CAPÍTULO 11

172 30 3
                                    


NamJoon

¡Oh, mierda! Cuando le quité ese maldito vestido, encontré la perdición hecha encaje. Un maldito conjunto de ropa interior negro, con un maldito ligero sujetándole las medias, y la pequeña funda de un arma sujeta junto a una de las ligas. Mi entrepierna y mis dedos competían por ser los primeros en llegar a tocar esa tentación. Cuando lo vi empezar a quitar el arma, lo detuve. Ese iba a ser mi trabajo, tenía que hacerlo yo.

No es que yo fuera un tipo de esos tiernos y delicados, normalmente era de los de «al lío». Pero esta vez no podía hacerlo, tenía que absorber cada pequeño detalle, porque sabía que en mi vida no era probable que me encontrara de nuevo con algo así. Era una puñetera fantasía para hombres hecha realidad. Lo tomé de la mano y lo llevé hasta la cama.

—Acuéstate. —Él obedeció, tendiéndose sobre el centro de la cama. Sus codos sosteniendo su torso elevado, sus ojos mirándome y esas malditas piernas cubiertas por esas medias.... Me acomodé entre sus piernas, admirando cómo la tela de su ropa interior se amoldaba como una segunda piel a esa parte que... ¡Señor! Esto era una dulce tortura.

Uno a uno, tomé sus pies y deslicé mis dedos por su empeine, ascendiendo por sus firmes pantorrillas, hasta llegar a sus muslos. Mis dedos acariciaron la suave tela, debajo de la cual estaba ese tesoro abultado y que se veía apretado por la tela. Escuché su respiración profunda, y al alzar la vista vi sus ojos oscurecidos por el deseo, sus dientes aferrando su labio inferior, y maldije para mí. Mis dedos se metieron entre su piel y la suave tela que me separaba de mi recompensa, y todo mi cuerpo tembló ante la sorpresa. ¡Joder, estaba suave y lisa como la piel de un bebé! No había allí ningún rastro de vello púbico, nada, absoluta y jodidamente limpia. La sangre que golpeaba mi erección estaba a punto de hacer que me corriera solo con eso, y ni si quiera lo había visto. Cerré los ojos por unos segundos y respiré profundamente. Sí, respira, tranquilízate NamJoon, o esto acabará demasiado pronto para ti.

—¿Vas a quedarte así toda la noche?

—Dame... dame un segundo.

—¿Estás bien? Pareces un poco congestionado.

—No tienes ni idea. —¿Congestionado? Mi puñetero pene estaba a punto de estallar, ¡claro que estaba congestionado! Noté movimiento bajo mis manos, y me vi obligado a abrir los párpados.

—¿Dónde vas?

—Quizás esto no fue una buena idea.

—¡¿Qué?! ¡Ni de coña!

—Entonces deja de jugar y ponte al lío, Iceman.

—¿Jugar? Te vas a enterar de cómo juego, nene. —Me puse en pie y me bajé los calzoncillos, que viera cuan dentro estaba yo en esto. ¿Y qué descubro en su mirada? Lo que no esperaba. He tenido personas, muchas, y hubo reacciones variadas cuando vieron mi pene. No es pequeño, aunque tampoco es la trompa de un elefante. Yo diría que estoy muy bien dotado, Leo se relamió la primera vez que lo tuvo a la vista. Pero SeokJin, ¡joder!, él lo mira, me mira luego a mí con cara de "Bueno, ¿y ahora qué?".

—Espero que hagas algo con eso, ¿o has olvidado cómo se hace?

—Serás....

Pateé el calzoncillo a un lado y estaba a punto de arrancarle las bragas, que su erección me diga hola y meterme en su interior, cuando recordé que me falta algo. ¡Mierda, el preservativo! ¿Dónde coño dejé la cartera? En mis pantalones, y estos estaban en la única silla que encontré en toda la puñetera casa, en la mini barra de desayuno en la cocina. Tenía que ir por él, pero no iba a dejarlo allí. Lo cogí de la mano, y lo arrastré tras de mí. Lo llevé hasta la sala, lo senté sobre el sofá y le di mi mirada más autoritaria.

—No te muevas de aquí. —Él recostó un codo sobre el respaldo del sofá y sonrió.

—No tenía pensado ir a ningún sitio. —Casi corrí hasta mis pantalones, y saqué el puñetero preservativo de la cartera. Solo uno. Tenía que hacerlo bien a la primera. Caminé de nuevo hacia él y le mostré el paquetito de aluminio entre mis dedos.

—Ahora sí. —Posé el preservativo sobre la mesa de café, y empujé a SeokJin para que cayera de espaldas sobre el pequeño sofá. Sus piernas quedaron colgando y, como si lo hubiese estado haciendo toda la vida, aferré sus bragas y tiré de ellas hasta sacárselas por sus piernas. Elevé sus piernas hacia el respaldo, su pene golpeó su abdomen, dejando que su trasero se elevara desafiante hacia mí, gritando mi nombre. Mi mano se posó allí, acariciando la suave piel, y uno de mis dedos entró en sus profundidades para comprobar cómo estaba de listo para mí. Caliente, húmedo, pero no lo suficiente.

—Todavía no estás listo del todo.

—Me habrá enfriado tanta conve.... ¡Joder!

Sííííí. Mi boca ya estaba allí, haciendo eso que sabía hacer y que los años de práctica habían mejorado. No sé qué me hacía sentir mejor, si haberlo hecho callar de esa manera, o escuchar esos gemidos profundos escapando de su garganta. No es que esa fuese mi parte favorita, pero, ¡mierda!, sentir cómo lo llevaba al orgasmo con mi boca y mis manos, fue casi tan bueno como alcanzar el mío propio. Era gratificante escucharlo maldecir como un boxeador que se había roto la mano. Le di un respiro, justo el tiempo de enfundarme el preservativo, arrastrarlo a una posición más cómoda sobre del sofá, y meterme dentro de él.

—Todavía no he terminado contigo.

Comencé a moverme dentro de él, imponiendo un ritmo demoledor, porque una vez que estuve allí, no podía tomármelo con calma. Y, sobre todo, porque no solo iba a dejarle claro cómo follaba Iceman, sino que no era ese hombre viejo que todos pensaban que estaba cayendo en declive. Se iba a enterar de lo que era capaz de hacer un viejo de 33. Aceleré tanto como necesitaba, llevándolo de nuevo al orgasmo mojando su suave piel. Su grito de éxtasis puso una enorme sonrisa satisfecha en mi cara, pero no me iba a detener ahí. Me puse en pie con rapidez, y lo vi lánguido sobre el sofá.

—Pienso que sí que recuerdo cómo se hace, ¿no crees?

—Creo que sí.

—Bien. Pues entonces vamos a la cama, he recordado un par de cosas más que quiero mostrarte. —No esperé a que se levantara, tiré de él, lo cargué sobre mi hombro y lo llevé al dormitorio. Iba a darle una buena rentabilidad a ese único preservativo.

Min's Family (NJ) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora