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POV SEYRAN

La Navidad es mi fiesta favorita.

Me encantan todos esos llamativos adornos que transforman el mundo en un País de las Maravillas. Me encanta la deliciosa comida, la música, ir a buscar regalos para mi familia o hacer manualidades y luego empaquetarlas con cariño. Por lo general, el periodo anterior a Navidad tiene algo de sobrenatural, como si Papá Noel, Jack Frost o quien sea hubiera echado polvo mágico sobre la Tierra.

Este año todo es diferente.

Bueno, no. Este año todo es igual que siempre. Solo yo soy distinta.

Los preparativos no me divierten en absoluto porque no hago más que pensar en Ferit. Trato de distraerme y de no acordarme de él, pero no funciona. Todo lo que ocurrió el trimestre pasado se proyecta una y otra vez en mi cabeza como una película triste, hasta que tengo que salir a dar un paseo para aclararme la mente.

Hay días en los que no me levantaría de la cama y desearía poder viajar en el tiempo. Quiero volver a vivir en un mundo en el que nadie en Maxton Hall conozca mi nombre, y menos aún Ferit. A veces me acuesto por la noche y miro la foto en la que se está riendo o la invitación para la fiesta de Halloween en la que salimos ambos. Recuerdo la sensación de sus dedos en mi mano. De sus besos. De su voz tenue susurrando mi nombre.

Las vacaciones me vienen de perlas. Al menos tengo la oportunidad de poner algo de distancia entre Maxton Hall y yo. Porque aunque Ferit no volverá a la escuela hasta el trimestre que viene, en cada esquina que doblo y en cada habitación en la que entro me invade el pánico de pensar que podría encontrármelo ahí. Y eso no sería capaz de resistirlo. Todavía no.

Por suerte mi familia se ocupa sin problemas de distraer mi atención. Mamá y papá se pelean en la cocina y me necesitan al menos una vez al día para que decida como árbitro si las galletas que ha preparado mamá son mejores con o sin la especia exótica que ha añadido papá. En los años anteriores solía estar del lado de mamá en la mayoría de los casos, pero compruebo sorprendida que esta vez también me gustan las creaciones de papá.

El resto del tiempo, Suna me encarga todo tipo de tareas. Hacemos unas dos mil fotos para su blog, aunque estoy segura de que la mitad de las imágenes no han salido porque me temblaban demasiado los dedos a causa del frío. Además, este año es ella quien ha pensado los regalos para la familia, lo que normalmente es mi tarea favorita antes de Navidad. Sus ideas han sido geniales: para mis abuelos hemos hecho un calendario con fotos de familia; para mi madre, una cesta llena de productos de belleza; para papá, Suna ha encontrado en los anuncios breves un nuevo y bonito especiero de los años sesenta, cuyo propietario nos lo ha dejado por solo diez libras después de regatear un poco.

—Qué dura eres negociando —observa Suna cuando lo estamos limpiando por encima en nuestro pequeño garaje. Arrugando la nariz, aparta la telaraña de la parte posterior de las estanterías—. Tal vez deberías cambiar tu orientación profesional.

Estoy colocando papeles de periódico en el suelo para que podamos empezar a pintar enseguida y esbozo una sonrisa forzada.

Un pequeño y pensativo surco se forma entre sus cejas mientras me observa.

—¿No te decides a hablar de una vez conmigo?

—¿Sobre qué? —respondo casi sin voz.
Suelta una breve risa.

—¿Sobre el hecho de por qué te comportas como un robot? ¿Sobre todo lo que te entristece?

Me estremezco al oír estas palabras. Hasta este momento Suna no se había referido a mi comportamiento, sino que ha hecho como si fuese normal que me encerrase en mi habitación para solo salir de ella en caso de extrema necesidad, y que no hable ni una palabra con nadie. No me ha presionado ni preguntado nada, por lo que le estoy increíblemente agradecida.

save you #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin