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POV SEYRAN

Suna llama de nuevo a mi puerta.

Me gustaría tener la energía para echarla. Entiendo que se preocupe, pero ahora no me encuentro en situación ni de actuar ni de hablar con nadie. Ni siquiera con mi hermana.

—Seyran, Zey está al teléfono.

Con el ceño fruncido, aparto la manta de mi cara y me doy la vuelta. Suna está delante de mi cama y sostiene un móvil en la mano tendida. Entrecierro los ojos. Es mi móvil. Y en la pantalla brilla el nombre de Zeynep.

—¿Has agarrado mi celular? —pregunto cansada.

Siento que la indignación busca con intensidad brotar en mí, pero ese sentimiento desaparece con la misma velocidad con que ha nacido. En estos últimos días mi cuerpo es como un agujero negro que devora cualquier emoción antes de que tenga la oportunidad de llegar hasta mí.

No hay nada que realmente me afecte, nada que me apetezca hacer. Levantarme de la cama me cuesta tanto como si hubiera corrido una maratón, y llevo tres días sin bajar por la escalera. Desde que voy a Maxton Hall no he faltado ni una sola vez a clase, pero la mera idea de ducharme, vestirme y estar entre seis y diez horas rodeada de gente me supera. Sin contar con que no podría soportar ver a Ferit. Es probable que me desmoronase como una flor marchita. O que rompiera a llorar.

—Dile que ya la llamaré —farfullo. Tengo la voz áspera, porque en estos últimos días apenas he hablado.

Suna no se mueve de su sitio.

—Es que deberías hablar con ella ahora.

—Pero no quiero hablar con ella ahora.

Lo que quiero es un poco de tiempo para poder levantarme de nuevo. Tres días no son suficientes para enfrentarme a Zey y a sus preguntas. El miércoles solo le escribí un breve mensaje. No sabe exactamente lo que pasó entre Ferit y yo en Oxford, y en este momento no tengo fuerzas para contárselo. Ni lo que ocurrió después. Lo que más desearía sería olvidarme de toda la semana pasada y hacer como si nada hubiese cambiado. Por desgracia, eso es imposible mientras no consiga levantarme de la cama.

—Vamos, Seyran, por favor —insiste Suna—. No sé por qué estás tan triste ni por qué no me explicas nada, pero... Zey acaba de contarme una cosa. Y creo que realmente tenéis que hablar.

Lanzo una mirada sombría a Suna, pero veo en su expresión decidida que he perdido. No se marchará de mi habitación hasta que no haya hablado con Zey. En algunos aspectos somos demasiado parecidas, y la terquedad es, sin duda, uno de ellos.

Tiendo la mano, resignada, y agarro el móvil.

—¿Zey?

—Seyran, cariño, tenemos que hablar urgentemente.

Por el tono de su voz, sabe lo que ha ocurrido.

Sabe lo que Ferit ha hecho.

Sabe que me ha partido el corazón con las dos manos, lo ha lanzado al suelo y lo ha pisoteado.

Y si Zey lo sabe, seguro que también lo sabe el resto de la escuela.

—No quiero hablar de Ferit —advierto con voz ronca—. No quiero volver a hablar de él nunca más, ¿me entiendes?

Zeynep se queda callada un momento.

Luego inspira profundamente.

—Suna me ha contado que el miércoles por la tarde te marchaste con Ece.

No digo nada; toqueteo en cambio con la mano libre el dobladillo de mi manta.

—¿Te enteraste allí?

Suelto una risa apagada.

—¿A qué te refieres? ¿A que es un cabrón?

Zey suspira.

—¿De verdad Ece no te ha contado nada?

—¿Qué debería haberme contado? —pregunto vacilante.

—Seyran..., ¿has leído el mensaje que te he enviado?

Su tono de voz es tan precavido que siento un escalofrío. Trago con la boca seca.

—No... No he mirado el móvil desde el miércoles.

Zey inspira hondo de nuevo.

—Entonces todavía no lo sabes.

—¿Qué es lo que todavía no sé?

—Seyran, ¿estás sentada?

Me incorporo en la cama.

Esta pregunta no te la plantean si no ha pasado algo sumamente terrible. De repente una imagen mucho más horrible sustituye a la de Ferit con Nevra, drogado y en la piscina. Ferit herido tras un accidente. Ferit en el hospital.

—¿Qué sucede? —consigo preguntar.

—Gulgun Korhan murió el lunes pasado.

Necesito unos segundos para asimilar lo que Zey acaba de decirme.

«Gulgun Korhan murió el lunes pasado.»

Un silencio insoportable se cierne sobre nosotras.

La madre de Ferit está muerta. Desde el lunes.

Recuerdo nuestros ardientes besos, sus manos que se deslizaban sin descanso por mi cuerpo y la impresionante sensación de tenerlo en mi interior.

Es imposible que Ferit lo supiera esa tarde, esa noche. Ni siquiera él es tan buen actor. No, Ece y él debieron de enterarse el mismo miércoles.

Oigo hablar a Zey, pero soy incapaz de concentrarme en sus palabras. Estoy demasiado ocupada planteándome si, durante dos días, Orhan Korhan habrá ocultado a sus hijos que su madre ha muerto. Y si ha sido así, ¿cómo se habrán sentido Ferit y Ece al llegar a casa y enterarse de la noticia?

Recuerdo los ojos hinchados y rojos de Ece cuando esperaba delante de mi puerta para preguntarme si Ferit estaba aquí. La expresión vacía e impertérrita de Ferit al mirarme. Y el momento en que saltó a la piscina y destrozó todo lo que había surgido entre nosotros la noche anterior.

Por mi cuerpo se extiende una dolorosa palpitación. Aparto el auricular de la oreja y enciendo el altavoz. Reviso mis mensajes. Abro los de un número desconocido. Tres mensajes sin leer.

"Ruby. Lo siento mucho. Puedo explicártelo todo."

"Por favor, vuelve a casa de Kaya o dime dónde estás para que Latif pueda ir a recogerte."

"Nuestra madre ha muerto. Ferit está totalmente desquiciado. No sé qué hacer."


—Zey —susurro—. ¿Es cierto?

—Sí —murmura Zey—. Hoy han enviado un comunicado a la prensa y apenas media hora después la noticia aparecía en todas partes.

Nos sumimos de nuevo en el silencio. Miles de pensamientos se agolpan ahora en mi cabeza. Ya nada parece tener sentido. Nada salvo este sentimiento que me sobreviene de forma tan inesperada e intensa que las siguientes palabras que pronuncio surgen por su propia iniciativa:

—Tengo que estar con él.

save you #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin