CAPÍTULO 18

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SeokJin

¡Mierda! Esto de la dieta iba a ser un infierno. NamJoon se paseaba por mi habitación, con una de mis toallas a la cintura, recién salido de la ducha. ¿Cómo puede un doncel con sangre en las venas resistirse a eso? Pues tenía que hacerlo, pero no tenía claro cómo iba a reaccionar NamJoon. Tenía que encontrar la manera de abordar el tema, de una manera que no hiciera que me despidieran. Porque hay que tener una cosa clara, los hombres no toleran muy bien el rechazo, y los Min tienen un ego demasiado grande.

—Será mejor que nos vistamos y vallamos a almorzar, es demasiado tarde para un desayuno.

—Comida, la necesito.

—¿Qué te apetece comer?

—Algo que no esté frito.

—Tenemos muchas opciones con eso.

—Hay un argentino lejos del centro, que tiene una carne que se deshace en la boca.

—Eres un doncel de carne.

—No lo dudes.

—No lo hacía.

En ese preciso momento, la toalla cayó al suelo y tuve una buena panorámica de su trasero. Me quedé embobado mirando cómo el calzoncillo cubría aquel trozo de piel, y después lo hacían aquellos sexis vaqueros. La dieta iba a ser una mierda. Ensaladas, tenía que empezar a comer muchas ensaladas, y limitarme a la carne que estaba cocinada y en mi plato.




NamJoon

Un Min nunca se tomaba un día libre, la nuestra era una vida de constante guardia, como el servicio de urgencias. Encontrar un momento para relajarnos, era cosa de suerte y oportunidad, más que de necesidad. Aun así, hice unas llamadas para arreglar lo de los disfraces. Sí, podía ir a cualquier tienda y comprar el que quisiera, pero yo no era de esos que se conformaba con sucedáneos, a mí me gustaba lo bueno; era un sibarita, qué le iba a hacer. Concerté una cita para esa misma tarde para tomar las medidas de los trajes y hacer los arreglos. Ser previsor tiene sus ventajas, por eso había llamado el día antes para decirles lo que quería. Tendrían las telas y el material listo, pero necesitaban ajustarlos. Disfraces a medida, lo sé, una extravagancia si solo los iba a usar una vez, aunque... No pienses estupideces NamJoon, no es el momento para fantasías sexuales.

SeokJin no pareció tener ningún inconveniente en que hubiese elegido su disfraz, sobre todo cuando le expliqué el motivo...

—¿Disfraces?

—Dentro de unos días es Halloween, y para alguien que no sale mucho por las noches, es una buena excusa para hacerlo. Estaremos unas cuantas horas fuera de nuestras casas y lejos de los negocios. El momento perfecto para que Medina se mueva.

—¿Qué movimiento esperamos que haga?

—Digamos que esperamos que «consiga» quitarme algo.

—¿Esperamos que te robe?

—Sí.

—¿Y qué, si se puede saber?

—En eso está trabajando YoonGi, yo solo tengo que exponerlo para que quiera arrebatármelo.

—¿Y cómo estás seguro de eso?

—Yo no estoy seguro, pero YoonGi sí. Vio las imágenes durante la reunión, y tiene una idea de lo que pasa por la mente de Medina.

—Nadie sabe lo que hay en la cabeza de otro.

—YoonGi tiene un pequeño don para eso. Llámalo instinto. Pero cree que Medina no es más que un envidioso y presumido. Quiere lo que yo tengo, y le gusta alardear de ello. Para muestra está Leo.

—Pero él no te lo quitó.

—No, pero antes fue mío, mi chico. De ninguna manera podría haber conseguido a Leo mientras estaba conmigo. Y ahora lo exhibe en su local, como si fuera un trofeo que usa con frecuencia.

—Pero la comparte con su primo.

—Es lo que tienen los premios, que pierden valor cuando los consigues. El ser humano es así, el premio que importa es el que luchas por conseguir, no el que tienes en casa acumulando polvo.

—Yo estoy orgulloso de todo lo que he conseguido.

—Pero tienes la mirada puesta en la próxima meta, no niegues eso. —SeokJin pareció meditar eso por un rato, al menos hasta que la costurera la metió en la sala para trabajar en su traje y sus medidas.



YoonGi

Revisé el último informe en la terminal del ordenador. La pequeña rata de Medina no había vuelto a parecer en nuestro gimnasio. Aquella noche ordené una revisión de todas las taquillas de todos nuestros gimnasios, y encontré algunas ratas más. Medina se había movido mucho en nuestro terreno, y no nos habíamos dado cuenta. Hice seguir a las otras ratas, porque después daría un chivatazo a la policía, como buen y preocupado ciudadano. Pero sabía que no podía quedarme ahí. Si habían metido esa mierda en nuestros gimnasios, ¿qué no habrían metido en nuestros clubs? Tenía que poner más ojos a investigar, e interrogar a los equipos de seguridad. Tenían que haber notado algo.

Cogí el teléfono y marqué el número de NamJoon. El cabrón no había dado señales de vida hasta bien entrado el día.

—¿Vas a pasarte por aquí?

—Se suponía que no debía alterar demasiado mi rutina.

—Ya, pero también estás investigando a esa rata del gimnasio, así que bien podrías acercar tu culo unos minutos por mi despacho.

—¿Has encontrado algo?

—Hay más ratas en nuestras alcantarillas.

—Ok. Me pasaré en 15 minutos.

—Tráete a SeokJin. JiMin va a acercarse por el Crystals después de las compras de Halloween.

—¿Vas a disfrazarte, YoonGi? JiMin te está ablandando.

—No voy a disfrazarme, NamJoon. Pero tengo una bebé y su madre se muere por meterla dentro de una calabaza, y no hagas preguntas sobre eso.

—No lo haré. Nos vemos en unos minutos.

—Bien.

Cerré la llamada y aproveché para darle otro vistazo a la foto que JiMin me había enviado hacía tres minutos. Mi pequeña Tasha asomaba su carita por encima de un enorme disfraz de calabaza. No pude evitar sonreír, porque no hay nada más tierno que ver ese pequeño saco de pedos y gritos pareciendo adorable. Y antes de que piensen mal, ese saco de pedos, gritos y mal despertar, es el trozo de carne por el que sería capaz de matar con mis propias manos. Nuestra pequeña Tasha era todo un carácter Min, metido en un recipiente muy pequeño.

Min's Family (NJ) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora