Capítulo 41

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"Ningún precio es lo suficientemente alto como para que no sea considerado viable".

Miedo, Confusión, Agobio y Desesperación.

Eran las emociones que abrumaban al joven, que se encontraba perdido en un laberinto de incertidumbre y terror. No reconocía el lugar, ni cómo había llegado allí. Sus pequeñas manos, que deberían haber estado jugando en lugar de luchar, estaban teñidas con la sangre de seres inimaginables, con los que fue forzado a combatir en una arena de pesadillas. Alzó la vista hacia el ventanal, un espejo gigante que le devolvía la imagen de un guerrero diminuto, con ropajes que parecían beber la luz roja del ocaso, empapados en el líquido vital de criaturas caídas. Sus ojos, dos joyas vivas, no reflejaban la inocencia típica de la infancia. El izquierdo, un rubí que competía en brillo con la más preciosa de las gemas, y el derecho, una esmeralda que guardaba el misterio de antiguas selvas. Avanzó con pasos vacilantes hacia el cristal, extendiendo su mano derecha, dejando una huella sangrienta que se superponía a su reflejo. Pero lo que veía no era un niño, sino la encarnación de un monstruo, un ser que la humanidad temería y rechazaría.

Giró la cabeza hacia la izquierda, como si esperara encontrar respuestas o quizás una salida en su reflejo. El movimiento fue imitado al instante por la silueta en el cristal. Su puño se cerró con determinación, y lanzó un golpe contra el ventanal, esperando quizás, quebrar la barrera entre él y el mundo. Pero el cristal permaneció intacto, desafiante.

Odio, Ira, Angustia y Desenfreno.

La frustración se acumulaba como una tormenta en su interior, y con ella, la fuerza de sus golpes aumentaba. Otro puñetazo se estrelló contra el mismo punto del cristal, esta vez con el doble de fuerza, dejando una marca apenas perceptible. Los golpes se sucedían, primero con la mano derecha, luego con la izquierda, cada uno más fuerte que el anterior, como si con cada impacto intentara romper no solo el cristal, sino la realidad misma que lo había convertido en lo que era. Finalmente, con un cabezazo desesperado, dejó una grieta visible en la superficie, un signo de su determinación y su dolor. A pesar de todo, el cristal se mantenía en una pieza, al igual que el niño, que, a pesar de las circunstancias, seguía luchando por encontrar su lugar en un mundo que parecía haberlo olvidado.

—Doctor, ¿no le inquieta la posibilidad de que el cristal ceda? —inquirió la científica, ajustando sus lentes con un gesto mecánico, su cabello dorado cae en cascada sobre sus hombros, tan brillante como los granos de arena bajo el sol del mediodía—

—No, no lo hará. —respondió una voz masculina, cargada de una confianza que rozaba la arrogancia. Su cabello, salpicado de canas plateadas, es testimonio de su experiencia, mientras que sus ojos, oscuros como la noche sin estrellas, no traicionaban emoción alguna—

—Pero si llegara a suceder... —insistió la doctora, ahora con una mirada inquisitiva dirigida hacia su superior. Él giró sobre sus talones para enfrentarla, la placa en su uniforme proclamaba un apellido: "Tyler"—

—Insisto, no sucederá. —repitió el científico con firmeza. Frente a la doctora Dosson, cuyo nombre se leía claramente en su bata, el hombre desvió su atención hacia la derecha, observando a través del ventanal— Procedan a sedarlo. Y retiren los cuerpos. —ordenó, mientras mordisqueaba una manzana con desdén y la ofrecía a la científica de cabello áureo— Todavía no está preparado para lo que viene.

[...]

Un hombre, cuya presencia imponía un silencio absoluto, se mantenía erguido, inmóvil como una estatua de disciplina militar. Su estatura imponente lo hacía destacar entre el grupo de científicos congregados a su alrededor, sus ojos fijos en un punto distante, el mentón alzado en un gesto de autoridad indiscutible. Más allá del ventanal, se hallaban Peter Randall, el general de la Blackwatch, y su hijo adoptivo, Zackary Wells.

Un Prototipo en DxD (Remake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora