𝖤𝗎𝖽𝖺𝗂𝗆𝗈𝗇𝗂𝖺

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Podría jurar que nada en la vida, le supo mejor que los suaves, frescos y rojos labios de Kim Doyoung. Nada a excepción de su fino y largo cuello, el que decoraba y bañaba con besos, ligeros mordiscos que hacían reír bajo a su novio.

Su novio, su amigo, su más preciado acompañante, su amor.

Escuchar aquella risita lo hacía reír también, lo hacía consciente de verdaderamente estar ahí, en ese mundo, en ese segundo que se besaba con el aire; y no solo eso, lo hacía querer volver a enamorarse, como la primera vez, de él, y solo de él.

Jeong Jaehyun quería amar otra vez, por primera vez, solo si la otra persona era Doyoung.

Cuando las personas les preguntaban ¿cuánto tiempo llevan juntos? Jaehyun no puede detenerse a preguntar de vuelta:

—¿En esta vida?

Eran todo aquello que muchas personas, las que buscaban el amor, las que no esperaban buscarlo y hasta las que lo aborrecen, anhelaban alguna vez en su vida, y no, no era solo por sus pulidos y etéreos rostros y cuerpos, sino también, aquella conexión en cuerpo y alma que había entre ellos. La calma de Jeong abrazando la desesperación de Kim, o la sabiduría de Kim, invitando a un café al lado más oyente de Jeong. Era la forma en la que se podían comunicar sin usar palabras, solo sus luminosas miradas; era la forma en la que Kim había hecho de Jeong, un muchacho cuyos colores, al fin brillaban, de cinco tonos, solo uno o dos eran para los ajenos, el resto y quizá otros siete, eran para su mundo, Doyoung.

No, no se hicieron grandes personas por el otro, pero sí se inspiraron el uno al otro.

¿Quién lo diría? Tres años y dos semanas después, se seguían sintiendo como en la primera vez. Muchas primeras veces que compartieron juntos. La primera vez de Jaehyun encontrándose con la definición personificada del alma; la primera vez de Doyoung conociendo su lado más fuerte; la primera vez de Jeong dejando a su niño interior ser mimado sin presiones, apuros o arrebatos; la primera vez de Kim siendo amado, cuando siempre fue el que amó sin ser recíproco.

—Dicen que el sexo llega a ser aburrido y rutinario en las parejas, luego de un corto tiempo.

—Es porque ellos no tienen la misma duración que yo.

La risa de Doyoung se dejó escuchar, haciendo que Jaehyun lo acompañara mientras se acomodaba más a gusto sobre el pecho de su novio, abrazando sus finas curvas, suspirando, consumiendo ese familiar y suave aroma que solo Doyoung emanaba. Era perfecto, como su perfume personal.

—¡Cállate!

—Admite que parte de nuestras ventajas como pareja es mi tamaño... – se detuvo cuando sintió el suave golpe de su novio en su espalda.

—¡Deja de hablar y pensar con tu otra cabeza! – A estas alturas a Doyoung ya le dolía el rostro de la risa.

—Tres años y dos semanas después – sonrió Jaehyun con sus ojitos cerrados, dejando que las sombras de sus largas pestañas se reflejaran en sus aún rosadas mejillas y brincaran en una segunda sombra, sobre la piel de Doyoung, piel que había adornado con una que otra marca rosada.

—Tres años y todo el tiempo que quieras y aun así me sigue sorprendiendo el hecho de que estás muy en lo de marcarme.

—No es marcar – abrió los ojos, colocando su mentón en el pecho del otro, ahora sí, mirándose a los ojos – es... ah, es – pensó, sus ojos buscando por una respuesta en el aire – sí tal vez sea marcar, pero no es mi culpa que tu piel sepa tan bien.

Doyoung no respondió, en su lugar, su mano libre, la que Jaehyun no tenía entrelazada con la suya, se fue directo a los cobrizos mechones del menor. ¿Menor? Siempre había actuado como todo un niño grande, muchas de las razones eran porque fue forzado a madurar, a cancelar su niñez para cuidarse a sí mismo, para velar por su hermano menor. Pero a los ojos de Doyoung, Jaehyun, su adorado Yoon, aún era un niño, uno con el que pudo terminar de disfrutar muchas cosas que de pequeños no pudieron, como comer un helado bajo la lluvia, o ensuciarse sus pantalones mientras se empujaban en los columpios. Era poco, quizá simple, pero para ellos dos, lo era todo. Ellos, eran su todo.

Esa bella carita que ahora lo miraba con algo de sueño y amor, sus labios suaves, su rostro tan fino como la porcelana, sus espesas y largas pestañas que alguna vez intentó contar, los destellos de sus ojos, sus sedosos mechones que muchas veces decoró con flores, su hermosa sonrisa, su brillante, a veces imprudente mente, su alma que cada vez parecía más limpia, sus anécdotas, sus altibajos, su voz, incluso cuando no era alguien expresivo verbalmente, su voz se comunicaba por sus manos, por sus pies, por sus deslumbrantes acciones; todo, todo de Jaehyun. Era él, solo él.

—Siempre tú.

—¿Umh? – dijo somnoliento.

—Te amo, Jeong Yoon Oh.

—¿Y ese quién es?

Doyoung se mordió el labio antes de decir...

—Es mi novio, más vale que te vistas antes de que venga y nos encuentre.

Jaehyun abrió los ojos de par en par y apretó más su abrazo a Doyoung, ambos riendo entre besos, sacudiendo las sábanas en sus movimientos, escuchando el jazz lento que sonaba de fondo en la sala de su casa y sintiendo el aroma a vino y sus cuerpos confundiéndose entre el fuerte y sincero agarre.

Con un suave toque, un segundo y un tercero en sus labios, Jaehyun miró a Doyoung y sus mechones oscuros extendiéndose en la almohada.

—Te amo, Kim Doyoung.






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✲゚


Eudaimonía es un término griego comúnmente traducido como felicidad, bienestar o vida buena; también se ha propuesto florecimiento humano o prosperidad como su traducción más precisa.​

Para la obra, es todo y ese poco respiro. 


Bienvenides a esta montaña rusa. 

Lhlene, 24a, y JaeDo es real. ♡

૮ ˶ᵔ ᵕ ᵔ˶ ა

daTUra | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora