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POV ECE

Ferit está borracho. O colocado. O ambas cosas a la vez.

Lleva tres días sin reaccionar. No hace nada salvo celebrar en el salón una especie de fiesta permanente, vaciar una botella de alcohol tras otra y fingir que no ha ocurrido nada. No comprendo cómo puede ser así. Por lo visto no le interesa en absoluto que nuestra familia se esté disolviendo definitivamente.

—Creo que es una forma de duelo.

Miro de reojo a Kaya. Es el único que sabe lo que ha sucedido. Se lo conté la noche en que Ferit se drogó en su fiesta y se enrolló con Nevra en presencia de Seyran. Alguien tenía que ayudarme a llevar a Ferit a casa sin que Latif o papá se enterasen del estado en que se encontraba. Puesto que nuestras familias mantienen una estrecha amistad, Kaya y yo nos conocemos desde que éramos pequeños. Y pese a que papá me ha hecho prometerle que no contaré a nadie lo que le ha ocurrido a mamá antes del comunicado oficial de prensa, sé que puedo confiar en él y que guardará el secreto, incluso ante Ali, Mustafa y Akin.

No habría superado estos últimos días sin su ayuda. Ha convencido a papá para que deje tranquilo a Ferit por un tiempo y ha hecho entender a los otros chicos que no debían hacer preguntas. Se contienen, aunque tengo la sensación de que cada día les resulta más difícil presenciar cómo Ferit se destruye a sí mismo.

Mientras mi hermano lo hace todo para ofuscar su mente, yo solo soy capaz de pensar en cómo será mi vida de ahora en adelante. Mi madre ha muerto. La madre de Abidin murió hace siete años. El pequeño que crece en mí no tendrá abuelas.

En serio. Esto es lo que continuamente me pasa por la cabeza. En lugar de estar de duelo, cavilo sobre el hecho de que mi bebé nunca experimentará el abrazo de una abuela cariñosa. ¿Qué me está sucediendo?

Pero no puedo hacer nada por evitarlo. Los pensamientos se agolpan en mi mente fuera de control, uno sigue al otro hasta que me sumerjo en escenas de terror y siento un miedo tan terrible al futuro que no puedo concentrarme en ninguna otra cosa. Es como si llevara tres días en estado de shock. Es probable que, cuando papá nos comunicó lo ocurrido, algo en Ferit y también en mí se estropeara de forma fatídica.

—No sé cómo ayudarlo —susurro, mientras observo cómo Ferit vacía su vaso de un trago.

Me duele presenciar lo mucho que sufre. No puede seguir así eternamente. En algún momento tendrá que enfrentarse a la realidad. Y, en mi opinión, solo hay una persona en este mundo que puede ayudarlo.

Por enésima vez saco el móvil y marco el número de Seyran, pero no contesta. Me gustaría estar enfadada con ella, pero no puedo. Si yo hubiera pillado a Abidin con otra, tampoco querría saber nada ni de él ni de nadie de su entorno.

—¿Ya la estás llamando otra vez? —pregunta Kaya con una mirada escéptica.

Cuando asiento con la cabeza, frunce el ceño con desprecio. No me sorprende su reacción. Kaya piensa que Seyran no es más que una aprovechada que tenía la vista puesta en la herencia de Ferit. Yo sé que no es cierto, pero cuando Kaya se forma una opinión de alguien es difícil convencerlo de otra cosa. Y por mucho que me entristezca, no me lo tomo a mal, pues esta es su manera de cuidar de sus amigos.

—No hace caso a nadie. Creo que ella podría evitar que se vuelva loco por completo. —Mi voz suena extraña a mis propios oídos. Tan fría y apagada... Sin embargo, yo por dentro me siento totalmente distinta.

El dolor casi no me permite tenerme en pie. Es como si me hubieran atado y llevara días sin poder deshacer los nudos de la cuerda. Como si mis pensamientos se movieran en un tiovivo que gira y gira sin cesar y del que no logro bajarme. Para mí nada tiene sentido, y cuanta más energía gasto en luchar contra esta sensación de desamparo que crece en mí, más me envuelve ella.

He perdido a una de las personas más importantes de mi vida. No sé cómo lo superaré sola. Necesito a mi hermano gemelo. Pero Ferit no hace más que evadirse y destruir todo aquello que se cruza en su camino. La última vez que vi a mi padre fue el miércoles. Está de viaje y se reúne con abogados y asesores para regular el futuro de las Korhan Companies. No tiene ni un minuto libre para ocuparse del entierro de mamá. Para eso ha contratado a una planificadora llamada Julia que ha estado entrando y saliendo de casa estos últimos días como si perteneciera a la familia.

Solo de pensar en el entierro de mamá se me contrae el estómago. Me quedo sin aire, los ojos me empiezan a escocer. Me vuelvo a toda prisa, pero Kaya se da cuenta.

—Ece... —susurra, y me coge suavemente la mano.

Yo se la suelto y dejo la habitación sin pronunciar palabra. Los chicos no deben verme llorar. Llegará un momento en que ya no podrán contenerse y, pese a las advertencias de Kaya, empezarán a hacer preguntas. Ninguno es tonto. Ferit nunca se había comportado así. Aunque de vez en cuando se pasa, normalmente sabe dónde están sus límites. Los otros hace tiempo que han observado que ahora no es el caso. Habla por sí mismo el hecho de que Mustafa se haya puesto a retirar del mueble bar una botella de licor tras otra y que Akin haya tirado por el váter «sin querer» el par de gramos de cocaína que todavía le quedaban a Ferit.

Estoy impaciente por que todo este secretismo se acabe de una vez. En pocos minutos, quince para ser exactos, se hará pública la noticia del fallecimiento de mamá, y entonces no solo se enterarán los chicos, sino todo el mundo. Ya me imagino los titulares y a los periodistas delante de la puerta de casa y de la escuela. Siento náuseas, y recorro dando traspiés el pasillo hasta llegar a la biblioteca.

El brillo mortecino de las lámparas ilumina las numerosas estanterías donde descansan nobles volúmenes encuadernados en piel. Me apoyo en ellas mientras cruzo la habitación con las rodillas flaqueándome. Al fondo, junto a la ventana, hay un sillón tapizado de terciopelo granate. Ya de pequeña era mi lugar favorito de esta casa. Ahí era donde me hacía un ovillo cuando quería aislarme de los chicos, de papá, de las expectativas que el apellido Beaufort lleva consigo.

La visión de este pequeño rincón de lectura me empuja a derramar todavía más lágrimas. Me siento en el sillón, doblo las piernas y las rodeo con los brazos. Hundo luego el rostro en las rodillas y lloro en silencio.

Todo lo que me rodea me parece irreal. Como si fuera un mal sueño del que puedo despertar si me esfuerzo lo suficiente. Desearía volver al verano, hace año y medio, cuando mi madre aún vivía y Abidin me abrazaba siempre que me sentía mal.

Mientras me seco los ojos con una mano, saco con la otra el móvil del bolsillo del pantalón. Cuando desbloqueo la pantalla, descubro que se me ha manchado el dorso de la mano de rímel.

Voy a los contactos. Como siempre, Abidin está guardado justo después de Ferit en mis favoritos, incluso a pesar de que hace meses que no hablo con él. No sabe nada de nuestro bebé y menos todavía de la muerte de mi madre. He cumplido su deseo de no volver a llamarlo. Jamás en mi vida nada me había resultado tan difícil. Durante dos años hablábamos casi a diario y luego, de repente, de un día para otro, nunca más. Ha sido como internarme en un periodo de abstinencia total

save you #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin