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Taehyung estaba impaciente. Sentado en la silla al lado de su cama y mirando fijamente la puerta de la habitación. Sus ojos no se movían de ahí, incluso llegando a veces a olvidarse de pestañear.

Los cuatro días pasados fueron un completo infierno, pero pudo sobrevivir a ello, gracias a que ocupó sus pensamientos con lo dicho por el joven chico. Que por desgracia a estas alturas no parecía cumplir su palabra.

Estaba claro que el omega estaba jodido. Aún que una pizca de el no se rendía y seguía confianza en que el chico va a venir y le va a dar la llave.

Por otra lado lo cierto es que el no cumplió su parte de la promesa. Pero claro que no lo hizo. Primero por qué no quería y segundo por qué no tuvo la oportunidad. No había visto a Jungkook en ninguno de los seis días que habían transcurrido, además de que la puerta de su cuarto estaba cerrada con llave des de hace tres días, por que otra vez intentó escapar.

Su impaciencia y cierto delirio lo estaban llevando a no comunicarse ni con las criadas que le ofrecían comida y ducha. En los primeros dos días respondía seco a sus preguntas a su parecer estupidas, pero ahora ni siquiera se dignaba a mirarlas a los ojo.

Su lobo estuvo escondido todo el tiempo y negándose a hablar con el. El animal estaba furioso con su parte humana por su decisión apresurada de odio hacia el pelinegro.

Claramente el canino no había cambiado de parecer sobre Jungkook y incluso lo defendía. Asegurando que había una explicación lógica y coherente detrás de todo esto. Aún que Taehyung lo negara.

Así que se podría decir en pocas palabras que dentro del joven omega se producían batallas interminables de opiniones completamente opuestas, junto con la falta de apetito, el delirio que parecía perseguirlo, lo débil que se sentía y sobretodo su estrés continuo.

Quería, no, necesitaba salir de ahí. Necesitaba escapar de la cárcel en la que se sentía que estaba. Las cuatro paredes de la habitación ya le parecían peores que los nueve círculos del infierno e incluso a esas alturas se planteaba si la muerte no era mejor solución.

Pero nadie podría juzgarlo. Llevaba solo y encerrado seis días, en los que poco a poco iba perdiendo su propia cordura y razón. Claro que ya empezaba a pensar y cuestionarse si el suicidio no era su mejor opción.

Lo único que aún lo detenía a simplemente agarrar el cuchillo que le daban para poder alimentarse, y pasarlo por su garganta haciendo una limpia horizontal era el suave olor a menta.

Cada día cuando se despertaba de sus continuas pesadillas había una leve brisa del olor tan preciado para el omega. Muy en el fondo Taehyung tenía más que claro que Jungkook lo miraba mientras dormía y por eso su olor se quedaba casi lo que quedaba del resto del día.

Pero intentaba negar esta posible opción y simplemente seguía pensando que Jungkook lo había abandonado a su suerte.

Y sí, en su propia pérdida de conciencia, a la única posible explicación que había llegado era que el alfa puro lo había dejado ahí. Se había ido de su lado y lo había abandonado. Le recordaba tanto a todos sus encuentros amorosos pasados que tan solo le quedaba el mal sabor de boca.

Por qué para él no era ni siquiera una opción escuchar a su lobo que sin parar intentaba decirle de cien diferentes maneras que Jungkook seguía ahí en la casa, que estaba más cerca de él de lo que se podría imaginar. Como su destinado el lobo lo sentía y estaba seguro de su juicio.

Solo que Taehyung se encontraba demasiado perdido para escuchar y entender cualquier cosa que se le podía pedir.

La puerta se abrió despacio y dejó ver a Emma que llevaba en sus manos una bandeja llena de comida. El omega solo giró los ojos en fastidio y se levantó, ya arto de esperar, de sus silla.

My time ¡kooktae!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora