—Tienes que encontrarme. Será la solución a todos los problemas, tienes que venir...
Cuando abro los ojos, el agua los inunda. No puedo respirar. Agito las manos con fuerza y una mano me coge por el pelo y me saca del agua. Cuando ya estoy fuera, cojo aire muy bruscamente por la boca y respiro exageradamente. Mi pecho sube y baja demasiado rápido y tengo el maldito martilleo de los latidos de mi corazón en los oídos.
—Mi señora —dice una voz femenina y la miro. Es Briged. La ignoro y miro a mi alrededor. Estoy en el baño, metida en la bañera con el vestido puesto.
—¿Qué coño...? —Intento levantarme, pero mi pierna derecha protesta y grito de dolor y me obligo a volver a sentarme.
—Tenemos que curarle, milady. —Dice la mujer y me señala que me desnude. Lo hago y mientras me baño, ella me cose la pierna. La herida va desde la parte de arriba de mi muslo hasta bien abajo de mi rodilla. Aprieto bien fuerte mis puños cada vez que la aguja penetra en mi piel acompañada del hilo. Cierro los ojos para impedir que las lágrimas salgan, pero se las apañan para salir igualmente.
~~~~~~~~
Sentada en una de las sillas de la sala de estrategias, miro a mi madre dar vueltas. Los volantes de las capas de su vestido morado con los bordes bordados con hilo dorado se mecen por cada zancada que da y puedo ver sus tacones dorados.
—Mamá... —Empiezo a decir, pero me lanza una mirada acusadora y cierro la boca.
De repente, se para y se me queda mirando.
—¿Por qué hiciste eso? —Pregunta cruzándose de brazos. No puedo interpretar su tono, tampoco su rostro.
—Porque Marlón se había escapado. —Contesto entre dientes.
—Te recuerdo que tu hermano tiene guardias a su disposición y que lo cuidan todos los minutos del día.
Este tema me está empezando a cabrear, es como si a mi madre le diera igual mi hermano. Ella sabe que entra en el bosque Sombrío, ella sabe que nadie puede entrar por las horribles criaturas que acechan por ahí, y ella le deja entrar, así sin más. No lo entiendo.
—Te recuerdo que ese bosque está maldito y dejar entrar ahí a un niño de cuatro años es igual que enviarlo al infierno. —Contesto levantándome de la silla y mis faldas rosadas y limpias me acompañan en el movimiento.
—No me levantes el tono, Melany. —Me advierte mi madre.
—No he levantado el tono. —Protesto subiendo el tono de voz.
Nos quedamos ahí, matándonos con la mirada.
—No te entiendo, papá puso ese cartel en la entrada del bosque para advertir de que es peligroso.
—Para advertir, no para impedir, nada más.
La miro incrédula y niego con la cabeza. Doy un paso al frente.
—¿Pero a ti qué te pasa? —Pregunto sin entender nada.
—Estoy perfectamente, te lo aseguro. —Responde.
—¿Ah, sí? —La vacilo—. Pues a mí me parece que no.
—Lo que hago con mi hijo no es asunto tuyo, caso cerrado. —Se da la vuelta para dirigirse al balcón.
—Lo que hagas con mi hermano sí es asunto mío, abro el caso. —Digo caminando furiosa hasta ella. Bordeo la mesa central ovalada alargada y la cojo del brazo—. Tu hijo —lo pronuncio con énfasis—, casi muere, si no fuera por aquel hombre...
Mi madre se da la vuelta y me mira con los ojos abiertos como platos.
—¿Qué hombre? —Pregunta y traga saliva.
—Ah, ahora sí que te interesa tu hijo, ¿no? —La encaro—. Pues mira, qué pena que a mí ya no me da la gana de hablar del tema.
Aprieto los labios y hago un gesto con la cabeza y me salgo de la sala.
Llevo todo el día fuera del castillo, deambulando por los terrenos del castillo. Y no paro de pensar en el jinete de esta mañana. No le he podido ver la cara, pero su voz ronca y seductora parecía ser de un chico de veintipocos años. No me lo puedo quitar de la cabeza.
Cuando la noche cae por fin, los búhos es lo único que se escucha, junto con los grillos. Amo estos sonidos y con la brisa nocturna, es lo mejor del mundo.
Pero de repente, no puedo despegar los pies del suelo. Miro mis pies y puedo ver que están normales, pero no puedo moverlos. Me empiezan a sudar las manos y el corazón se me empieza a acelerar. Sigo intentando moverme, pero los pies no se despegan del suelo. Hago lo posible, pero es absurdo, no puedo. Cuando estoy a punto de gritar, una mano me tapa la boca y yo grito, muerdo y chupo la mano enguantada de la persona que me agarra.
—No vayas a gritar más, mi pequeña princesita. —Me quedo helada, esa voz es de...
La persona me suelta y me giro, solo hasta la cadera, porque los pies y las piernas no puedo. Y en efecto, me encuentro con mi padre.
—¿Papá? —Pregunto, y mis ojos se convierten en un mar de lágrimas.
—Shh —se pone un dedo en los labios—. Tienes que venir, encuéntrame...
—¡Papá! —Exclamo y cuando por fin puedo mover los pies y las piernas corro hacia él para abrazarlo, pero este se esfuma como el humo. ¿Qué coño? Las lágrimas se desbordan por mis mejillas. ¿Me lo he imaginado? ¿Ha sido un sueño? No lo creo, porque cuando miro al suelo, puedo ver un mapa y un pergamino enrollado y sujeto con una cuerda. Me agacho para recogerlos y observo el mapa. Es el mapa de Lyren, pero hay una isla agregada que no hay en los mapas normales. Es una isla bastante grande, está por el océano Wale Warmanlie. Desenrollo el pergamino y leo la única frase que hay escrita:
«Encuéntrame, búscame, pero tranquila, mi princesita, no estarás sola».
No me lo pienso.
ESTÁS LEYENDO
Sed de sangre y venganza
FantasiMelany, la princesa de Lyren perdio a su padre por una guerra entre los humanos y las criaturas malignas que abundan en el reino de Lyren. La chica, con sed de venganza investiga a todas las criaturas del reino, con esperanza de encontrar algun punt...