Capitulo 11

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NARRA DIANA

Desde pequeña había sido una persona muy solitaria. No porque yo quisiera, sino porque nunca llegué a encontrar a alguien que pudiera o quisiera ser mi amiga. Me llamaban "la enferma", pero luego aprendí a convivir con que me llamasen así. Además que estar en el hospital la mayoría de mi infancia no ayudaba mucho. Los únicos amigos que hacía eran con los que me tocaba compartir habitación en el hospital y una vez se iban no volvían a hablarme más. Ya estaba acostumbrada a que nadie me visitara en el hospital a parte de mi familia, pero todo eso cambió cuando conocí a Alexia.

Cada día venía al hospital a verme, antes y después de entrenar. A veces se traía a Alba o algunas del equipo y otros venía ella sola, cada día con un regalo diferente.

Los últimos días me había traído velas de distintos olores ya que sabe que no me gusta nada como huele mi habitación y así me ayudan a respirar mejor. La que más me gustaba era la de olor a vainilla porque me recordaba a mi adolescencia ya que usaba siempre una colonia de vainilla.

Ya llevaba una semana aquí dentro y se sentía como una eternidad, pero lo bueno es que cada día antes de la hora del almuerzo del cole hacía una videollamada con mis niños, que cada día me preguntaban un montón de cosas relacionadas con la vida en el hospital o con los temas que daban en clase.

Lo bueno de estar en el hospital era que tenía un montón de tiempo para escribir. Tenía una idea para un libro que no me había dado tiempo a empezar y estar en el hospital todo el día sin hacer nada me había dado todo el tiempo libre posible para poder llegar a escribir la mitad del libro.

Últimamente había estado mucho más inspirada y no iba a decir el por qué, o más bien dicho, por quien.

Alexia estaría a punto de llegar del entreno y yo estaba ansiosa para que llegara. Era el momento que más esperaba en todo el día. Ella me daba felicidad, me hacía reír. Me hacia olvidarme de toda la mierda durante un momento. Alexia se había vuelto otra vía de escape de mis problemas a parte de la escritura, y si se iba me costaría muchísimo encontrar otra. Tenía que admitir que me gustaba mucho estar con ella.

—Lo siento por llegar tarde, había mucho atasco—dijo la rubia, sonriente, entrando por la puerta.

—Hola Ale—murmuré sacándome la máscara para respirar.

Me habían dicho que ya podía dejar de usarla pero por si acaso me la ponía la mayor parte del tiempo.

Dejó el regalo encima de la mesita y se acercó a mi para darme un beso en la frente.

—Yo lo quiero aquí—murmuré señalando mis labios.

Ella negó. Siempre le hacía lo mismo y se negaba, pero luego acababa cediendo. Desde que nos dimos el primer beso no habíamos parado de besarnos. Ella sabía que teníamos que ir lento, así que solo me besaba si yo sé lo pedia.

—No puedo besarte, nena—dijo negando con la cabeza. Seguía con la broma de llamarme nena.

—¿Cuando vas a dejar de llamarme así?—rodé los ojos y pregunte.

—Nunca—dijo sacándome la lengua.

Sonreí y me quedé embobada mirándola.

—¿Que me miras tanto? ¿Tengo el maquillaje corrido o algo?—dijo al ver que la miraba fijamente.

Asentí con la cabeza. Ella se acercó para que se lo quitara, pero en lugar de eso junté nuestros labios en un beso cálido.

Supernova-Alexia PutellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora