XVII JEONGHAN

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DIOS MÍO.

Dios mío.

No sucedió. No puede ser. Él no lo hizo. No pudo haberlo hecho. ¿Qué diablos acabo de hacer?

Seungcheol se irguió, respirando con dificultad. Sus ojos se estrecharon; su boca se encontraba empapada y roja.

Mis mejillas ardían, mi corazón palpitaba como si hubiera corrido diez kilómetros.

¿Qué fue eso?

¿Qué truco hizo para quitarme todo rastro de conciencia, de decoro y de odio? ¿Cómo pude retorcerme de esa manera? ¿Sonar de esa manera? ¿Correrme de esa manera?

Me corrí.

Él me hizo correr.

Mi captor me lanzó libre por un dichoso segundo, concediéndome algo que nadie más me dio. Las chispas, las oleadas y mi mente girando. Quería más. Lo quería ahora.

Seungcheol se limpió la boca, tratando infructuosamente de ocultar la lujuria brillando en sus ojos. Sólo dio, no tomó nada. Hizo lo que dijo.

Alejaré todo.

La única cosa en la que podría centrarme era en él. La habitación de los hombres no importaba. Sus lenguas, toques y agradables susurros de agradecimientos se fueron. Fueron reducidos a cenizas gracias a la explosión que él me produjo. Ya no me encontraba a merced de la habitación. Poseía la habitación.

Entonces todo regresó.

Mi primer orgasmo me lo dio un hombre cuyo padre mató a mi madre.

Mi privacidad fue completamente despojada por el hombre que me robó a mi familia. Me hizo dormir con los perros.

Jugó con mi cabeza.

No le importó una mierda.

¿Por qué era tan inteligente? ¿Tan perfectamente diseñado para este juego?

Luché para sentarme. Los dos hombres que sostenían mis muñecas me dejaron ir, y me senté, envolviendo los brazos alrededor de mi torso.

El estallido caliente que hizo que todo alrededor pareciera tan intrascendente, se desvanecía con cada rápido latido de mi corazón. Era como estar en el ojo de la tormenta. Seungcheol me concedió silencio.
Compartió su silencio y calmó mi mente de todo lo que sentía. Pero ahora la tormenta cobró fuerza, aullando, retorciéndose, succionándome de regreso al túnel de los horrores.

Ojos.

Había muchos ojos sobre mí. En cuadros y reales. Hombres que me vieron desnudo. Hombres que lamieron cada centímetro de mí. Hombres a los que no les importaba si vivía o moría.

Deja que te controle.

Deja que tu cuerpo gobierne tu mente.

Déjate caer.

La pena me inundó. No podía quedarme allí por más tiempo. No podía sentarme allí sintiendo escalofríos residuales en mi polla y trasero. No podía fingir que todo era aceptable.

Seungcheol sonrió, su respiración calmándose mientras arrastraba sus grandes manos por el pelo. Mi corazón se rompió en pedazos. ¿Cómo podía darme algo tan increíble cuando me odiaba? Sus estados de ánimo cambiantes, y su cara ilegible me confundían. Peor aún, me molestaban.

Repulsión visceral y horror me atravesaron como una tormenta creciendo con fuerza. Mis pulmones se quedaron sin aire mientras volaba hacia la oscura pared.

El prisionero complaciente desapareció bajo un tsunami de ira. Esto no estaba bien. Nada de esto estaba bien. ¡Esto no está bien!

Formando puños con mis manos, me deslicé fuera de la mesa. Manteniéndome alejado de Seungcheol, le mostré mis dientes; el primer hombre que me elevó a un pico que nunca alcancé antes.

Deuda de Sangre (D.S #1) Jeongcheol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora