CAPÍTULO 9

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SeokJin

El local estaba lleno de gente. Luces, música, alcohol, cuerpos que se movían sugestivamente... El Encoder era todo lo que se podía esperar de un local de moda. No sé si sería uno de los negocios que tenía la familia Min, pero el personal no solo conocía a NamJoon, sino que le trataba con un respeto y complacencia demasiado... ¿Cómo decirlo? NamJoon no era como JungKook, no vivía la noche tan intensamente y, aun así, parecía que allí era un cliente asiduo, o al menos muy conocido, y a todas luces VIP.

Le ofrecieron un reservado en la zona más privada, pero NamJoon pidió un lugar más cercano a la pista de baile. Sabía que no era para bailar, NamJoon no era de los que se lanzaba a marcarse unos pasos de baile. No, NamJoon era de los que se apostaba en su puesto de vigilancia y observaba. No, espera, ese era YoonGi, NamJoon era el que tan solo hablaba de negocios con las personas que le acompañaban. Era un tipo algo seco, demasiado serio. Pero... ¡Mierda! Algo iba mal: sus manos estaban sobre mis caderas y su barbilla me raspaba el cuello mientras sentía su cálido aliento erizar el vello de mi piel. Su duro cuerpo se apretó contra mi espalda, haciéndome sentir pequeño. Mis músculos se volvieron blanda masilla, dejándome caer sobre NamJoon, acomodándome a sus formas. Y, ¡mierda!, ¡qué formas! Aunque llevara puesto ese formal traje, aún recordaba qué aspecto tenía sin él. Recordaba vagamente algunos tatuajes, algo que no le pegaba en absoluto; no es que no encajaran en su cuerpo, es que lo transformaban, era otro NamJoon.

—Relájate, nene.

¿Más? Si me relajaba un poquito más, me convertiría en un charco de mermelada sobre su traje planchado a la perfección. Me giré sobre mis pies, para poder mirarle a los ojos sin tener que retorcerme el cuello en el intento. ¿Quería una buena actuación? Pues se la iba a dar. Por alguna razón que no quería analizar en aquel momento, tenía ganas de ponerles a todos, sobre todo al estirado de mi jefe, con tal calentón que les derretiría los pantalones. Recordé la barra de pole dance de JiMin, los movimientos que le vi hacer sobre ella. Sensuales, eróticos, provocadores... Mi instinto depredador tomó el control, y no me importó. Era una interpretación, ¿no?, pues que se prepararan todos, porque iba a ganarme un Óscar y, de paso, iba a explorar bien a este pedazo de carne.

Mis tacones eran lo suficientemente altos como para rozar los labios de NamJoon. Podía respirarle, podía sentir el calor de su aliento sobre mis labios resecos. Deslicé las manos por su chaqueta, siguiendo las solapas de manera ascendente, hasta llegar a la corbata, y empecé a deshacer el nudo mientras tiraba de ella. Una de sus cejas se alzó, pero no dijo nada. Sus manos se deslizaron con suavidad hacia ese punto en que mi espalda se funde con mi trasero. Tenía que estar dejando marcas en la tela de mi vestido, porque sus dedos eran unas malditas ascuas al rojo vivo. Calentaban mi piel como si nunca antes hubiese sentido el calor. Y sé lo que es el calor, mucho calor, me crie en Arizona.

—Se supone que soy tu nuevo amante, NamJoon. No seas tímido.

Se separó de mí unos centímetros, alzando esa ceja suya otra vez. ¿Sorprendido? Creo que sí. Pero era un tipo que se recuperaba bastante rápido. Mi lengua casi no tuvo tiempo de humedecer mis labios, cuando su boca ya estaba sobre la mía. Sus dedos se clavaron en mi trasero, apretándome contra él. ¿Quién dijo que Min NamJoon era el hombre de hielo? Podía estar construido como una maldita roca, pero era caliente como el infierno. En menos de un segundo, me devoraba sin posibilidad de escape, pero es que no quería hacerlo. Es más, me aferré a él como si fuera a caer desde un precipicio de mil metros. Olvídense de las lapas, a mí no habría quién me sacara de allí, ni con un martillo hidráulico.

Min NamJoon no besaba, Min NamJoon conquistaba y no tomaba prisioneros.

Cuando conseguimos separarnos lo suficiente para respirar, escuché la voz amortiguada de Ivan a nuestro lado.

—Su hermano quiere hablar con usted. —NamJoon miró el teléfono que le tendía Ivan y frunció el ceño mientras lo tomaba.

—¿Por qué narices no me llamas a mi teléfono? —Lo vi sacárselo del bolsillo de la chaqueta, al tiempo que comprobaba algo en él. —Sí, bueno... Olvidé poner el modo vibración. Aquí hay mucho ruido. —Me dio esa mirada que decía «no lo noté porque estaba distraído con otra cosa». Su mandíbula se tensó y sus dedos se pusieron blancos alrededor del teléfono junto a su oreja.

—Entiendo. —Lo miré confundido. Algo estaba pasando, y no era bueno. —Ya se me ocurrirá algo. Nos vemos mañana, YoonGi. —Colgó y le devolvió el teléfono a Ivan. Luego me tomó por la cadera, me acercó a él y pegó su frente contra la mía.

—Alguien ha entrado en mi apartamento.

—¿Qué?

—Las alarmas saltaron, y las cámaras de seguridad han registrado a un par de tipos merodeando dentro.

—¿Crees que pueden ser hombres de Medina?

—El primer día que salgo de noche en mucho tiempo y alguien decide aprovechar eso para entrar en mi casa. No suelo estar fuera de casa a estas horas. Quien sea, sabe que estoy ocupado en otro lugar.

—Entonces hay pocas posibilidades. ¿Qué piensas hacer?

—YoonGi ha sugerido que les deje hacer lo que hayan ido a hacer, que crean que no hemos notado su intrusión. Después mandará a sus hombres a hacer un control.

—Supongo que tu ex conoce las medidas de seguridad de tu apartamento.

—Las amplié cuando descubrí que algo raro estaba pasando con él. Instalamos algunas

medidas extra, y cámaras de seguridad. Leo no estaba al tanto de ellas.

—Y van a aprovechar esa ventaja ahora.

—YoonGi me informará detalladamente mañana, pero esta noche tengo que dejarles el campo libre a todos.

—¿No te dejan volver a casa? Pobrecito.

—Bueno, siempre puedo quedarme a dormir en casa de mi amante.

Ahora el que alzó la ceja de forma inquisitiva era yo. ¿Dormir en mi casa? Mi minúsculo apartamento tenía solo una habitación, y mi sofá era una miniatura de dos plazas, lo justo para no quedarme dormido cuando veía alguna película en mi día libre. Ni de coña iba a entrar el enorme cuerpo de NamJoon en esa miniatura de mueble. La única opción era... Uuuuh, esto se ponía serio.

Antes de que pudiese decir nada, me tomó de la mano y comenzó a arrastrarme por el local hacia la salida. La idea de dormir en mi casa le había metido prisa en el cuerpo. El SeokJin desenfrenado estaba dando saltitos de alegría, pero el SeokJin racional estaba gritando como un histérico, buscando alternativas para no compartir mi cama con ese pedazo de hombre.

Min's Family (NJ) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora