El invierno había llegado con una ferocidad inusual, cubriendo la ciudad con una capa de nieve que parecía infinita. Las temperaturas eran más frías de lo que Jisung podía recordar, como si el clima reflejara el estado de su corazón. Cada ráfaga de viento helado que azotaba su rostro le recordaba la ausencia de Minho, haciendo que el dolor de su pérdida fuera aún más palpable.
Jisung había intentado continuar con su vida, sumergiéndose en su rutina diaria y evitando los lugares que le recordaban demasiado a Minho. Pero la ausencia de su amado estaba en todas partes, en cada esquina de la ciudad, en cada sonrisa que no podía compartir, en cada momento de felicidad que se sentía incompleto sin él.
Un día, mientras caminaba sin rumbo por las calles cubiertas de nieve, Jisung se encontró de pie frente a la entrada del parque que conducía al lago congelado, el lugar donde él y Minho habían pasado uno de sus días más felices juntos. Dudó por un momento, el dolor en su pecho intensificándose, pero algo lo impulsó a entrar.
El camino hacia el lago estaba cubierto de nieve, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior. A medida que avanzaba, los recuerdos de aquel día especial con Minho inundaban su mente: las risas, las caídas torpes sobre el hielo, la calidez de sus manos entrelazadas a pesar del frío.
Finalmente, llegó al lago. La superficie estaba completamente congelada, un vasto y silencioso desierto blanco. Jisung se acercó lentamente, sus pasos resonando en la quietud del invierno. Se sentó en el borde del hielo, abrazando sus rodillas mientras el frío penetraba a través de su abrigo.
Miró la vasta extensión del lago congelado, y el vacío en su corazón se sintió aún más grande. Sin Minho, todo parecía gris y sin vida. Los recuerdos eran lo único que tenía, pero no podían reemplazar la presencia cálida y viva de Minho.
-Te extraño tanto, Minho... -susurró, su voz apenas un susurro en el viento helado. Las lágrimas comenzaron a caer, congelándose casi al instante en sus mejillas.
Se quedó allí, sentado en el hielo, dejando que el frío lo envolviera. El dolor era abrumador, una constante presencia que no podía sacudir. Había perdido a la persona que amaba más que a nada en el mundo, y ahora debía enfrentar el futuro sin él.
Jisung sacó la carta de Minho de su bolsillo, ya gastada por tantas lecturas. La sostuvo en sus manos temblorosas, las palabras de Minho dándole un consuelo tenue pero necesario. Leyó cada línea, dejando que el amor de Minho le diera la fuerza para seguir adelante.
Las lágrimas de Jisung cayeron sobre la carta, mezclándose con las palabras de Minho. Sabía que Minho no querría verlo tan destrozado, que desearía que siguiera adelante y encontrará la felicidad. Pero era tan difícil. La ausencia de Minho era un vacío que nada podía llenar.
El cielo se oscureció lentamente, el atardecer tiñendo el horizonte de un tono anaranjado pálido. Jisung levantó la vista, observando cómo la luz del día se desvanecía. Respiró profundamente, sintiendo el aire frío llenar sus pulmones.
-Prometo intentarlo, Minho -dijo suavemente, su voz firme a pesar de las lágrimas-. Prometo seguir adelante, vivir mi vida y encontrar la felicidad, por ti.
Se levantó lentamente, guardando la carta con cuidado. Mientras caminaba de regreso a la ciudad, sintió una pequeña chispa de determinación en su corazón. El invierno era implacable, pero sabía que Minho siempre estaría con él, en sus recuerdos, en su amor. Aunque el camino adelante sería difícil, llevaría a Minho en su corazón, encontrando fuerza en el amor que compartieron.
El invierno más frío de su vida no podría borrar el calor del amor de Minho. Y con esa fuerza, Jisung enfrentaría cada día, honrando la memoria de su amado y buscando la felicidad que Minho siempre quiso para él.
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