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Mikaela Hyakuya no tenía ninguna intención de volverla a morder por ahora. Después de haber estado con ella en su forma de kitsune por varias semanas, se había acostumbrado al intoxicante aroma que provenía de su familiar. Entendía que el sabor de su sangre era único y debía de poseer autocontrol, o la terminaría lastimando como la última vez. Lo que menos deseaba era caer tan bajo. Pero eso no quería decir que no la fuera a asustar un poco para darle una lección.

Una sonrisa seductora se impregnó en su rostro cuando ella intentó invocar un poco de magia, pero de su pequeña palma no salía ni una chispita de fuego.

___________ retrocedió con cautela al notar que no funcionaría, pero no había por donde escapar. Su amo la tenía acorralada entre el dispensador de lácteos y la pared. Por un momento, al vampiro le gustó esa expresión de temor ¿Qué sucedería si la asustase un poco más? ¿Debería removerle las vendas del cuello rudamente?

—¿Tienes miedo? —preguntó en un tono de burla que exasperó a su familiar. Sus orejas se colocaron en posición de alerta y su cola se batió de un lado a otro con los pelos parados.

—¡Claro que no! ¡Deja de molestarme, Mika! —exclamó levemente avergonzada al recordar lo de aquella noche. La kitsune lo empujó con todas sus fuerzas, pero el pecho de su amo era tan duro que él no retrocedió ni un paso—. Si no me vas a tomar en serio, yo voy a—...

—¿Qué harás?

—Regresaré a Sanguinem. Esta orden se la dieron a los vampiros. Yo no trabajo para vampiros. Mucho menos para los humanos. Prefiero volver y seguir preguntando por los niños que cuidaba —admitió irritada al apoyarse sobre la fría pared del supermercado.

Mikaela se sorprendió un poco ante la respuesta y sacudió la cabeza de lado a lado.

—Tú sabes perfectamente que no te puedes alejar de mí por más que quisieses. No si yo lo permitiese. Además, ¿qué te hace pensar que los vampiros te dejarán llevártelos como si estuviesen en un parque de diversiones? ¿Crees que andarás libremente por ahí cuando Crowley y los demás te ven como un arma? ¿O es que eres tan estúpida que no te has dado cuenta? —siseó su amo, comenzándose a enojar ante la terquedad de __________. Por más que la considere una buena criatura, sin poderes, no tiene la posibilidad de sobrevivir. Mientras tanto, ella se mordía el labio de frustración—. Claramente, eres tan inmadura que ni tienes la minina idea de dónde ir si es que lograses liberarlos ¿Volverías al templo? Te encontrarían ahí ¿Irías donde los humanos? Los terminarían usando como experimentos.

La kitsune agachó la cabeza.

Mikaela tenía razón.

En caso de que los críos se encuentren en las profundidades de Sanguinem, siendo utilizados como ganados, ¿a dónde irían? Una vez libres, ¿qué posibilidades tenían de subsistir en este mundo completamente destruido? En especial si ella no tenía magia alguna y su existencia estaba a punto de ser reducida a la de una mera e inservible humana. Ella tenía una gran boca al igual que grandes deseos de reconstruir todo a su alrededor. Volver a su vida normal en donde era feliz, pero la realidad era ésta: los vampiros y los humanos no la dejarían a menos que llegasen a un acuerdo.

O eliminase a ambos.

—¿Y bien? Contéstame —demandó con una voz casi paternal.

Ella gruñó y levantó la vista para darle una respuesta.

De repente, uno de los grandes estantes de metal de la entrada rechinó al ser empujado por una fuerza desconocida, para luego caer sobre uno de los frigoríficos con puertas de vidrio, quebrándolas. Grandes trozos de cristal cayeron al suelo junto con botellas de bebidas alcohólicas y gaseosas expiradas. Todo tipo de líquido quedó vertido en la superficie de porcelanato.

¿Quién se comió a los vampiros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora