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POV ECE

—Increíble. —Ferit resopla abatido. Aparta bruscamente el portátil y se vuelve hacia mí en la silla del escritorio—. Dos cancelaciones más.

Miro a mi hermano desde el sofá. Cuando me contó su proyecto de volver a colaborar en el comité de actos, al principio me asombré. Pero cuanto más pienso en ello, más acertada me parece su decisión.

A Seyran le encanta trabajar en ese equipo. Mostrarle que él no solo entiende su pasión, sino que también la comparte, es un buen primer paso. Además, durante el último trimestre Ferit se dio cuenta de que se lo pasa muy bien organizando esas fiestas, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

—Tienes que ser más tenaz. Apela a su conciencia, no a su cartera. Así irán a la gala —digo mientras tomo unos sorbos de té de la taza que rodeo con los dedos fríos. Creo que nuestra ama de llaves sabe que estoy embarazada. Ha puesto la tetera sin que yo se lo pidiera y me ha dicho por lo bajo, y con una mirada de complicidad, que me sentaría bien.

Ferit contesta que sí ausente y vuelve a acercarse el portátil. En ese mismo momento un suave ping anuncia la llegada de un nuevo mail. Mientras Ferit lo lee con los ojos entrecerrados, agarro una galleta. Al partirla se cae un par de migajas sobre el sofá, pero Ferit está demasiado ocupado tecleando una respuesta para darse cuenta. Por suerte: odia a muerte encontrarse migas.

—¿Ya has hablado con Seyran? —pregunto al cabo de un rato.

Se oye el sonido que confirma el envío del mensaje y Ferit se da la vuelta de nuevo.

—No. —Se frota el rostro con las manos—. Esta semana no era capaz ni siquiera de mirarme a la cara.

—No puedes forzarlo, está claro. Pero en algún momento tendréis que hablar —advierto suavemente—. Cuanto más tiempo pase, más grande será la brecha entre ustedes. Hazme caso.

Mi hermano me observa un rato. Es evidente que ha sacado sus conclusiones.

—Así que sigues sin hablar con Arici.

Me encojo de hombros.

—¿De qué vamos a hablar? Ambos somos conscientes de que es mejor así.

—Sí, pero ignora que estás embarazada. Esto lo cambia todo.

—No quiere saber nada de mí. —Me meto el resto de la galleta en la boca y mastico con lentitud—. Me lo ha dicho más de una vez. Primero, soy demasiado orgullosa para hablarle.

—¿Y segundo?

Miro a Ferit.

—Segundo, me da miedo decírselo. No quiero ver su reacción. Yo misma he de asimilarlo todavía, y luego ya me ocuparé de lo que hago si su respuesta no es la que yo desearía.

—Ece... —El móvil de Ferit suena. No hace ningún gesto de ir a atenderlo, sino que sigue contemplándome con intensidad.

—¡Contesta! —le ordeno con premura—. Igual es uno de los patrocinadores.

Duda un instante. Luego agarra el móvil y echa un vistazo a la pantalla.

—Fuat —dice en voz alta después de descolgar—. Qué sorpresa tan agradable.

Finjo una arcada en silencio. Fuat Murray es presidente de la junta directiva de una empresa electrónica y amigo íntimo de papá. Ni Ferit ni yo podemos soportarlo, y estoy bastante segura de que el sentimiento es mutuo.

—Según las circunstancias, sí —dice Ferit. De repente el tono de su voz se ha vuelto firme y frío—. No, no he llamado en nombre de Korhan, sino en nombre de Maxton Hall College. A principios de febrero celebramos una gala benéfica para el centro familiar de Pemwick y estamos buscando patrocinadores.

Oigo un leve murmullo al otro lado del cable.

—Por supuesto, te enviaré los pormenores. Sería fantástico, Fuat, muchas gracias.

Ferit termina la conversación y teclea algo en su móvil. Luego se vuelve hacia mí.

—Mientras no se lo digas a Arici, no podrás saber cómo reacciona.

—Entonces tú me aconsejas que se lo cuente.

Asiente.

—Sí. Además, creo que tiene derecho a saberlo.

Me quedo mirando mi taza. A través de lo que queda del líquido color rosa intento distinguir algún dibujo en las hojas del té.

«No más llamadas. Habíamos quedado en eso.»

Incluso si decide que a partir de ahora va a apoyarnos al bebé y a mí, ¿qué significa eso? Solo que se siente culpable, nada más. Sin embargo, lo único que deseo es estar con Graham porque él quiere. Por voluntad propia y no porque se ha visto forzado a causa de mi embarazo.

Vuelve a sonar el móvil de Ferit. Me señala con un dedo para indicar que nuestra conversación no ha concluido y atiende a la llamada.

Me bebo el resto del té y dejo la taza vacía sobre la mesa. Luego agarro mi móvil y abro los mensajes. El número de Abidin sigue guardado. No consigo borrarlo. Me basta con tenerlo y saber que podría escribirle en cualquier momento.

Reviso nuestro historial de chat. En él no solo se encuentran mensajes y fotos del día a día, sino también algunos en los que nos hemos confiado nuestros miedos y preocupaciones más profundos. Cualquier persona normal habría borrado esos mensajes en lugar de conservarlos e ir volviendo a ellos como quien pasa las páginas de un antiguo álbum de fotografías.

Por lo visto, no soy una persona normal.

Esto es lo único que me queda de él. Y no estoy preparada, así de sencillo, para desprenderme definitivamente de Abidin. Para ser sincera, no sé si algún día lo estaré. Lo echo tanto de menos... Echo de menos nuestras conversaciones telefónicas, su risa viendo las malas comedias de acción, nuestros dedos entrecruzados bajo la mesa de un café. Saber que no volveré a tener todo esto creo que me va a enloquecer.

save you #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin