Capítulo Dos

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Seokjin estaba furioso. No sólo con el pequeño monstruo Jeon, sino que consigo mismo por haber sido tan ingenuo y haber caído frente a la dulce sonrisa de conejo que el menor le había dado.

Ahora estaba encerrado en ese cuarto. No habían ventanas, sólo dos malditas puertas cerradas con llave. Seguro que el mocoso ese, ya debía estar de vuelta en su cuarto riéndose de él.

Trató de concentrarse y pensar en qué hacer. Bueno lo primero era gritar y golpear ambas puertas. Pero al cabo de diez minutos de incontables "¡AYUDA! y de sentir sus nudillos y palmas arder por los golpes dados a la puerta, se rindió. La casa era tan grande, que obviamente nadie lo escucharía. Su única esperanza era, que el Señor Jeon lo extrañara y lo buscara. Tenía su celular, pero no tenía aún el teléfono de su jefe o el de esa casa. Tendría que conseguirlos en cuanto saliera de ahí... Si es que salía...Seguía pensando en Jungkook y su comportamiento. Él lo había mirado bastante. Era un joven casi tan alto como él, de rostro agradable, buen cuerpo... ¡Mierda! el chico era un demonio y él pensando en su "buen cuerpo". Cansado se dejó caer sobre un viejo sofá que estaba en esa sala.

Jeon Hyuk pensaba que Seokjin se estaba demorando más de lo normal, así es que decidió llamar al señor Choi, quien le indicó que lo había dejado en su cuarto hacía más de una hora. Cuando ambos se dieron cuenta del tiempo transcurrido, se miraron horrorizados y gritaron al mismo tiempo "¡Jungkook!

Ambos subieron al segundo piso, pero no había rastros ni de Seokjin ni de su hijo. Hyuk comenzaba a desesperarse y pensaba en que locura había cometido Jungkook. El señor Choi le indicó que buscaría por los pasadizos de la casa, mientras le indicó a su jefe que volviera al estudio por si alguno de los dos aparecía. Exactamente, al llegar ahí, su hijo estaba sentado frente a su escritorio.

—¿Por qué no me dijiste que habías contratado a un hombre para el puesto de secretario? y además uno tan guapo —Jungkook miraba a su padre con su sonrisa encantadora, mientras jugaba con un llavero que tenía en sus manos.

—¿Qué le hiciste a Seokjin, Jungkook?, ¡te juro que si le hiciste daño te internaré en una clínica!

Justo cuando Jungkook iba a replicar, apareció el señor Choi, con un Seokjin un poco agitado y que al ver el rostro del mocoso, empuño sus puños dentro de su pantalón.

—¡Seokjin, estás bien!, ¿qué sucedió?

—El joven estaba encerrado en una de los salones interiores—contestó el señor Choi—alguien al parecer le puso llave a ambas puertas— mirando fijamente a Jungkook—. Creo que esas llaves me pertenecen joven—y estiró su mano para que se las entregara.

—¿Encerraste a Seokjin?, ¡por Dios Jungkook! ni siquiera te lo he presentado y ya comenzaste con tus tonterías. ¡Pídele disculpas!

Seokjin que hasta ese momento no había dicho nada, observaba la escena. Evidentemente el señor Jeon no tenía ningún control sobre su hijo y el señor Choi era una especie de "abuelo sobreprotector" del monstruito aquel. Él sabía que no se disculparía y tampoco quería hacer un lío por una estupidez.

—Señor Jeon, no se preocupe. Conocí a Jungkook hace un rato. Y al parecer él pensó que yo venía a ser su compañerito de juegos. Mi hermano de ocho años siempre que quiere llamar mi atención, me hace bromas así. Usted sabe cómo son los niños...

Jungkook giró su rostro hacia el bonito nuevo secretario de su padre, furioso...¿Qué se creía al compararlo con su hermanito de ocho años?, y llamarlo niño...

—Ya soy mayor de edad por si no lo sabías Seokjin-hyung—esta última palabra diciéndola en un tono bastante burlesco—. No me puedes comparar con un niño de ocho años...

El Secretario de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora