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—A-agus qué haces?—le pregunto cuando se sube a la cama.

—Dijiste que no me atrevería. Y te estoy demostrando que sí.

Se pone entre mis piernas. Yo todavía tengo el pantalón pero sigo en corpiño y me esta empezando a poner nerviosa.

No creo que vaya más allá de esto. Que solo un simple jugueteo. Un va y viene.

Pero entonces baja su cabeza a mi cuello y entierra su boca en mi piel. Mi respiración se descontrola cuando entiendo que sí, mierda que sí se atrevería. Y lo está haciendo.

—A-agus—vuelvo a repetirle—. Sabes que esto está mal—me la arreglo para decir. Y aunque yo también lo sé, igual no quiero que pare. Sus labios se sienten demasiado bien.

Sigue torturando mi cuello con sus dientes. Yo no soy tan fuerte, me retuerzo de las cosas que me hace sentir y en vez de separarlo lo agarro de la nuca y lo acerco más a mi. Aprieto mis piernas intentando calmar el dolorcito que empieza a formarse en mi entrepierna. Los besos en el cuello son mi debilidad y Agus parece muy entretenido en su labor.

Baja sus labios a mi corpiño y empieza a jugar con las tiras de éste. Cuando levanta la mirada y me ve a los ojos no sé qué es exactamente lo que ve pero parece alentarlo porque me desabrocha el pantalón y me lo saca de un tirón.

Pasea su mirada por mis piernas y las acaricia en el camino. Se vuelve a poner entre el medio y me las abre incluso más. Roza su erección contra mi y aunque los dos tenemos la ropa interior puesta lo siento tanto que no puedo evitar el gemido que se me escapa. No puedo esperar a tenerlo desnudo sobre mi.

—¿De verdad pensaste que no me atrevería?—su voz suena más ronca de lo normal y ya no
tiene el tono juguetón de antes. No; ahora va en serio—. Me pones así cada vez que te veo y pensas que si tengo la oportunidad no voy a aprovecharla.

Me saca toda la ropa restante y él hace lo mismo con la suya. Me quedo apreciando su cuerpo desnudo ceñido sobre el mío.

Esta vez no solo roza, directamente se empuja y me estrella contra el colchón con todo.

—Agus deja de jugar. Si lo vas a hacer hacelo y si no, no sigas provocando para nada.

Agus me mira con la sonrisa más oscura que le vi nunca y me come la boca sin responderme nada. Se tira a saborear mis labios y lo hace de manera muy desesperada, con hambre. Mueve muy firmemente sus suaves labios encima de los míos y no desaprovecha situación cuando abro la boca y mete su lengua recorriendo todo de mi. No miento cuando digo que es el beso más caliente que me dieron nunca.

Me imaginé besándolo en varias oportunidades pero esto le pasa el trapo a mis expectativas, su boca es demasiado exquisita para mi pobre corazón.

Empieza a tocarme directamente en la piel más sensible de todo mi cuerpo. Ahogo gemidos en su boca, acercándolo a mí lo más que puedo. No pienso en nada más que no sea su cuerpo sobre el mío y sus labios succionandome hasta el alma. Mueve sus dedos primero con movimientos lentos pero después empieza a hacerlo rápido y sin piedad como si estuviera jugando con la palanca de la play. Tiemblo en sus manos como si fuera la primera vez que me tocan. Los espasmos inconscientes que tiene mi cuerpo parecen alentarlo a seguir.

—Agus—suspiro en sus labios. El placer es tanto que estoy ya tiritando abajo de él sin poder detenerme. Le araño la espalda para intentar contener tanto descontrol. Ya no quiero más juegos, quiero que me meta con todo y me deje rota.

Cuando el deseo es tanto me subo encima de él, empujándolo a la cama. No vaya a ser que cambie a último momento de opinión y se quiera ir. Porque yo ya no estoy para echarme para atrás.

Agustin GiayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora