POV FERIT
Ece está sentada sobre su cama, toqueteando el almohadón que tiene en el regazo. Intento por enésima vez mirar de refilón, lo más discretamente posible, su vientre. Después de pasear arriba y abajo por la habitación durante media hora, intentando calmar mi pulso, me siento en uno de los sillones.
Ahora estoy seleccionando las palabras correctas, pero en mi cabeza los pensamientos se amontonan y no consigo ni pronunciar una sola frase.
«¿Cómo ha ocurrido?»
«¿Se puede saber cómo demonios vamos a ocuparnos de un bebé?»
«¿Cómo vamos a conseguir que papá no se entere?»
«¿Se puede estudiar en Oxford cuando se tiene un bebé?»
—No quería que te enteraras así.
Levanto la vista. Es evidente que Ece está tensa. Tiene las mejillas enrojecidas y la espalda erguida como una tabla.
—Yo... yo no sé qué decir.
Me siento tan estúpido... Y a la vez me doy cuenta de lo egoísta que he sido estas últimas semanas. He lamentado mi propio destino, mi pérdida, mi mala conciencia, mi corazón roto. Todo este tiempo mi hermana sabía que estaba embarazada y creía que no podía contármelo. Claro que hay cosas que pasamos de compartir, pero no algo así. No algo tan desmesuradamente grande y que te cambia la vida por completo.
—No tienes que decir nada —susurra Ece.
Niego con la cabeza.
—Lo sient...
—No —me interrumpe—. No quiero compasión, Ferit. De ti, no.
Clavo los dedos en los brazos del sillón para no levantarme de un salto y empezar a deambular de nuevo por la habitación. La tela cruje bajo mis implacables garras.
La brecha que se abrió entre Ece y yo cuando le solté todas esas cosas imperdonables me parece insalvable. Me siento inseguro, y no sé qué puedo preguntarle y qué no. Y a ello se añade que soy un completo ignorante en tema de embarazos.
Cierro los ojos y me froto el rostro con las dos manos. Siento las extremidades pesadas, como si en las últimas horas hubiese envejecido y ya no tuviese dieciocho años sino ochenta.
Me aclaro la voz.
—¿Cómo lo has sabido?
Ece levanta la vista sorprendida. Duda unos momentos, luego empieza a explicármelo:
—No suelo tener..., bueno..., un periodo regular, por eso al principio no sospeché nada cuando tuve unas faltas. Pero al cabo de un tiempo empecé a desconfiar porque me sentía rara. En general. —Se encoge de hombros—. Así que me compré un test de embarazo. Estábamos en Londres. Lo hice en el baño de un restaurante y casi me desmayo cuando dio positivo.
La miro sacudiendo la cabeza.
—¿Cuándo fue eso?
—En noviembre.
Trago saliva. Hace dos meses. Ece lleva guardando este secreto dos meses, es posible que con mucho miedo y creyendo que está sola. Si esta revelación ya me ha trastornado a mí, ¿cómo se habrá sentido ella en las últimas semanas? Y además hay que sumarle todo lo que ha sucedido.De repente lo único que deseo es superar la distancia que hay entre nosotros.
—No puedo imaginarme lo que debe de haber sido esto para ti.
—Nunca... nunca me había sentido tan sola. Ni siquiera después de lo de Gregg. Nunca habría pensado que con Abidim sería todavía peor.
—¿Lo sabe? —pregunto con cautela.
—No.
Es evidente que Ece se esfuerza para no desmoronarse, pero noto su abatimiento. Supongo que estos últimos dos meses no habrá hecho otra cosa que controlarse, esforzarse por guardar su secreto y por no mostrarle a nadie sus auténticos sentimientos. Me odio por haberla dejado en la estacada. En lugar de apoyarla, solo he pensado en mí mismo.
Pero ahora se acabó. No me hago ni la más remota idea de lo que se le viene encima a Ece en los próximos meses, pero en este instante tengo totalmente claro que no va a enfrentarse a ello sola.
Tomo una profunda bocanada de aire y me levanto.
Cuando me siento junto a ella en la cama, lo aparto todo a un lado: la pena, el dolor, la rabia que he sentido. Le cojo la mano con suavidad.
—No estás sola —le aseguro.
Ece traga saliva.
—Lo dices por decir. Y la próxima vez que te enfades conmigo o con el mundo volverás a soltarme cosas horribles. —Las lágrimas resbalan por sus mejillas y le tiembla el cuerpo cuando se esfuerza por reprimir un sollozo. Verla así me destroza.
—Lo digo en serio, Ece. Estaré a tu lado. —Inspiro hondo—. Ya no soy la persona que era después de que papá nos contara lo que ocurrió. No quiero serlo. Fue simplemente... Fue demasiado para mí. No fui lo bastante fuerte y lo lamento.
—Me estás estrujando la mano —musita Ece.
Por un momento me siento desconcertado. Pero cuando sigo la vista de Ece, caigo en la cuenta y enseguida la suelto.
—También lo siento por esto. —Le dirijo una sonrisa de disculpa.
—Ay, Ferit. —De repente Ece se inclina y apoya la cabeza sobre mi hombro. Suspiro aliviado—. Me hiciste mucho daño con tus palabras.
Le acaricio la nuca con suavidad.
Antes solíamos quedarnos así sentados. Cuando teníamos cinco años, Ece se metía conmigo en la cama cuando tronaba y caían rayos, y también cuando cumplimos diez años y papá nos riñó a gritos porque no habíamos sacado buenas notas, e incluso a los quince, después de lo de Gregg, algunas noches llamaba a mi puerta y sin decir palabra se acostaba conmigo. Yo siempre le acariciaba la cabeza y le aseguraba que todo saldría bien, a pesar de que ni yo mismo estaba convencido de ello.
Me pregunto si ella también se acordará de esos momentos o si es una parte de nuestro pasado que ha silenciado. Los Korhan somos muy buenos en eso de silenciar.
—Lo que dije era mentira. Tú eres la persona más importante de mi vida.
Ece se queda helada y con cada segundo que pasa sin que ella reaccione, más desnudo me siento. Busco desesperado algo que añadir para suavizar la tensión, pero no se me ocurre nada. Así que me decido, sin pensarlo dos veces, por plantear una pregunta que hace rato que me ronda la cabeza.
ŞİMDİ OKUDUĞUN
save you #2
RomanceSeyran está destrozada: después de todo lo que han compartido, Ferit la ha traicionado. Decepcionada, no quiere verlo nunca más. Sin embargo, lo apoya en un momento muy triste, aunque le deja algo muy claro: no está dispuesta a perdonarlo ni a darle...