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POV SEYRAN

Leo el mail una vez.

Otra.

Luego una tercera vez.

Vuelvo a leerlo una y otra vez, hasta que las letras se difuminan y tengo que pestañear.

—Mamá —digo.

Mi madre emite un sonido inquisitivo. Está sentada junto a mí a la mesa de la cocina y hojea ensimismada una revista de decoración.

—Mamá —repito, ahora con más vehemencia, y le acerco el portátil con el correo abierto.

Levanta la vista.

—¿Qué?

Mantengo la respiración mientras señalo ansiosa mi portátil. La mirada de mi madre sigue la dirección que le indico con el dedo. Sus ojos buscan en la pantalla. Se detiene y me mira, y luego vuelve a la pantalla. Un instante después se tapa la boca con la mano.

—No —dice con voz ahogada.

Asiento.

—Creo que sí.

—¡No!

—¡Sí!

Mamá se levanta de un salto y me echa los brazos al cuello.

—¡Estoy tan orgullosa de ti...!

Rodeo con los brazos a mi madre y cierro los ojos. Intento hacer lo que siempre hacía de niña: me concentro para guardar este momento en mi memoria para siempre. Me impregno del olor a mamá, del aroma del horno, del perfume de las magdalenas recién hechas y de la inmensa alegría que me recorre cuando me doy cuenta de que el mayor de mis sueños ya está al alcance de mi mano.

—Estoy tan contenta... —murmuro en su hombro.

Mi madre me acaricia la espalda.

—Te lo has ganado, Seyran.

—Tengo que buscar becas —digo sin soltarla.

Su abrazo todavía es más firme.

—Ya pensarás en eso después. Ahora no. Ahora...

El timbre de la puerta la interrumpe.

—¿Abres? —pregunta mientras se separa de mí—. Seguro que Suna se ha olvidado de la llave. Así podrás darle tú misma esta maravillosa noticia.

Asiento y doblo con tanta prisa la esquina del pasillo que la alfombra resbala sobre el suelo de madera y me doy un golpe en el hombro con el armario. Pero ni esto puede evitar que abra la puerta con la cara resplandeciente...

Para quedarme helada al instante.

Ferit está delante de mi puerta. Se está pasando la mano por el pelo y se detiene en medio de este gesto. Tiene las mejillas ligeramente coloradas y su aliento forma unas nubecillas en el gélido aire invernal. Lleva un traje gris a cuadros y corbata negra. Por lo visto ha salido de una reunión importante o va camino de ella.

Quiero cerrarle la puerta en las narices.

Al mismo tiempo quiero arrojarme a sus brazos.

Tal vez está bien que no me encuentre en situación de hacer nada. Solo me lo quedo mirando mientras siento que mi corazón se va acelerando.

—Yo... —empieza a decir, pero se le quiebra la voz.

Recuerdo el día en que vino con el pretexto de traerme un vestido para la fiesta de Halloween. Ese día también libró una lucha similar consigo mismo delante de mí: los sentimientos quieren salir de su interior, pero, de algún modo, él no consigue permitírselo.

—No puedo más, Seyro —suelta sin ser capaz de seguir conteniéndose, negando con la cabeza y levantando la vista hacia mí—. No puedo más.

Es un tono quebrado y cansino. Triste y destrozado. Como si hubiese pasado algo que ya no tuviese arreglo.

Es obvio que no puede estar solo, pero al mismo tiempo me enfada que esté aquí. Soy la última persona a la que debería acudir cuando tiene problemas. ¿Por qué viene a destrozarme en este momento? Acaban de admitirme para estudiar en Oxford, joder. Debería estar bailando por la casa en lugar de dejarme abatir por su sufrimiento. La relación entre los dos ha terminado: él la terminó. Y no deberíamos retroceder de nuevo y aferrarnos obstinadamente a algo que ya no existe.

—¿No puedes más de qué?

—Ahora mismo vengo de una reunión en Korhan. Ece está embarazada. Me han aceptado en Oxford. Yo... me estoy volviendo loco.

El pecho de Ferit sube y baja deprisa, como si hubiese corrido en una maratón. Y es posible que se sienta como si lo hubiese hecho. Sé que se encuentra bajo la terrible presión que le impone su padre y en este instante parece como si de un momento a otro fuese a caer de rodillas.

Tomo una profunda bocanada de aire.

—Comprendo lo difícil que debe de ser para ti. Pero... no soy la persona a quien tienes que acudir cuando te va mal —le digo con la mayor suavidad posible.

Sube los peldaños de la escalera de entrada con rapidez hasta quedar justo delante de mí. Sus ojos están oscurecidos y su mirada es de desesperación. Nunca lo había visto así.

—Ya no puedo mantenerme alejado de ti. Tú eres la única persona que me entiende de verdad. Te necesito. Y quiero luchar por nosotros, porque te pertenezco. Siempre seré tuyo, Seyro.

Me agarro con fuerza al marco de la puerta y lo miro totalmente desconcertada. Mi cuerpo se ve invadido a un mismo tiempo por la esperanza, el dolor y la rabia, una mezcla caótica que acelera los latidos de mi corazón y que agita todos mis pensamientos.

No puedo creer lo que acaba de decir.

No puedo creer que intente otra vez desbaratar mi vida.

De repente monto en cólera. ¿Cómo se atreve a volver a colaborar con el comité de actos? ¿Cómo se atreve a destrozarme en este momento?

—No —respondo haciendo un gran esfuerzo y negando al mismo tiempo con la cabeza—. No.

—Por favor, Seyro, yo...

—¿Sabes qué es lo que yo necesito, Ferit? —lo interrumpo—. Necesito paz. Necesito tiempo para mí, para olvidarme de ti. Deseo que llegues a ser feliz y que compruebes que no debes dejar que tu padre determine lo que has de hacer con tu vida. Pero yo no puedo ayudarte.

Hace un gesto con la cabeza.

—Me va mejor cuando tú estás a mi lado. Entonces soy feliz... sin más.

—¡Mi vida no consiste en hacerte feliz, joder! —grito.

Ferit se estremece y retrocede un paso. Resbala del peldaño superior y parece que va a perder el equilibrio, pero lo recupera en el último momento. Me mira, y sus ojos reflejan tal indescriptible conmoción que me quedo sin aliento.

save you #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin