Capítulo II ⚔️

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Corro entre los árboles negros y salgo del bosque, pero las ramas de los árboles intentan retenerme y cogerme. Corro cada vez más rápido y me voy sacudiendo para quitármelas de encima, pero una me coge del tobillo y me caigo de boca al suelo. Las ramas me agarran de las muñecas y de los tobillos mientras me resisto y grito. Pero las ramas son más fuertes que yo y no puedo hacer nada contra ellas.

Me dejan en el aire, con las piernas extendidas a los lados igual que los brazos, ya que cuatro ramas me sujetan por una extremidad diferente. Mientras sigo gritando y forcejeando ante la sujeción de las ramas, un hombre aparece en mi vista y todo miedo y frustración desaparecen. Me lo quedo mirando, pero todo está demasiado oscuro para poder verle el rostro.

—Tienes que venir a mí, encuéntrame, búscame...

Me incorporo de golpe y jadeo con fuerza. Miro a mi alrededor para asegurarme de dónde estoy. En mis aposentos. Dejo salir un enorme suspiro, pero sigo jadeando. Me paso la mano por la frente sudada y luego la dejo caer.

Ha sido solo una pesadilla, solo una pesadilla, nada más.

Me levanto de la cama y me siento incómoda, ya que tengo todo el camisón pegado al cuerpo por el sudor, así que me encamino hacia el baño, para darme un remojo.


Cuando ya estoy lista y vestida con ropa limpia, salgo de mis aposentos y bajo las escaleras principales para salir al exterior.

No dejo de pensar en el sueño que he tenido esta noche. Nunca he soñado con algo así, no sé si ha sido una pesadilla o un sueño, pero al principio lo estaba pasando mal, pensaba que me estaba pasando de verdad, pero luego, cuando la voz de aquel hombre encapuchado me habló, perdí todos los nervios y todo el miedo que sentía. No entiendo el porqué, pero creo que ha sido por investigar tanto las criaturas mágicas que me han traumatizado. Así que lo voy a dejar pasar.

Me paso todo el día investigando sobre los trasgos. He descubierto que se van desplazando y no tienen una localización fija, eso es un inconveniente, porque si hoy están en Sombila, dentro de unas semanas pueden estar por aquí.

Lo hablo con mi madre y nos encargamos de reforzar las fronteras doblando el número de guardias en las fronteras de Hambia. Los barrancos de Cornir es donde empiezan los terrenos del castillo y allí es donde hemos apostado a los guardias, no solo allí, sino rodeando todos los terrenos del castillo.

—Yo creo que con todos los guardias y soldados que hemos mandado, las criaturas no podrán sobrepasar las fronteras —le digo a mi madre mientras camino hacia ella.

Mi madre está sentada en la silla enfrente de la mesa ovalada y alargada. Estamos en la sala de estrategias, donde están todos los mapas y libros sobre guerra, armas y estrategias de combate. La sala es enorme, con tapices dorados y morados en las paredes, el suelo cubierto con una alfombra morada de terciopelo con bordes dorados. En las paredes hay dos estanterías que llegan hasta el techo, repletas de libros viejos. Luego está la mesa, rodeada de unas cuantas sillas con cojines morados de terciopelo. Además, en las paredes enfrente de las grandes puertas de la sala, hay dos grandes ventanales, y en medio de ellos, unas puertas de cristal que dan al balcón.

—Sí, pienso igual —responde mi madre. Ella es muy estratégica y todo esto de negociar se le da genial. Por suerte, lo he heredado de ella. En cambio, mi padre era más de intuiciones y de dejarse llevar.

Mi madre se levanta de la silla y se me queda mirando con sus ojos grises que mi hermano ha heredado de ella.

—¿Qué? —pregunto sonriendo, algo incómoda.

—Nada —responde sonriéndome y cogiéndome de las manos—. Todavía no me creo que seas mi hija.

—Pues lo soy, mamá —respondo.

Sed de sangre y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora