CAPÍTULO 10

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SeokJin

Decir que NamJoon no es un perfecto caballero, es mentir. Su madre podía estar bien orgullosa de su hijo.

Me ayudó a subir al coche y luego se sentó a mi lado. Quizás llevó la actuación un poco más lejos de lo normal, porque sí, podían ver si nos besábamos por la ventanilla trasera del SUV, incluso si juntábamos las cabezas. ¿Pero llevar nuestras manos entrelazadas todo el camino? Eso no podía verlo nadie. Tal vez necesitara meterse en el papel con esa... ¿dedicación? La verdad, no podía decir que el hombre no se metiese a fondo en él. Casi lamenté el frío vacío en mi mano cuando tuve que soltar sus dedos para tomar la llave de casa y abrir. Era raro traer un hombre a casa, pero más aún era traer a dos. Y no, no es que viera doble, es que Ivan fue el primero que entró en mi apartamento, lo revisó y luego salió para darnos libre acceso a NamJoon y a mí. Estuve en el FBI, sé cómo saber si alguien ha entrado en mi casa antes incluso de abrir la puerta. Tengo mis trucos, pero no iba a desvelárselos así como así. Entre nosotros, es algo que hago siempre que cierro la puerta. En una película vi cómo el protagonista ponía una cerilla en el borde de la puerta, para que se quedara trabada al cerrar. Si alguien abría la puerta, la cerilla caía y el protagonista sabía que alguien había entrado. Pues bien, yo tengo mi propia versión de eso, ya que mucha gente habría visto esa misma película, y las cerillas están algo anticuadas en pleno siglo XXI. Yo ponía uno de mis cabellos. Sí, como suena. Solo tenía que pasar la mano por el pelo y siempre caía alguno. Tengo el pelo largo, así que tiene la longitud perfecta, para trabarlo en la puerta y dar una vuelta a la cerradura. Resultado, el pelo quedaba tenso y, aunque fuera difícil de ver, solo tenía que deslizar un dedo alrededor de la cerradura para notar su presencia. Retorcido, lo sé, pero nadie se había dado cuenta de ello aún, y así me di cuenta de que mi antigua vecina me robaba el café. Esa es una larga historia que puede que cuente otro día.

El caso, es que, al abrir la puerta, ese trocito de pelo de mi cabeza, estaba donde debería, así que sabía que nadie había irrumpido en mi apartamento, al menos por la puerta. Vivir en la novena planta también aseguraba que nadie lo hiciera por la ventana.

—Recógeme por la mañana.

—Sí, señor.

NamJoon cerró la puerta antes de ver a Ivan alejarse. Sus ojos toparon inmediatamente con mi mini sofá, y esa ceja suya se alzó de nuevo. Sí, colega, a ver cómo vas a dormir ahí, porque esta era mi casa, y tú el que se ha autoinvitado, así que ni de broma iba a ser yo el que durmiera ahí.

—Tu sofá es muy pequeño.

—No lo había notado.

—¿Te estás riendo de mí?

—Antes de apuntarte a dormir en casa de tu «nene», tendrías que haber preguntado si había sitio para ti.

—Eres mi «nene», ¿recuerdas? Con una cama nos sobra. —Y, ¡zas!, aquello era como una bofetada. ¿Dormir en la misma cama? ¿Con Min NamJoon, mi jefe? Eso no venía en mi contrato, aunque... Si conseguía un poco de buen sexo a cambio, sería un excelente plus. ¡Ah, calla, estás desvariando SeokJin! Antes de que pudiera decir nada, NamJoon empezó a quitarse la chaqueta y desabotonarse la camisa. —Supongo que tendrás que quitarte el maquillaje y eso.

—Ah... Sí.

—Pues hazlo, tranquilo. Como si yo no estuviese aquí. — Sí, eso era fácil decirlo, sobre todo cuando, antes de entrar en el baño, le di un último vistazo a ese pedazo de carne, con solo sus pantalones puestos. ¿He dicho que tenía tatuajes? ¿Y que estaba muy bien construido? Pues eso. Agua fría, voy por ti.

Casi metí toda la cara bajo el grifo del lavabo. El maquillaje se corrió dejándome la cara como un cuadro impresionista, o algo que dibujaría Picasso. Me quité todo, también los zapatos; bueno, esos quedaron descartados nada más pisar el suelo de mi apartamento. En serio, ¿cómo podemos torturarnos las mujeres y donceles con semejante artefacto? Cuando extendí la mano para bajarme la cremallera de la espalda, me detuve en seco al ver mi reflejo en el espejo. Mi piel estaba sonrosada, mis labios rojos e hinchados por haberlos frotado para quitar el pintalabios y mi pelo con las ondas perfectamente despeinadas. Sabía que aún conservaba el olor de mi perfume y que el desodorante había hecho su trabajo. Y sonreí. Sabía que debajo de aquel vestido llevaba la ropa interior más tentadora que podía mostrar a cualquier hombre, pistola incluida. Y pensé «¿Qué tal si subo un poco las apuestas?». Salí del baño y, cuando estaba a punto de ir hacia la pequeña sala de estar, me di cuenta de que la luz de la lamparilla junto a mi cama estaba encendida, y yo no la había dejado así. Dirigí mis pasos hacia mi habitación, donde encontré a un desnudo NamJoon tumbado sobre mi cama, comprobando su teléfono. Bueno, casi desnudo. Le cubrían unos bóxers de algodón que dejaban muy poco a la imaginación. ¿Babear? Estaba dejando un charco a mis pies.

—Eh... ¿Podrías ayudarme con la cremallera?

—Claro. — Gateó por la cama hasta acercarse a mí, y le di la espalda para que hiciera su trabajo. La cremallera descendió lentamente, mientras sentía su aliento caliente sobre mi nuca. — Vamos a quemarnos los dos con este juego, SeokJin. —Lo sabía, él sabía lo que estaba intentando hacer. Era estúpido negar lo obvio.

—No si las reglas están claras desde un principio.

—Solo sexo, SeokJin. No puedo dar nada más. Sexo, sin promesas, sin complicaciones.

—Solo necesito un buen rato, NamJoon. No quiero otra cosa.

—Sexo sin problemas, eso sí puedo dártelo. —Me giré hacia él, quería ver su rostro cuando dejara las cosas bien claras. Él no iba a ser quien decidiera en esto. Solo sexo consensuado entre adultos, donde nadie daba y nadie tomaba, solo sería un «compartir». Los dos tendríamos lo que queríamos, nada más.

—¿Quién ha dicho que quiera algo más de ti? Solo me interesa lo que tu cuerpo puede darme, no necesito otra cosa, de lo demás estoy cubierto.

Su ceja se alzó de nuevo, haciendo que su boca se abriera por un par de segundos, hasta que decidió actuar. Su mano aferró mi nuca y unió nuestras bocas, casi consiguiendo que nuestros labios se fundieran en una única piel. ¿He dicho que sabía besar bien? Pues eso no era un beso, eso era el asedio y toma de Troya. Mis manos se deslizaron por aquel pecho duro y tonificado. ¡Eso sí que era un caballo! Por lo de Troya, ya saben, el de la historia. ¿Que por qué venía a mi mente la historia de Troya? ¿Quién no ha babeado con Brad Pitt con esas falditas de cuero en esa película? Y reconozcámoslo, Brad Pitt estaba ahí en su mejor momento, y era un buen pedazo de carne, como este que tenía ahora entre manos. Mmm, carne. Pues va a ser que tenía hambre, mucha hambre.

Min's Family (NJ) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora