Capítulo IX ⚔️

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El sol de la tarde alumbra la nieve blanca, haciéndola brillar con resplandor. El claro nevado, con algunos árboles desperdigados, cubiertos de nieve. Me he encontrado algunas huellas de animalillos y he visto algunos zorros de nieve que nos han visto y se han ido corriendo, asustados.

Cada vez que aspiro el aire gélido, cuando entra por mis pulmones, me los congela. Y cuando lo expiro, formo una pequeña nube de vaho. Tengo las manos como cubitos y no noto los dedos; tendría que haber pedido guantes.

De los ollares de Bryl también sale bastante vaho.

Reduzco el paso y andamos con tranquilidad. Cojo una de las alforjas y saco un trozo de pan y un plátano. Me los como con gusto. Suelto las riendas y dejo a Bryl que estire un poco el cuello, el pobre también estará cansado.

Un chillido resuena y giro sobre la montura, asustada, buscando alguna amenaza. Desenfundo la espada que le robé a Harlin. Miro a todos lados, pero no veo nada.

Otro chillido.

Cuando reconozco el grito, reprimo un escalofrío y la sangre se me hiela. Es un Gerbin. Taconeo los costados de Bryl y salimos disparados al galope.

Miro al cielo y a lo lejos puedo ver a un imponente Gerbin, blanco, observando todo lo que hay debajo suyo con sus ojos morados y enormes.

Esas criaturas pueden ser razonables, pero solo un corazón puro puede acercarse a ellos.

Otro chillido.

Vuelvo a mirar y está más cerca.

Como nos escupa su fuego azul, estamos jodidos. Mi misión habrá acabado aquí.

Escucho su fuerte aleteo y los árboles se van moviendo bruscamente por el fuerte viento que produce al batir las alas. Ese viento gélido me arranca un mechón y se me pone en la cara. Lo ignoro y me pongo en suspensión, galopando más rápido.

No me atrevo a mirar atrás, porque por el viento que siento, sé que está encima nuestro.

Otro chillido.

Noto cómo el viento se vuelve más fuerte y miro hacia arriba, el Gerbin pasa de largo.

Dejo salir un suspiro, pero ese alivio desaparece cuando el Gerbin aterriza a unos kilómetros de distancia nuestro.

El corazón se me para y Bryl frena tan bruscamente que casi salgo disparada de la silla, pero consigo mantenerme pegada a ella.

Miro aterrada al Gerbin que me observa con la cabeza inclinada y con sus ojos morados abiertos de par en par.

Noto cómo mi corazón va cada vez más rápido.

El Gerbin da un paso adelante y el corazón se me para cuando... ¿Espera, qué?

El Gerbin se ha inclinado ante mí, eso significa que soy... ¡Una persona de corazón puro! No, no puedo serlo, condené a Neo a la muerte, fue por mi culpa.

Otro aleteo más lento y más delicado empieza a resonar en el cielo. El Gerbin se pone en pie y observa el cielo. Este alza el vuelo y vuela por encima mío, para ponerse delante de mí. Giro a Bryl para ver qué está haciendo.

El corazón se me para al ver un maldito dragón blanco enorme. Los Gerbin y los dragones no se llevan bien. ¿Pero cómo puede ser que un dragón esté en las montañas nevadas? La verdad, no sé cuál es su localización específica, pero nunca me hubiera imaginado a un dragón en las montañas de Hakieya.

Mientras el dragón se va acercando, Bryl taconea la nieve con nerviosismo. Y yo me quedo boquiabierta, observando al hermoso y aterrador dragón que viene hacia aquí.

Sed de sangre y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora