V e i n t i c i n c o

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—Hay que poner reglas ―anunció el omega, intentando frustradamente colocarse el bendito moño frente a un espejo de aquella habitación

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—Hay que poner reglas ―anunció el omega, intentando frustradamente colocarse el bendito moño frente a un espejo de aquella habitación.

Max apareció detrás suyo con aires de serenidad, tomando con cuidado la pequeña prenda entre sus dedos, ayudándolo.

—¿Reglas para que? —cuestionó el susodicho, terminando de acomodarle el moño a su bebé.

―Para lo que sea que tengamos ahora —dijo Sergio,  volteándose para verlo de frente—. Es decir, no quiero que nos emparejemos ahora, ¿entiendes? Porque si todo se vuelve extremadamente lindo entre nosotros, luego nos va a costar muchísimo más separarnos y será demasiado sentimental... No se tú, pero yo quiero ahorrarme eso y dejar todas las boberías de pareja para cuando regreses.

—Entiendo tu punto, pero no entiendo qué clase de reglas quieres poner —comunicó el alfa, posando sus manos en la cintura del menor.

Sergio carraspeó, viendo más de cerca aquellas salpicadas manchitas rojizas en el atuendo del otro.

—Por ejemplo, nada de tus cursilerías, a menos que sea para halagar mi trasero —expuso este, provocando que una risa se escapara de entre los labios de Max—. ¡Oye, esto es un asunto serio! reprendió, haciendo un mohín.

Max negó con un movimiento de cabeza, sin deshacer la expresión divertida que cargaba su semblante. Se permitió a él mismo enterrar su rostro en el cuello del omega, disfrutando con plenitud de su dulce aroma, depositando territorialmente el suyo propio.

—De verdad lo digo. No estoy acostumbrado a escuchar cosas lindas sobre mí, quitando lo obsceno, y no quiero que arruines mi costumbre sabiendo que luego volveré a lo mismo de antes. No quiero sentirme excesivamente vacío.

El alfa respiró hondo, separándose un poco de su lugar favorito en el mundo.

—De acuerdo —murmuró, derrotado, con un atisbo de tristeza marcando presencia en sus orbes azules.

—Pero no te pongas triste —se apresuró a decir Sergio llevando sus manos a las mejillas del castaño Te prometo que cuando vuelvas y estemos juntos hasta yo seré dulce contigo.

De nuevo, inhaló profundo, intentando resignarse. Rozó suavemente sus labios con los del omega, para luego besarlos despacio, con la ternura desbordándose en aquel íntimo contacto.

—Ni siquiera me he ido y ya quiero volver, joder —expresó Max con frustración cuando se apartó—. Hasta hace una hora me importaba una mierda el tiempo que pudiese permanecer en el exterior, es más hasta creía que me serviría para despejarme y olvidarme de ti. ¡Estaba seguro de que no lo sentías! Y ahora... Ahora irme es un nuevo y jodido problema que ansío quitármelo de encima ya mismo.

Sergio se sintió fatal. Su rostro decayó en una expresión de absoluta amargura al pensar en que aquel viaje no sería un verdadero problema para el alfa si él lo acompañara. Cierta parte de él tenía deseos de hacerlo, de ir tras él sin importar a donde quiera que fuese. Pero, por otro lado, tenía tanto miedo.

Sublime Dominación || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora