Prólogo

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"Vamos Checo, puedes seguir corriendo. Tú puedes, no te detengas"

Sin embargo, aunque sus pensamientos fuesen esos y muchos más dándose ánimos a sí mismo, el cansancio que tenía cobraba cada vez más y más fuerza. No era para menos, llevaba media hora corriendo por aquella zona montañosa y esa época prefería correr que congelarse por la temperatura tan baja. Temía que su ruta de ejercicio se viera interrumpida por la próxima tormenta de nieve que en las noticias de esa mañana había escuchado.

"Sí. Un poco más, solo unos cientos de metros más"

Sus pulmones le estaban pidiendo un momento de descanso, todo su cuerpo le exigía parar y detenerse, pero por nada del mundo el joven proveniente de México dejaría de correr.

A la derecha.

Eso fue suficiente para que tomara energías de donde fuera y desviara el camino a la izquierda.

—¡Ahí está! ¡Atrápenlo!

"¡Oh Dios!"

Bueno... se había mentido a sí mismo que la carrera era como parte de su rutina de ejercicio y ahora tenía su cruel realidad.

Retrocedió y volvió a correr tomando la derecha como lo había escuchado, sin embargo, cuando pasó por esa zona no había nadie, ningún alma, a menos que se tratara de un fantasma o de un ser mitológico como un ángel de la muerte, un zorro de nueve colas o en su mejor caso un ser inmortal.

"Son actores Sergio, Gong Yoo no va a aparecer si soplas una flama." Se recriminó por pensarlo siquiera por un minuto.

Las personas detrás de él no iban a tentarse el corazón, lo sabía. Terminaría muerto en medio del bosque sin que nadie lo encontrara y todo por haber sido curioso y grabar como desechaban uranio sobre una laguna. Si no fuera porque su teléfono le alertara una llamada él estuviera saliendo del bosque sin que lo notaran, pero no fue así, su gusto por haber colocado 'Barbie girl' como tono de llamada fue lo que lo puso en esa situación como también el hecho de no haber activado el modo vibración.

Lo peor de todo, era que si terminaba muerto nadie se preocuparía porque se trataba de un biólogo, un biólogo que pudo haber muerto en una excursión ya que había sido 'listo' en llevar consigo sus cosas al bosque por si encontraba algo curioso, pero ahora...

Ahora no solo quería desear desaparecer, sino que su cuerpo siguiera corriendo sin importar a donde lo estaba dirigiendo.

Parecía seguir instrucciones y esta ocasión no se detuvo a pensarlo dos veces cuando de nuevo escuchó al viento susurrarle a dónde debía ir.

Ya casi llegas.

"¿A dónde? ¿A dónde se supone que iré?"

Chocó con las ramas de los árboles que estaban frente a él y sin importarle que obtuviera unos rasguños por las ramas siguió por ese camino, de esa forma cuando llegó al límite se detuvo de golpe notando que aquel pequeño claro no era nada más que un acantilado y que la brisa del mar podía sentirse llevándolo al borde de la locura porque si lo encontraban no tenía escapatoria.

—Salta.

Respirando agitadamente giró a todas las direcciones buscando el propietario de aquella voz que lo había llevado a ese lugar.

Temía decir o hacer algún sonido y que fuera delatado. Solamente tenía la luz de la luna que al ser octubre brillaba con mayor intensidad durante ese mes.

—Si deseas vivir, debes saltar.

Con el poco valor que tenía cerró los ojos recuperando el aliento y aun con miedo por fin pudo soltar una pregunta.

—¿Qué?

—Salta —volvió a escuchar—. Hazlo.

—¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿Por qué debería saltar a mi muerte?

Desafortunadamente los pasos sobre aquella zona se comenzaron a escuchar justo cuando las nubes cubrieron la luna, de modo que no pudo verlo ni mucho menos saber que estaba haciendo.

—¿Confías en mí?

"¿Confiar?"

No, el no confiaba en nadie. Solo sobrevivía por instinto. Justo como lo estaba haciendo momentos atrás, justo como lo estaba haciendo ahora que daba pasos atrás y se detuvo al sentirse al borde del acantilado.

—¡Debe estar por aquí!

Sintió que el corazón se detenía por un momento cuando sus manos fueron tomadas por otras algo frías y escuchó ese grito de aquellas personas que le estaban buscando.

—No tengo opciones —le dijo con la voz temblorosa—. Por favor, ayúdame a vivir.

La luz de la luna volvió y Sergio solo alcanzó a ver la silueta de quien lo sostenía y mantenía con las manos de vivir o morir.

—Haré mucho más que eso mi pequeño —sonó alegre—. El guardián estará feliz de poder tenerte, después de buscarte por siglos.

—¿Qué?

—Nos veremos pronto, Sergio —dijo en forma de despedida—. Dile a Max que el espejo es el 111.

Dicho eso las manos del sujeto soltaron las de Sergio quien gritó cayendo por el acantilado sin que su voz pudiera ser escuchada por las personas que le buscaban frente a aquellos árboles que para todo ojo eran el final del bosque, pero no para el guardián del portal ni para la pareja del guardián.

El cuerpo jamás llegó al mar, tampoco quedó entre las rocas, sino que el portal estaba en el aire entre el acantilado y el mar porque le había resultado divertido al guardián dejarlo en esa ubicación la última vez que estuvo ahí... hace doscientos años.

Suspirando, el reflejo observó como la luz que emitía el portal cesaba indicándole que ya estaba hecho.

Sergio ya no se encontraba en ese mundo, sino en alguna parte del gran salón de espejos.

—¿Mi amor?

La voz lo hizo sonreír y apretar el abrigo del mexicano empapado en sudor. Sí, había confiado en él.

—Estás aquí, después de tanto tiempo.

Una pequeña y leve risa fue la respuesta.

—Supongo que sí —dijo avergonzado— ¿Podrías decirme en dónde estamos?

—En el bosque al norte de Incheon —informó caminando a él.

La luz de la luna lo hizo mirar a su acompañante y antes de que el contrario lo notara, una casa de campaña a la vez que leña y fuego aparecieron en un santiamén.

—Estás descubierto —dijo tomándolo de los brazos—. Ponte tu abrigo, cariño. Enfermarás.

Aceptando el abrigo que le estaba dando se lo colocó sin cuestionar nada, en su lugar sonrió y le dio un beso en los labios.

—Te quiero.

—Yo te amo —respondió abrazándolo.

El Salón De Los Espejos  [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora