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Capítulo cuarenta y seis:  Besos eternos. 

Los labios tienen su propio lenguaje del amor, de la guerra y de la venganza.

✞

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— ¿Ader? —Mi voz fue lo suficientemente alta para hacer saltar a quien sea, pero al parecer, no a Ader. El Riox del medio simplemente se enderezó, segundos antes estaba encorvado mientras rebuscaba en las gavetas de la cómoda de Trevor. Si de algún modo le afectaba o quizás le avergonzaba haber sido descubierto por mí, no lo demostró. — ¿Qué diablos crees que estás haciendo?

Me paré justo en medio de la puerta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido a más no poder.

—Fuera. —Dijo con simpleza. Su voz no había sonado brusca; sino que fue baja, libre de emoción.

— ¿Hablas en serio? —Me reí, sin gracia. — Te encuentro fisgoneando en la habitación de Trevor, ¿Y pretendes que me haga de la vista gorda?

Ader por fin volteó, su rostro marcado en líneas peligrosas. Lucía rabioso, en contraste con lo suave que fue su tono antes.

—Claro, seguro que le cuidas la habitación al idiota de tu nuevo novio. Porque eso es lo tuyo, ¿No? —Dio un paso hacia mí, amenazante y levantó un dedo para señalarme de arriba a abajo. — Coleccionar hombres que estén jodidamente locos por ti, porque no te conformas con uno.

Rodé los ojos, sin dejarme tocar los ovarios por sus estúpidas palabras ardidas. —Hermoso intento de distracción. ¿Qué mierda buscabas? —Esta vez, fui yo quien dio un paso en su dirección. —Mejor debería preguntarte, ¿Qué mierda tienes en el bolsillo trasero de tu pantalón?

Nuevamente, no se mostró sorprendido porque lo supiera. Ader sabía mejor que nadie que pocas cosas se escapaban a mis ojos, ante mis escrutinios.

Su comisura derecha se alzó, una sonrisa nociva e insana que solo me hizo fruncir el ceño con más ímpetu.

—Mantente fuera de esto, Phoenix. — Pretendió pasarme por el lado como si nada, y aproveché para introducir la mano en el bolsillo y sacar lo que se había robado, sabiendo muy bien que sus reflejos eran insanamente perfectos.

No obstante, lo conseguí y él ni siquiera luchó ante ello. 

Era una... ¿daga? 

Sí, una daga. 

El mango era negro, parecía de cuero, tenía incrustaciones de pequeños pero brillantes y  hermosos diamantes rojos. Era pesada, muy pesada, eso me dio un indicio de que aquellos diamantes no eran falsos. El filo brillaba, finito y sigiloso, y en el costado tenía un grabado en letras italicas que al leerlo, me aporreó el pecho con fuerza.

«Deadly printsessa»

—¿Robaste eso de la colección de Trevor?

Esto... ¿Iba a ser mío?

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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Phoenix. © [DL #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora