Capítulo III ⚔️

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Ayer por la mañana hablé con mi madre respecto al secreto que me contó mi hermano. Ella me ha explicado que ahora va con Jax y que no me tengo que preocupar, que las fronteras están reforzadas con soldados y guardias y que no pasa nada. Pero yo no me puedo quitar esa incomodidad y esa inseguridad de que Marlón vaya por ahí solo con un guardia.

Anoche, por suerte, no soñé con nada raro ni fuera de lugar, así que sigo con mi objetivo de seguir investigando.


Las noches van pasando y las pesadillas van apareciendo una tras otra sin cesar. Mis inseguridades van aumentando igual que mis miedos. Paso todo el día con mi hermano y mi madre cree que me estoy volviendo loca. Yo también lo pienso.

—¿Podemos ir al bosque? —pregunta mi hermano mientras caminamos por los terrenos del castillo con seis guardias detrás nuestro.

Miro a mi hermano, como si le hubiera salido una segunda cabeza.

—No, ni hablar. Nunca más vas a volver allí —lo cojo fuerte de la mano, para que no se escape.

—¿Pero por qué? —se queja arrastrando las palabras.

—Porque no —no me digno ni a mirarlo.

Paseamos unos minutos más, hasta que Marlón suelta mi mano y sale corriendo.

—¡MARLÓN! —grito y salgo corriendo detrás de él.

Va en dirección al bosque.

Mierda, mierda, mierda.

No me fijo si los guardias vienen detrás mío, pero es lo más seguro, pero no me digno en mirar atrás y sigo con la mirada a mi hermano mientras corro detrás de él. Es estúpido, es un niño estúpido.

Paro en seco cuando mi hermano se adentra en el bosque Sombrío. ¿Es que el nombre del puto bosque no le dice nada sobre él? No hay que ser muy listo.

Escucho como los guardias se paran detrás mío.

El corazón empieza a galopar en mi pecho, golpeándome las costillas. Jadeo y miro la entrada del bosque, donde hay un cartel con letras rojas que pone: No entrar. Fue mi mismísimo padre quien escribió y colgó el cartel ahí ¿y mi madre deja entrar a mi hermano? Esto es increíble.

—Milady —dice un guardia detrás mío—. ¿Entramos?

Lo miro.

—No, nos quedamos aquí a tomarnos un vino —vacilo y pongo los ojos en blanco—. ¡Pues claro que entramos!

Vuelvo a mirar la entrada del bosque y cuando doy un paso hacia ella, las manos me empiezan a sudar y lo único que escucho son los latidos de mi propio corazón.

Vamos, Melany. Vamos.

Entro.

Camino rodeada por mis guardias que tienen las espadas desenvainadas y dos de ellos llevan los arcos encima, con una flecha en la tensa cuerda, preparados para disparar en caso de emergencia.

El bosque está oscuro a pesar de ser de día. Son las ramas de los enormes árboles quemados que tapan el cielo e impiden que la luz solar penetre en el bosque. No hay hierba, dudo que el suelo sea tierra, apostaría una moneda de oro a que el suelo está cubierto de ceniza.

No puedo parar de mirar a todos lados, no sé dónde coño está mi hermano.

El aire está podrido y es como si no hubiera vida pura en el aire, me cuesta respirar, pero no sé si es por los nervios o por el aire que no circula demasiado.

Esto no me gusta.

Un grito.

Me paro en seco y los guardias también, empiezo a dar vueltas sobre mi misma y miro a todos lados.

—¡¿Marlón?! —lo llamo.

Otro grito.

No dudo. Desenvaino la espada de uno de los arqueros y me abro paso entre ellos corriendo.

—¡Milady! —me llama uno de los hombres armados, lo ignoro y corro en dirección de donde venía el grito.

—¡Marlón! —lo llamo sujetando la espada con las dos manos. Pesa demasiado—. ¡Marlón, si estás ahí, dame una señal!

Otro grito, pero este, más agudo. Acelero el paso, pero la espada es demasiado pesada, pero no me paro.

Las ramas de los árboles podridos me empiezan a intentar coger, pero me resisto. Mierda, es como en las pesadillas.

Mientras más corro, más ramas intentan cogerme, grito y resisto, pero el peso de la maldita arma no ayuda, así que caigo de boca al suelo encenizado y noto como el filo de la espada me atraviesa la pierna.

—¡Ahhhhh! —grito del dolor y aguanto las lágrimas. Los guardias en menos de un segundo están rodeándome, cortando las ramas con sus espadas y dagas. Los dos arqueros están atentos, a mi lado por si perciben algún movimiento fuera de lugar.

Me duele demasiado la pierna, es un dolor insoportable y me obligo a mí misma a mirarme la pierna. Tengo el vestido manchado de sangre y la mancha cada vez se va haciendo más y más grande. Gimo del dolor y un par de lágrimas consiguen huir de mis ojos.

De repente, unos cascos empiezan a sonar por encima del choque del acero con la madera podrida de los árboles enormes. Mientras lucho contra el dolor y las lágrimas, puedo ver como un caballo enorme y negro aparece de la nada, con un jinete... No, dos jinetes, uno más pequeño que el otro.

—¡Disparad! —exclama uno de mis guardias, y así hacen. Pero las flechas no dan en el blanco, porque el ágil jinete las esquiva y estas se clavan en árboles de detrás suyo.

—¡Alto! —exclama el jinete que parece ser más grande que el otro. Alza una mano, porque con la otra sujeta al ¿niño? No, ¿es Marlón?

—Marlón —lo llamo con la esperanza de que sea él, intento levantarme, pero mi pierna mala falla y grito del dolor.

—¿Marlón? —pregunta la voz masculina de antes—. ¿Así se llama el crío?

Yo asiento, llorando en silencio y mirando desde abajo toda la escena.

El jinete encapuchado se baja del caballo con mi hermano en brazos y lo deja en el suelo, el niño corre hasta mí hasta que puedo ver su rostro. Me abraza.

—Lo siento —se disculpa llorando—. No volveré a entrar aquí.

—Exacto —dice el jinete—. No volverás a entrar, nadie debería, es muy peligroso.

Empiezo a ver borroso y todo empieza a dar vueltas.

—¿Por qué estás aquí? —pregunta un guardia al jinete.

—Eso no es asunto tuyo —responde borde y veo cómo vuelve a montar a su enorme caballo—. Curen a la mujer, o se desangrará y morirá.

Son las últimas palabras que escucho, porque me sumerjo en un total silencio y en una negrura demasiado espesa y cegadora.

Sed de sangre y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora