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La figura de un joven de veinte años atravesó todo el comedor principal para poder tomar asiento junto con una persona muy especial para él. Los ojos rojos de un vampiro lo recibieron.

Una cálida sonrisa se esbozó en el rostro de Hisoka, mostrando sus colmillos, adquiridos hace un par de meses atrás. Le encantaba el traje verde menta que tenía puesto su familiar.

—¿Cómo se encuentra? ¿Hay mejoras? —le preguntó al volverse a su copa de sangre. Su compañero tildó la cabeza para un lado, y con una expresión neutra, asintió—. ¿Qué hay de su brazo?

—Le agregué un par de agujas en el codo y los tobillos. Dentro de poco podrá volver a caminar —murmuró al clavar su tenedor sobre un filete de cerdo. El muchacho tomó uno de los tantos cuchillos de plata y lo cortó en pedacitos—. ¿Qué sucede?

—Nada. Wolfram me pidió que te obligue a llevar un uniforme, pero me parece una pérdida de tiempo cuando te ves tan bien con eso —replicó al darle otro sorbo a su merienda. El asesino parpadeó un par de veces e ignoró las miradas del segundo progenitor de Japón.

De repente, Hisoka deslizó sus dedos entre su largo cabello negro y lo haló para que su familiar se acercase más a él. Llevó las puntas sedosas a sus labios y aprovechó ese momento para intentar darle un rápido beso. El pelinegro presionó una de sus agujas contra el cuello descubierto de su amo.

—¿Por qué tan desafiante, Illumi? —rió entre dientes sin soltarle.

—Te mataré. Aquí mismo. Ahora —musitó con una vacía expresión mientras terminaba de embutirse el último trozo de carne. Hisoka suspiró y decidió apartarse. Quería que su subordinado favorito se alimentase correctamente.

El mago se recostó sobre el gran respaldar de su silla azulina y barajeó sus cartas varias veces hasta que se aburrió. Supuso que podría armar una torre con ellas hasta que el amor de su vida terminase de comer la torta de fresa que mandó a preparar.

¡Qué más da! Nadie podía apresurar al nuevo gobernante de Sanguinem.

Hisoka todavía recordaba como si fuese ayer cuando todo el lío con Krul sucedió. Han pasado tantos meses desde lo ocurrido que todavía no puede creer que le pasaron la batuta a él en vez de Wolfram. Curiosamente, el tercer progenitor de Alemania no se vio molesto para nada. Al contrario, cuando se dio la noticia, el rubio aplaudió como una foca. Por otro lado, Krul seguía siendo la tercera progenitora, pero estaba en probación de un año. Si ella mejoraba su conducta, puede que se le entregue un territorio propio al pelirrojo y ella retome su poder como emperatriz.

—Sabes que me encanta verte comer, pero recuerda que tenemos que estar en la puerta en menos de treinta minutos, pequeño —le recordó a su amante. Illumi arqueó ambas cejas y tiró su servilleta de tela sobre la mesa.

—Tan solo eres más alto que yo por dos centímetros —comentó secamente al lamerse los labios por el dulce que se devoró. Hisoka se movió de hombros y llevó su índice cerca de la boca de éste. Con delicadeza, le removió la crema chantilly.

—Eso no importa en la cama, ¿o sí? —bufó al lamerse la yema del dedo.

Usualmente, Illumi no hace mueca alguna ante los coqueteos de su señor, pero dichas palabras de su amante hicieron que abra los ojos como dos platos blancos. Hisoka lo notó y le dio un beso en la mejilla.


Cinco aviones de batalla se encontraban estacionados en una sola fila. Su tamaño no se comparaba a la descomunal medida de la aeronave que acababa de hacer un vuelo internacional. Una escalera de metal fue llevada a la puerta del primer compartimiento, la cual se extendió hasta llegar a la entrada de éste.

¿Quién se comió a los vampiros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora