Dirty, Little, Traitor [Scaramouche x F!Reader] ¡Español!

¿Qué tanto duele el arrepentimiento?

¿Qué harías para conseguir diez millones de Mora?

Sé honesta

Sé totalmente honesta.

En lugar de concentrarnos en recibir los diez millones, ¿por qué no te preguntas, qué se necesitaría para que alguien renunciara a los diez millones de Mora? Imagina la desesperación, la angustia, la miseria. ¿Qué clase de decaída tendrías que atravesar para llegar a la conclusión de que la única solución era renunciar al dinero que tanto te costó ganar?

Te preguntarás qué sentido tendría todo esto.

Scaramouche no puede estar solo. Es peligroso. Es como una marioneta sin amo, incontrolable. Pero en vez de ser flácido e inanimado, es agresivo y violento. No hay nadie que lo detenga ni lo guíe en la dirección correcta. Actúa por instinto y por emociones. Sin límites. 

¿Cuál era mi trabajo otra vez?

Las secretarias están al tanto de todo. Organizan y planifican los horarios de su jefe. Establecen los planes del día. Traen a los soldados y apoyan a otros agentes. Hacías todas esas cosas y admitías que las hacías bastante bien.

¿De qué sirve una secretaria si no hay un jefe al que servir?

Era de mañana, cerca de la tarde. El sol no lograba brillar entre las nubes y el viento era hiriente. El aire se sentía estático, electrizado, ansioso, como si hubiera algo por lo que emocionarse. O quizá, en este caso, asustarse. Tus pulmones te hicieron cosquillas desde el interior. Siempre hubo ese pensamiento persistente en tu cabeza: ¿dónde está? No tenías idea de su paradero, estabas segura de que para él era todo lo contrario.

Tal vez algunos se enojarían porque te resultaba emocionante caminar por la ciudad disfrazada, esperando en última instancia a que Scaramouche te sorprenda y te lleve de regreso a un campamento Fatui, o reunirte con la Capitana Beidou y su mano derecha, para embarcarse en una emocionante aventura de regreso a casa. Lanzaste una moneda, ya sea que caiga cara o cruz, eso se convertiría en parte de tus sueños.

El sonido de una campana anuncia el comienzo de un funeral. Ese sonido intenso que resuena de un lado a otro por los pasillos, rebotando en las paredes. A veces podías escuchar el sonido repitiéndose, aunque estabas segura de que nadie había tocado la campana. Las velas ardían, el incienso llenaba el aire. Las cortinas estaban bien cerradas. Privacidad. Algo que tenías cada año bisiesto.

Hu Tao te había dado dos opciones.

Opción #1: Salir de la funeraria y adaptarse a la ciudad. Claramente se sabe que el puerto de Liyue está cambiando, festival tras festival, nuevo visitante tras visitante, tragedia tras...

Opción #2: Ayudar a barrer las cenizas de una mujer embarazada incinerada que había muerto con el corazón roto después de enterarse de que su bebé nació muerto. Pues a un torpe recién contratado se le había caído la urna. Se suponía que iba a ser enterrada junto a su marido. El soldado caído de la Geoarmada.

Incluso la alegre y enérgica Hu Tao se mostró seria, poco impresionada y descontenta por el drástico error del trabajador. Por mucho que quisieras ayudar, no sabías cómo hacerlo. De algunas de ese tipo de tragedias nunca se habla después de uno o dos días. Algunos barrieron bajo la alfombra. Ellos no serán recordados. ¿Acaso alguien llorará por ellos? Sentías que no era una buena idea unirte a la limpieza.

Pasaste el puente de madera, esquivaste a los distraídos guardias de la Geoarmada y pasaste por delante de la casa de té Yanshang. Por suerte, nadie del establecimiento prestó atención a tu presencia. Recordaste haber oído que el maestro Childe había sido asignado para cobrar una deuda escandalosamente grande y que había acabado matando al propietario. Te preguntaste si el personal de la casa de té o la familia del deudor guardaban rencor hacia los Fatui.