Capítulo 12. (Oeste) Virus de los espejos
Sintió alivio de que sus pies pisaran tierra firme. El deslumbramiento fue menor, ya había aprendido a cerrar los ojos mientras cruzaba los portales, por lo que cuando los abrió jadeó impresionado del panorama tan hermoso en que se encontraba.
Si pudiera compararlo, diría que era una réplica casi exacta del túnel de Wisteria. Sus pies se detuvieron al percatarse de lo que acababa de pensar.
"¿Cómo es posible que yo sepa eso?"
Prefirió no darle vueltas al asunto y caminó admirando las hermosas guirnaldas de flores que colgaban del túnel también conformado de flores.
—Es hermoso.
Ya ni se molestó en reparar que de nuevo su voz era diferente. Le dio completamente igual, lo que si notó era que su campo visual estaba unos centímetros arriba de lo que normalmente veía.
"¿Soy más alto aquí?"
Tampoco iba a quejarse de eso, en su lugar, sonrió ampliamente disfrutando del aire fresco y de la sensación que tenía. Consideró brevemente que esos centímetros eran los que le faltaba a Charles, Oliver y Jules, pero como siempre, los espejos tenían la última palabra.
El túnel parecía no tener fin, pero fuera de molestarle parecía encantado con los rayos del sol colándose por los espacios que dejaban las flores. Sus cabellos cobrizos brillaron aun más tras ser iluminados por la luz solar uniéndose a la vista que solamente un privilegiado estaba presenciando.
—Así que tú eres quien está causándole problemas a todos los espejos.
Sí. El reflejo estaba ahí a espaldas de él, mirándolo con los brazos cruzados. El menor se detuvo sobresaltándose de escucharlo de golpe e instintivamente se llevó la mano al corazón.
—¿Por qué todos no pueden ser normales y decir 'hola'?
Giró encontrándolo mirarle sin alguna expresión en el rostro. Bajó los brazos llevándoselos a los bolsillos del pantalón, cosa que le alegró saber que el mundo en que estaban era similar al que vivió. Sin embargo, no dejó pasar por alto las palabras de Daniel al que sumó a la lista de los demás reflejos que le dijeron alguna mentira. No terminaba siquiera de reparar en sí mismo, ni en la vestimenta que llevaba demasiado diferente al guardián.
—Hola —respondió el reflejo—. Soy Lewis Carl Davidson Larbalestier Hamilton, reflejo guardián del espejo Oeste. Ahora dime ¿Quién eres?
Fue turno del menor en pedirle repetir su nombre un par de veces más.
"¿Por qué tan largo?"
No tenía sentido alguno un nombre sumamente largo ¿En qué había pensado el reflejo Suroeste para elegir un nombre así de extenso?
De nuevo, el menor trató de decir su nombre sin éxito alguno porque el sonido fue totalmente diferente a Sergio Pérez.
—George...
Alzó la mano notando aquel nombre. El reflejo arqueó la ceja por el gesto, pero esperó a que se aclarara la garganta o eso fue lo que pensó que el chico bonito haría.
—¿Es de nuevo inglés? —se cuestionó a sí mismo y se encogió de hombros— Al menos es más fácil que pronunciar uno tailandés. Como sea, —miró de nuevo al reflejo— George William Russell. Al parecer así me llamo aquí.
El castaño no pudo evitar reírse y acercarse al 'virus de los espejos' como él ya le había nombrado. Se quitó las manos de los bolsillos y una la llevó a su cabello demostrando estar confundido.
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El Salón De Los Espejos [Chestappen]
De Todo-Sí, yo tampoco creería lo que dije -dijo entrando en razón-. Nadie en su sano juicio lo haría si digo que soy la pareja destinada de una persona que tiene más de siete siglos y custodia un salón de espejos que pueden llevarte a otros mundos. -*-*-*...