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Su madre la miró y exhaló con pesar

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Su madre la miró y exhaló con pesar.

—Así que deseas partir a Kenia. Está bien, no puedo impedirlo si es lo que anhelas —aceptó resignada su progenitora—. Solo te ruego que no sigas maltratando tu cabello; un corte uniforme siempre resulta más elegante y es la opción más acertada.

—Bien sabes que desde mi altercado con Gigi, me ha sido imposible mantener mi cabellera en óptimas condiciones —se lamentó con dramatismo.

—Lo sé. Espero que pronto logren reconciliarse —expresó, revelando su inquietud por la desavenencia entre sus hijas.

Si bien anteriormente habían tenido diversas rencillas, jamás habían llegado al extremo de cesar su comunicación.

—Transcurrirá tiempo —indicó (__) a su madre, mientras esta llevaba una de sus manos al rostro.

—Lo sé. Es una lástima que esto haya ocurrido. Les ruego que al menos finjan cordialidad frente a su padre; es demasiado sensible —aconsejó Cheli, recordando la vulnerabilidad de su marido respecto a sus dos hijas.

Él siempre se esmeraba en hacerlas felices y mantenerlas unidas. Era un padre sumamente presente e involucrado en la educación de sus vástagos, a pesar de su apretada agenda laboral. Para él, su familia lo era todo y siempre lo sería.

Si se enterara, indudablemente se sumiría en la depresión y se sentiría profundamente culpable por no haber estado presente para guiarlas.

—No te preocupes, papá no se enterará. Ya le informé de mi viaje a Kenia. Aseguró que irían a visitarme sin falta si me quedaba demasiado tiempo allí. Dice que no soportaría estar más de un mes sin ver a su bebé —relató, mientras sus mejillas se teñían de rubor por la vergüenza que sentía.

—Era de esperarse por parte de tu padre —comentó su madre, para después dejar escapar una risa vibrante.

No podía evitar imaginar lo enternecedor que se vería su esposo haciendo pucheros. Simplemente adoraba esa faceta de su cónyuge. Gigi se asemejaba tanto a ella en personalidad, mientras que (__) era más parecida a su padre. (__) Era una persona emocional, mientras que Gigi era racional. Una sentía y la otra pensaba.

No obstante, Gigi había cruzado un límite al intentar forzar a su hermana a hacer algo en contra de su voluntad. Confiaba en que (__) tomaría las decisiones correctas y lograría su libertad, sin ocultar algún día su condición como joven de la jerarquía Zeta ante sus seres queridos. Sin embargo, el temor la había embargado durante mucho tiempo.

—Mamá, se está haciendo tarde y mañana mi vuelo parte a las siete de la mañana. Me alegro de haberte visto; nos veremos en unos meses —se despidió (__) de su progenitora con un fuerte abrazo, siendo correspondida por su madre.

—Cuídate mucho y toma muchas fotografías. No olvides enviarnos mensajes y llamarnos si necesitas algo —le recordó su madre, mientras (__) asentía para después partir rumbo a la academia.

Durante el trayecto, reflexionaba sobre diversas cuestiones. Había solicitado a sus padres que no revelaran nada sobre su viaje a Kenia, que no mencionaran nada a Gigi al respecto, con el pretexto de que sería capaz de perseguirla hasta África.

No dudaba que fuera capaz; sabía perfectamente que era muy probable que lo hiciera. Pero realmente necesitaba distanciarse de su hermana por un tiempo.

Cuanto más lejos estuvieran, mejor. Una vez llegó a la academia, se dirigió hacia su habitación. Sus pasos se detuvieron frente a la recámara donde solía dormir Choso.

Consciente de que aquello era obra de su Zeta interior, suspiró profundamente y llamó suavemente a la puerta de Choso. Deseaba verlo una vez más antes de partir.

Observó cómo el azabache abría la puerta y sintió cómo su frecuencia cardíaca se aceleraba con solo verlo. Hacía tiempo que no lo veía.

—Hola. Lamento molestarte, solo quería verte —se disculpó. Bajó la mirada avergonzada, sintiéndose en ese momento como si hubiera sido reprendida por su padre cuando era niña.

—Oh...

La incomodidad era palpable en el ambiente. (__) acortó la distancia y lo abrazó con fuerza, aspirando sus feromonas. Le agradaba aquel aroma que emanaba. Choso correspondió al abrazo.

La joven Zeta se puso de puntillas y besó aquellos labios. Fue un beso casto y se apartó rápidamente del mayor. Sin embargo, este la tomó de nuevo entre sus brazos, inclinándose para besarla nuevamente.

El beso fue mucho más profundo, llevando sus manos al rostro de (__). El azabache fue retrocediendo paulatinamente, adentrándose en su habitación, no sin antes cerrar la puerta para obtener mayor privacidad.

Añoraba pasar tiempo con su destinada. Extrañaba su presencia. Realmente lo hacía.

 Realmente lo hacía

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Mordidas  [ Choso x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora