera de clases.

—¡Kun, para! ¡Espera!

—¡Deja de seguirme, Taeyong!

Taeyong había logrado alcanzarlo y casi por unos pocos centímetros, pudo tomarlo de su camisa si no lo hubiese pensado dos veces, ya que no quería que, por el jalón, el menor se fuera a estrellar y en el acto le cayera también la bicicleta en la que él lo había seguido.

—¡Por favor, para! No te hemos visto en tres días, no respondías a tu teléfono y no apareciste esa noche en casa de Johnny.

—¿Por qué carajos habría de aparecer? ¿Para ver cómo mi padre vuelve a poner a una mujer en bandeja de plata como si fuera un trozo de carne?

Taeyong se acercó más, temeroso de la velocidad y temeroso de lo que pudiera hacer Kun.

—¿Para ver cómo mi propia madre entregó a esa chica con ese asqueroso hombre? Ya lo vi en carne propia, Taeyong, no necesito re sangrar esa herida.

—¡Pueda que no entienda por lo que estás pasando! Pero... – intentó ver la calle y asfalto que poco a poco se fue convirtiendo en grama y piedras. – Salir corriendo de esta forma, sin rumbo no es la solución, necesitas respirar un poco, pensarlo un poco más, así que por favor ¡por favor, detente! No me gusta este camino.

Ni cómo el clima se estaba poniendo cada vez más helado.

—Yo te escucharé, habla conmigo, Kun, sabes que yo estoy aquí y siempre voy a estarlo.

Fue casi automático ver cómo Kun se hizo entre los árboles del sendero, en donde casi con una maniobra, salió de la bicicleta, arrojándola a un lado, contra un tronco con las ruedas aun andando, y comenzó a caminar, como distanciándose de Taeyong. Cubriéndose el rostro.

Taeyong fue más cuidadoso al no bajarse de golpe de su bicicleta; y puso el freno hasta asegurarse de estar sobre sus dos pies y observar hacia dónde se dirigía Kun. Estaba nublado, realmente esperaba que la lluvia no los fuera a atrapar en aquel lugar, sobre todo bajo árboles con largas hileras cayendo por sus cabezas hasta sentarse en sus hombros.

—Kun...

—Taeyong.

—Aquí estoy, Kun.

—Taeyong – susurró una vez más, esta vez con un desosiego en su garganta que relevaba su pronto llanto.

Taeyong logró terminar de acercarse, sin tocarlo. Si algo había aprendido todos estos años, es no hacer algo que la otra persona no había pedido, aun si la sociedad así lo hacía ver.

Con Kun y con Johnny, o bien con sus amistades más preciadas así lo hacía, así lo habían aprendido a hacer. No era ser descortés ni hacerse de la imagen gorda, es solo darles el espacio que buscan hasta que ya no aguanten más... hasta que no crean poder más.

—¿Podrías abrazarme?

Taeyong se movió como si llevara tiempo intentando hacer eso.

Y como el hermano mayor, como el chico que parecía llevar un prado en sus brazos, lo envolvió en un pronto abrazo y la sensación de dolor y pena se fue como en un acto de magia, como paja entre el viento.

daTUra | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora