El Inframundo había recibido la visita de uno de los hijos de Lucifer. Almas y demonios escuchaban los gritos furiosos del primer ángel caído. Su enojo hacía temblar sus tierras, los hacía atormentarse y tapaban sus oídos en su forma de lavas vivientes.
El primer hijo había llegado, atraído por la fuerza de su castaña madre. Había despertado después de que fue obligado a dormir, al igual que sus hermanos, por el mismo Dios al ser muy peligroso para la humanidad.
Aquella familia no podía estar junta, si aquello sucediera, podría significar el apocalipsis y la extinción de la raza humana e incluso la destrucción del planeta.
Cuando la pareja pecadora hizo el amor, de aquel pecado nacieron tres fuerzas en el inframundo, en una especie de nido formado de lava y rocas. Eran tres esferas brillantes de tres colores distintos; azul, blanco y marrón. En pocas palabras; representaban el caos y la fuerza incontrolable de la naturaleza; el mar, el cielo y la tierra.
Lisa cuidaba a aquella tres esferas en una profunda cueva en el Inframundo. Cuando los pequeños nacieron, los angeles los cuidaban ante la mirada de Lisa. Ella veía orgullosa a sus tres pequeños. Mostraban fuerza, inteligencia y sabiduría mientras iban creciendo.
Los tres hermanos se arrodillaron frente a su madre sentada en su trono, ya adolecentes. Le prometieron proteger a su castaña madre el día que volviera y destruir todo lo que nació de aquel primer hombre. Acabarían con su legado y le entregarían la tierra a su madre, a costa de sus propias vidas.
Esa misma noche, el inframundo recibió un ataque de los ángeles mandados por Dios. La guerra entre ambos bandos hacían temblar la tierra al punto de tener a los primeros humanos sin poder levantarse.
Los tres hermanos salieron a la superficie, tomaron su forma de bestia gigante y fueron derrotando uno a uno a cada ángel. Pero la mano de Dios tuvo que intervenir. Lisa vió entre gritos a sus hijos caer heridos y agonizando, cuando todos los angeles bajaron con espadas de fuego en mano.
Todo el cielo había bajado solo para derrotarlos.
Pero la única mujer aún no había dado todo de su fuerza. Observó a sus hermanos a punto de morir, respirando con dificultad a cada lado, y su furia la hizo gritar. Sus ojos se brillaron en rojo, su cuerpo se iluminó, el cielo se fue llenando de fuego y las nubes se derretían en lava.
Toda la tierra estaba quemando, el aire iba desapareciendo por el extremo calor.
Aleteó sus enormes alas y se impulsó hacia el cielo, pero fue propia madre quien apareció frente a ella y tocó su frente entre lágrimas, haciéndola congelarse. Su hija iba cayendo y la sostuvo en brazos cuando regresó en su forma humana en plena caída.
Lisa notó con sorpresa que sus hijos se estaban levantando con esfuerzo, sus heridas estaban sanando de manera muy rápida. Dios actuó rápido. Una brisa blanca pasó por la cabeza de cada hijo, haciendo que caigan dormidos antes de que recuperen toda su fuerza.