Min's Family (NJ) 3

CAPÍTULO 8

NamJoon

—Cambio de destino, Iván. Llévanos al Encoder.

—Sí, señor. —Sentí la mirada interrogante de SeokJin y me giré hacia él para aclarar las cosas.

—¿Qué tipo de espectáculo estás dispuesto a ofrecer a Medina?

—¿En qué estás pensando?

—En una noche de fiesta con mi chico.

—Creo que eso puedo hacerlo.

—Tendrás que ser muy cariñoso conmigo, nene.

—Puedo ser de azúcar si quiero, Iceman.

—¿Iceman?

—¿No conocías tu apodo en el FBI? Me sorprende. Creí que tenías un oído en la misma central. Al menos Bloom así lo creía.

—Bloom pensaba demasiadas cosas sobre nosotros que no son verdad. A estas alturas ya deberías saberlo.

—No sé, tú has dicho que un tigre sigue siendo un tigre, aunque esté domesticado. Aunque yo añadiría eso de que «un tigre jamás perderá sus rayas».

—Céntrate, nene. ¿Cómo de cariñoso vas a ser conmigo?

—Vaya, estás juguetón, ¿eh?

—Solo quiero saber hasta dónde puedo ir sin hacerte sentir incómodo.

—Tú tranquilo, si te sobrepasas, te daré el alto.

—Eso me da miedo.

—Eres un Min, tú no tienes miedo.

—Pero ¿qué les dijeron de nosotros en el FBI?

—Oh, muchas cosas interesantes, pero no pienso decírtelas. Secreto profesional.

—Lo respeto.

—Hablando de trabajo. ¿Medina exactamente quién es en Las Vegas?

—Seguro que conoces la historia de Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano.

—Imposible no conocerla.

—Cuando murió en el 93, surgieron varias cabezas que pretendieron ocupar su puesto, incluso algunas familias trataron de retirarles del negocio y ocupar la hegemonía. Ya sabes, como las dinastías reales.

—A rey muerto, rey puesto.

—Bien, una de esas familias fueron los Salazar, e hicieron un gran trabajo, pero no alcanzaron el nivel de los Escobar. Hoy en día, aún siguen luchando por hacerse con el primer puesto de distribuidores en EE. UU.

—Y Medina es su peón en Las Vegas.

—Alberto Medina es un mono trepador, que su tío Carlos Salazar envió bien lejos de Colombia. Las ratas hay que sacarlas del barco, pero a las que son familia no puedes matarlas.

—Espera, espera. ¿Carlos? ¿Ese no es el primo de Medina?

—¿Quién te ha dicho eso?

—El rubio del local. Dijo que Alberto no podía darle tanto como su primo Carlos, y que, si jugaba bien sus cartas, Carlos le daría lo que él quería, tener su puesto de consorte.

—¡Mierda! Esto se complica. —El teléfono volvió a sonar, otra vez YoonGi. Esto de ser tres en esta conversación estaba empezando a tocarme las narices.

—¿Qué?

—Lo quieras o no, Leo va a ser una pieza importante de este juego. Y tenemos que aprovecharnos.

—No pienso volver...

—Lo sé, NamJoon, lo sé. Tan solo digo que si tu chico lo hizo salir y soltar la lengua, tenemos que seguir trabajando en ello. Los celos son muy malos, sobre todo si los juntamos con la envidia y el odio.

—Sí, creo que tenemos una buena cantidad de todo eso.

—Bien. Entonces echemos más leña a esa hoguera. —Alcé la mirada hacia SeokJin. El plan iba pareciéndome más goloso cada vez. Si dejaba las cosas claras desde un principio, podría incluso pasar un buen rato sin resentimientos después.

—La partida se complica, SeokJin. El Carlos que creo que ha entrado en este juego es el hijo del Carlos Salazar que te comenté antes. Su primogénito. Se le conoce como Carlitos o Junior, aunque no creo que con casi 30 años siga haciéndole gracia que le llamen así.

—Y según tú, es malo que Junior esté aquí con Medina.

—Pueden significar muchas cosas. Y tendremos que descubrir si en alguna de ellas están los Min incluidos.

—¿Crees que querrá trabajar con ustedes?

—Los Min no toleramos dos cosas: ni las drogas ni la prostitución, y eso todo el mundo lo sabe. Si Carlitos está tramando algo, será dañino para nosotros, de eso estoy seguro.

—Entonces tendremos que averiguar de qué se trata.

—¿Estás dispuesto a seguir con esto? Aún estás a tiempo de mantenerte al margen. Esto no es un simple servicio de escolta. Estamos hablando de un trabajo totalmente diferente.

—Entré en el FBI para atrapar a tipos como Medina y Salazar. Creo que estoy preparado.

—No somos el FBI, SeokJin. No vamos a detenerlos, no vamos a recabar pistas para meterlos entre rejas.

—Entonces, ¿qué van a hacer?

—Es aquí cuando apelo al contrato de confidencialidad, SeokJin.

—Suéltalo de una vez, NamJoon.

—Los Min tienen una reputación bien merecida, y no es por dar palmaditas en el hombro. Lo que vamos a hacer es lo que siempre hacemos, y es joderles los planes y hacerles pagar por intentar jodernos a nosotros. Nadie juega con un Min.

—Se toman la justicia por su mano.

—Yo lo veo como ahorrar al estado gastos policiales, jurídicos y, sobre todo, tiempo. Es como si un matón te agrede en la calle. Si te defiendes y le das tú la paliza a él, recibirá su castigo más rápido y más efectivamente que si pones una denuncia por agresión.

—Se erigen en policías, jueces, jurado y verdugos.

—Lo sé, no es muy legal, y está mal que un abogado esté metido en todo esto. Pero los de mi oficio suelen estar metidos en cosas peores, créeme. De todas maneras, te estoy dando la oportunidad de quitarte de en medio ahora, de evitar que todo te salpique. —SeokJin entrecerró los ojos y se giró para mirar al frente. No volvió a mirarme y pensé en ese momento que, para él, la función había terminado. Una cosa es jugar a ser espía o agente encubierto y otra muy diferente jugarte el pellejo sin que sea tu obligación.

—No voy a salirme de esto, NamJoon. Si podemos pararle los pies a un narcotraficante, cuenta conmigo.

—Bien. Si sigues en el juego, tendremos que consolidar tu tapadera. La información que sacaste de Leo fue la más importante, así que tendremos que seguir exprimiendo ese filón.

—Quieres que siga explotando sus celos y así conseguir sonsacarle más información.

—Creo que Medina también está tramando algo con Leo. Algo me dice que quería verlos juntos, quizás buscaba una pelea o algo. No sé, tal vez mi cabeza está un poco desbocada.

—Bueno, eso tendremos que ir descubriéndolo. ¿Qué toca ahora?

—Ya he visto que eres bueno improvisando, ¿qué te parece una pequeña actuación para nuestro nuevo público? —Hice un gesto hacia atrás con la cabeza y él entendió. Los hombres que nos seguían tendrían algo que contar a su jefe.