Capítulo 11

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Capítulo 11. Hora prohibida

Contrario a lo que esperó Sergio, cuando regresó al salón no fue como en los dos primeros espejos, tampoco fue igual su retorno del espejo Sur, sino que se fue de bruces contra el suelo golpeándose demasiado fuerte la cabeza, de modo que Max volvió al centro del salón tan rápido que dejó de limpiar los espejos del pasillo, lo cuales clasificaban como espejos no importantes para los reflejos principales.

—¡Sergio!

—Mi-mi cabeza. Max... ¡Auch!

Se llevó ambas manos a la cabeza tratando de ponerse de pie y siendo detenido por el guardián.

—No, Sergio, no te levantes.

—El espejo está flotando.

Alzó la mano derecha para señalarlo, a lo que el peligris comprobó ser cierto. El espejo Suroeste volvía a estar equilibrado uniéndose a los tres anteriores a él generando una sonrisa en Max, entendiendo que Sergio lo había logrado de nuevo, tenía su reflejo en el Suroeste.

Solo que la sonrisa se borró preocupado por el fuerte golpe que Sergio se dio contra el suelo. Sosteniéndolo como si fuera una preciada pieza de cerámica, Max sostuvo la cabeza del menor deseando que Sergio tuviese su poder en ese momento, porque de ser así, no tendría problemas con alguna herida, pero eso no podía ser... no aún.

—Jules Lucien...

—¿Qué? —cuestionó mirándolo a los ojos.

— André Bianchi.

Ya que el suelo era de mármol, el golpe no fue para nada suave y le llevó a quedarse aturdido por mucho tiempo hasta finalmente desmayarse, asustando a Max quien le movió levemente con el temor de lastimarlo si hacía movimientos bruscos a su castaño.

Conforme avanzaba la noche la ansiedad en el guardián aumentaba considerablemente.

La hora prohibida estaba pronto a llegar y Sergio seguía inconsciente, no podía enviarlo de esa forma al espejo Oeste, pero tampoco dejarle permanecer más tiempo en el salón.

—¡Max es hora que salgas!

"Oh no."

Cerró los ojos debido a lo presionado que se encontraba. Iba a desperdiciar media hora fuera del salón con Sergio en brazos esperando que las luces se reflejaran en todos los espejos.

Una idea cruzó por su cabeza y no perdió tiempo para tomar al menor en brazos y salir del salón mirando rápido al espejo Oeste y al reloj que llevaba más arena que los demás, significando el demasiado tiempo que le robaba a su reflejo con el castaño.

Al momento de abrir la puerta, el escuadrón se quedó en una sola pieza tras ver no solo al guardián, sino a Sergio en sus brazos.

—¿Qué es esto Max?

Kimi no podía creer que el supuesto pariente de su esposo no estuviera de viaje como Antonio le dijo, sino en el salón de los espejos.

—¿Podrían llamar a Antonio? Lo necesito urgentemente.

—Max —soltó Romain aun aturdido— ¿Es Sergio?

Para Max la pregunta no fue más que sonido sin nada importante, todo lo que no fuese la voz del sanador era un sonido sin importancia.

—Antonio. Alguien vaya por él.

Tal vez era suerte o destino, pero tanto Antonio como Christian se dejaron ver por el pasillo, el primero ayudando al segundo con comida principalmente para el guardián y para los soldados.

El Salón De Los Espejos  [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora