Capítulo 9: Entre sombras y lujo

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                               Asher

Desde nuestra posición apartada en la esquina del club, observé cómo la multitud se movía al ritmo de la música. Scarlett, a mi lado, parecía relajada y disfrutaba de la conversación, aunque sabía que una parte de ella estaba intranquila por mi presencia. Habíamos compartido una charla animada y ella ya no se encontraba tan tensa como había estado inicialmente.

Cuando fui a buscar las bebidas, aproveché la oportunidad. Saqué una pequeña pastilla de mi bolsillo y, con un movimiento rápido y preciso, la dejé caer en la bebida de Scarlett mientras el barman no miraba. La pastilla se disolvió rápidamente, sin dejar rastro. Regresé con las copas y le entregué una a Scarlett, quien la aceptó con una sonrisa.

— Brindemos por tu nuevo éxito —dije, levantando mi copa.

Ella sonrió y chocamos nuestras bebidas. Observé cómo bebía, sus ojos brillando con la emoción del momento. Continuamos hablando, y poco a poco vi cómo sus movimientos se volvían más lentos y sus palabras, más arrastradas.

— Asher, me siento... rara —murmuró, tratando de mantener el equilibrio.

Me acerqué a ella, sosteniéndola por la cintura con una expresión de preocupación fingida.

— Tranquila, haz bebido de más, el bullicio de las personas y la música alta te está comenzando a marear —susurré.

Mientras ella terminaba su bebida, noté cómo sus párpados comenzaban a cerrarse y su cuerpo se volvía más inerte. Finalmente, quedó completamente inconsciente. Aprovechando que todos en el club estaban centrados en sus propios asuntos y que los guardias de seguridad ya habían sido pagados para cubrirme, la cargué en mis brazos. Nadie se percató de nuestra salida.

La noche estaba en silencio cuando llegamos al coche que había preparado. Coloqué a Scarlett en el asiento trasero y cerré la puerta con cuidado. Antes de abordar el avión, lancé su bolsa al contenedor de basura más cercano, eliminando cualquier posibilidad de que su teléfono fuese rastreado.

El jet privado estaba listo para despegar. Colocando a Scarlett en un asiento cómodo, me aseguré de que estuviera bien sujeta antes de tomar mi lugar.

— ¿Todo listo, señor? —preguntó uno de los pilotos.

— Sí, podemos despegar —respondí, mirando a Scarlett una última vez antes de que el avión comenzara a moverse.

Mientras ascendíamos a los cielos, observé cómo ella dormía profundamente, ajena a lo que ocurría a su alrededor. En mi mente, repasaba los próximos pasos. Scarlett pronto descubriría la verdadera naturaleza de nuestro acuerdo, y tendría que adaptarse a su nueva realidad.

El viaje a Italia transcurrió sin contratiempos. Al aterrizar en el aeropuerto privado de la Toscana, un coche nos esperaba para llevarnos a la villa. La carretera serpenteaba a través de viñedos y colinas verdes, el paisaje italiano era tan hermoso como sereno.

La villa, ubicada en lo alto de una colina, era un espectáculo de lujo y opulencia. Una estructura imponente de estilo renacentista, con muros de piedra y ventanas arqueadas, rodeada de jardines perfectamente cuidados. Al llegar, un gran portón de hierro forjado se abrió para dejarnos pasar, revelando un camino de adoquines que conducía a la entrada principal.

La fachada estaba adornada con enredaderas de glicina, y una fuente de mármol en el centro del patio burbujeaba suavemente, creando un ambiente tranquilo y elegante. Dentro, la villa era aún más impresionante. El vestíbulo de entrada era amplio, con suelos de mármol pulido y una escalera de caracol que se elevaba majestuosamente hacia los pisos superiores.

Las habitaciones estaban decoradas con muebles antiguos, tapices elaborados y arte original en las paredes. Las ventanas, con vistas a los jardines y al paisaje toscano, de día dejaban entrar la luz del sol, bañando todo en un cálido resplandor dorado. Cada detalle había sido cuidadosamente seleccionado para reflejar la riqueza y el estilo del lugar.

Llevé a Scarlett a una de las suites principales, un espacio amplio y lujoso con una cama de dosel, cortinas de seda y una chimenea de mármol. La coloqué suavemente en la cama, asegurándome de que estuviera cómoda antes de retirarme.

Mientras la observaba dormir, no pude evitar sentir una mezcla de satisfacción y anticipación. Había logrado traerla hasta aquí, y ahora comenzaría una nueva etapa. Scarlett descubriría que, aunque había firmado un contrato de trabajo, lo que realmente había aceptado era un destino mucho más complejo.

Cuando salí de la habitación de Scarlett, cerrando la puerta con suavidad, uno de mis guardias ya estaba esperándome en el pasillo.

— Señor, el personal está reunido en la sala, tal como ordenó —me informó.

Asentí y lo seguí por el largo corredor, bajando la majestuosa escalera de mármol hacia la gran sala. Al entrar, vi a todo el personal laboral reunido, expectantes y silenciosos. Sus ojos se posaron en mí con una mezcla de respeto y temor. Este era un momento crucial; debía asegurarme de que todos comprendieran la importancia de su nuevo deber.

Caminé hasta el centro de la sala, sintiendo la atención de todos fija en mí. Los observé uno por uno antes de comenzar a hablar.

— He traído a Scarlett hasta aquí para que sea parte de nuestra vida en esta villa —dije con voz firme—. A partir de ahora, su bienestar es su máxima prioridad. Debo dejar algo muy claro: si Scarlett sufre un solo rasguño mientras yo no esté, no dudaré en tomar medidas drásticas contra quien sea responsable. ¿Entendido?

Las cabezas asintieron rápidamente, el miedo reflejado en sus rostros. Me giré hacia el cocinero, un hombre robusto y experimentado.

— Tú —dije, señalándolo—, te encargarás de preparar los mejores platillos para Scarlett. Quiero que disfrute de cada comida que se le sirva.

El cocinero asintió vigorosamente.

Luego, dirigí mi atención a la sirvienta principal, una mujer de mediana edad con una expresión preocupada.

— Tú te asegurarás de que Scarlett se sienta cómoda y bienvenida. Cubre todas sus necesidades y haz que su estancia aquí sea lo más agradable posible.

La mujer asintió rápidamente, sin levantar la mirada del suelo.

Finalmente, me volví hacia los guardias de seguridad, diez hombres que se mantenían firmes y atentos.

— Y ustedes —dije con tono severo—, mantendrán a Scarlett a salvo. Nadie entra ni sale de esta villa sin mi autorización. Bajo ninguna circunstancia debe permitirse que Scarlett salga de aquí. ¿Entendido?

Los guardias asintieron con determinación.

— Recuerden —añadí—, su bienestar es su responsabilidad. No quiero errores.

Con eso, di por terminada la reunión y los despaché con un gesto de la mano. Mientras se dispersaban para volver a sus deberes, me dirigí a mi despacho, sintiendo que el peso de la responsabilidad recaía sobre mis hombros. Nadie que no fuese yo, podría tocarle siquiera un pelo.

Vínculos Prohibidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora