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Y entonces, a veces no se comprende el porqué de algunas personas en la vida de otras.

Cuando Doyoung lo conoció, toda clase de accidente o casualidad, no se manifestó como un romance, sino más bien, como algo de lo que ahora teme.

La cantidad de veces que los besos se tornaron golpes, insultos, noches sin sueño... las podía contar perfectamente en su piel, en cada centímetro que alguna vez se perfumaba como jardín y ahora vendaba con medicamentos.

Le había pedido que llegar a una hora específica, como ya a hecho en varias ocasiones, era la dinámica de siempre: Doyoung llegaba, y él tomaba el control de todo, la noche se reiría del teatro de todos los días y las lágrimas desaparecían en el establecido frío. Lo que no esperaba, era la demanda que hoy le tuvo al pie de cruzar la puerta.

—Por favor... no, no.

—No te pedí tu opinión, vas a hacerlo y punto.

—P-puedo hacer algo más por ti, lo sé, solo pídemelo, pero eso no, – sus ojitos se cerraron fuertemente – eso no.

Su cuerpo, nutrido, alto y fornido a comparación del suyo, lo estampó fuertemente contra la puerta mientras jalaba de su cabello para que lo viera a los ojos.

El tirón y el sorpresivo golpe, lo mareó y por un momento que se sintió eterno, todo comenzó a dar vueltas, quería vomitar el vacío de su estómago.

—No colmes mi paciencia, mi amor, sabes que me irrita cuando no pones de tu parte.

—Pero...

—Las parejas hacen esto, Doyoung, lo hacen todo el tiempo, solo te pido que hagamos algo diferente, que probemos algo nuevo, llevamos ya dos meses de salir y aún me resulta impresionante que no puedas hacer algo por mí, cuando yo, todo lo que hago, es solo cuidarte, quererte y desearte...

Las caderas de Doyoung iban a crujir de dolor en cualquier momento, le dolía mucho su cuerpo desde hace días ya, apenas ponía tomar una ducha sin sentir que la piel se le caía de los huesos.

—Nadie más te va a desear como yo lo hago, mi amor, nadie.

Nadie quiero a los niños que no siguen órdenes. Nadie quiere a los niños que no se portan bien.

Tal vez debía doblegarse un poco, al fin y al cabo, ya eran pareja y aunque no entendiera muchas de las cosas que se hacían como tal, la forma en la que él se las pedía, solo lo hacían ceder ante el hecho de complacerlo, después de todo, eso es lo que hacen los novios.

Bajo la tenebrosa y suave luz del apartamento donde se esconde su alma, Doyoung con sus ojitos brillosos, sus manos intentando aferrarse a algo, relamió sus labios y asintió.

—De acuerdo.

Él sonrió.

—¿Ves que no era tan difícil?

Doyoung intentó su mejor sonrisa en respuesta.

—Venga, nos vamos a divertir mucho.



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daTUra | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora