Capítulo 20

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Capítulo 19. Dispersión de reflejos

Suaves y constantes movimientos a su persona fueron lo suficiente para que comenzara a despertar. Ciertamente no había transcurrido mucho tiempo en que durmió, solamente unas cuatro horas, pero la cuenta estaba en regresiva. Era inconcebible perder siquiera un segundo más.

—Sergio.

Respondió con un sonido aun deseando permanecer debajo del calor de las sábanas.

—Sergio.

Se dio la vuelta queriendo ignorarlo desconociendo que quien le llamaba estaba divertido de aquel comportamiento un tanto infantil. Esperó a que de nuevo estuviera cómodo y tomó de las sábanas para arrancarlas dejándolo al contacto con el frío.

En queja, el pelirrojo ocultó su rostro de la luz por unos momentos antes de reincorporarse y reclamar el motivo de ser despertado de esa forma. Solo que una zona específica fue responsable de que produjera un sonido ahogado por el dolor.

—Ya es hora de despertar —informó el castaño—. Debes volver antes del amanecer.

Con los ojos más cerrados que abiertos trató de ver, aunque fuera más allá de la sábana que seguían en las manos del castaño. Se revolvió el cabello estirándose un poco para volver a dormir.

—¿Volver? —cuestionó con la clásica voz adormilada y ronca— ¿A dónde?

—Al salón. Son las cuatro de la mañana.

Le pareció más importante la hora que lo demás, incluso no terminaba de procesar la información, ni el motivo por el cual estaba siendo despertado.

—¿Las cuatro? —asintió aceptando la hora—. De acuerdo, solo cinco minutos más.

Estiró el brazo para alcanzar la sábana de las manos de Emilian, pero el castaño se alejó un paso atrás provocando que el menor casi se cayera de la cama.

—¿Acaso ninguno te despertaba? —preguntó curioso el mayor—. Esos tontos se han estado perdiendo de un buen momento.

—¿Quiénes?

—Vamos, he preparado el desayuno.

—¿A las cuatro de la maña...

Abrió los ojos de golpe cuando por fin su cerebro le recordó en dónde se encontraba y con quién. Se llevó sus manos a la cabeza queriendo confirmar una cosa, todavía seguía teniendo el cabello en su sitio.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estaba dormido? ¿Por qué dices que debo volver?

Emilian llevó la sábana a la cama y fue alzando un dedo en cada respuesta de las preguntas del pelirrojo. Claro que no iba a responderle totalmente honesto sobre lo que pasó horas atrás.

—Te quedaste dormido, porque tu cuerpo estaba agotado, y lo digo, porque tienes que hacerlo.

—Pero Michel...

—Él está durmiendo, también está agotado

Su cara fue de total confusión por la actitud del castaño. Le costaba creer que esa fuera la realidad y no un sueño.

—En serio, debes levantar... —se detuvo reparando en algo—, bueno... Debo llevarte al comedor. Nos estamos quedando sin tiempo y tú debes regresar antes del amanecer.

—¿Eh?

—¿Acaso ya no quieres tus reflejos? —cuestionó cruzando los brazos—. Porque sería complicado volver a tener un baño de luz de luna

—¿Un qué?

Emilian sonrió divertido antes de cargarlo y conducirse a la sala en donde una gran variedad de platillos estaba a la espera de ser consumidos por el pelirrojo a quien su estómago traicionó con el fuerte sonido exigiéndole comida y él terminó sonrojado escondiéndose en el pecho del mayor que no pudo callar su risa.

El Salón De Los Espejos  [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora