Adán había olvidado todo lo que pasó con Lilith, en esta nueva vida tampoco la recordaba, no sabía nada de su pasado y se podría decir que era una person de un noble corazón. Cada mañana se levantaba muy temprano a trabajar, preparaba el desayuno para su esposa e iban juntos a la calle, cada quien a su propio trabajo que quedaban en el mismo camino.
En el tiempo del Edén, Lisa no podía soportar verlo tan felíz al lado de Eva. Él podía abrazar a la chica que amaba, podía pasar días felices con ella, tenerla a su lado, cuando él había sido una completa basura con Lilith y acusarla. No le importaba si Dios lo sabía desde un principio, Adán tuvo la intención de dañar a Lilith y ahora tiene a una mujer a quien puede dominar y mandar. Por eso se veía tan felíz, porque ya tenía a una sirvienta a su lado.
Lisa se mantenía solo sentada al lado del árbol, descansaba su espalda en ella y todos los días dejaba que sus lágrimas cayeran mientras se perdía en sus pensamientos. Estar al lado del árbol era como tener un poco de la presencia de Lilith a su lado. El árbol había crecido mucho, tenía la forma de un gigante hongo, sus hojas brillaban y habían crecido algunos frutos. Era como una manzana, pero negra.
Cuando un fruto caía, Lisa lo tomaba en sus manos y sonreía con tristeza, aquello le recordaba que algún día Lilith volvería, que regresaría a ella y estarían juntas otra vez. Lisa disfrutaba de aquellos frutos, comía sentada en la roca en que la Lilith siempre la esperaba y al llegar la noche, volvía a llorar, solo escuchando las risas de Adán y Eva siendo felices.
Pero llegó el día, en que Lisa no lo pudo soportar más, quería acabar con aquella felicidad, Adán no lo merecía. Se acercó a través del viento a los oídos de Eva, susurrando, atrayendola hasta el lago en donde estaba el árbol de Lilith. Eva estaba confundida, sentía que el viento producía alguna palabra, era extraño y atrayente. Curiosa por su inocente mente, fue en buscar de aquello susurros mientras Adán dormía. Se fue alejando, ingresando a lo profundo del Edén, en donde logró ver un hermoso árbol en medio de un lago. Fue entonces que Eva detuvo su paso, era el árbol que Dios que había prohibido acercarse y comer de sus frutos.
"No tengas miedo, acércate"
Aquellas palabras fueron muy claras, y ella, no sabiendo qué era bueno o malo, desobedeció la primera orden, no acercarse.
Miró maravillada el hermoso árbol, sus hojas brillaban, su madera era un hermoso color miel, muy distintas a las otras. Sus pies tocaron el agua y bajó la mirada, quedó extrañada al ver que el agua era rojo. Se acercó como un tierno cachorro a observar y metió su mano, el agua era muy cálido.
"Bebe de ella...bebe del agua"
Eva crecía que aquello eran sus pensamientos, era una chica demasiado débil e incrédula, fácil de manipular. Tomó un poco de agua en sus manos y bebió. Lisa la veía oculta en las sombras, sintiéndose culpable de dejar que otra mujer pise el lugar especial que compartía con Lilith.
Las gotas de agua cayeron por las comisuras del labio de Eva, sintiendo un sabor extraño al beber. Ella desconocía aquel sabor y no sabría cómo describirlo, pero para Lisa, sabía que sintió el sabor a sangre, la sangre de Lilith.
Los ojos de Eva brillaron por un momento, una extraña pregunta pasó por su cabeza, cuestionandose porqué tenía menos fuerza que Adán. Ella también quisiera trepar árboles, ella también quisiera romper cocos, se veía divertido hacerlo, pero por su menos fuerza, debía acudir a Adán y al parecer a él le agradaba la idea. Él se sentía poderoso, más importante, el héroe a quien acudir. Y ante los ojos de Eva, lo era, él era más importante y ella solo su compañera, ¿Pero porqué sintió aquello tan de repente?
_Eva - la voz de Adán la trajo a la realidad - ¿Qué haces aquí? No podemos estar cerca de este árbol.
_¿Por qué? - preguntó con duda. Solo en cuestionar, dejó sorprendido a Adán.