La sensación de maravilla se disolvió rápidamente cuando nos adentramos más en el reino místico. Artemia nos guiaba con una seguridad que contrastaba con nuestra creciente incertidumbre. Los seres míticos que nos rodeaban nos observaban con una mezcla de curiosidad y recelo.
—Debemos encontrar a Pan —dijo Artemia, su voz firme y decidida—. Solo él puede guiarnos hacia el Corazón de la Flor Eterna.
—¿Y cómo planeas hacerlo? Digo es un dios muy astuto—preguntó Michael, su tono impregnado de una duda apenas disimulada.
—Pan no es fácil de encontrar, pero hay quienes conocen sus movimientos —respondió Artemia.
Caminamos entre los árboles antiguos, cuyas hojas susurraban secretos en lenguas olvidadas. La atmósfera era densa y cargada de magia, un recordatorio constante de que estábamos en un lugar fuera de lo común. Rhiannon aún lanzaba miradas nerviosas a los centauros y otros seres que se cruzaban en nuestro camino, mientras Michael parecía estar observando su alrededor, parecía gustarle el lugar.
De repente, un ruido sordo resonó a lo lejos. Artemia se detuvo en seco, levantando una mano para silenciar cualquier comentario.
—Es él —susurró—. Pan está cerca, puedo sentirlo.
Nos acercamos con cautela a un claro iluminado por una luz sobrenatural. En el centro, un hombre con patas de cabra y una corona de hojas descansaba sobre un lecho de musgo. Su mirada astuta y su sonrisa traviesa nos dieron la bienvenida.
—Bienvenidos, mortales —dijo Pan, su voz resonando con un eco profundo—. ¿Qué os trae a mi dominio?
Artemia avanzó con un paso, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.
—Gran Pan, hemos venido en busca del Corazón de la Flor Eterna. Necesitamos tu ayuda para encontrarlo y protegerlo de aquellos que desean usarlo para el mal.
Pan rió, un sonido que era a la vez encantador y perturbador.
—La Flor Eterna, siempre codiciada, siempre buscada. ¿Qué os hace pensar que sois dignos de encontrarla?
Tomé la palabra, sintiendo la necesidad de demostrar nuestra sinceridad, Michael me miró sorprendido por mi acción tan atrevida.
—No buscamos el poder para nosotros mismos. Queremos evitar que caiga en manos del Rey Cecily que solo busca dominar y destruir.
Pan nos miró fijamente, sus ojos escudriñando nuestras almas.
—Veamos si decís la verdad —dijo, alzando una mano.
Un viento mágico nos envolvió, y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en un campo de trigo dorado, igual al de las historias de Artemia.
—Este es el campo de Eleusis —susurró Artemia, con una mezcla de reverencia y asombro.
Pan apareció frente a nosotros, su semblante más serio.
—Para probar vuestra valía, debéis superar tres pruebas. Solo entonces podréis obtener la Flor Eterna. Os he de decir que no cualquier mortal ha de poder estar aquí, fuisteis elegidos por mí así que vuestra amabilidad tendréis que poner a prueba.
Nos miramos entre nosotros, asimilando la gravedad de la situación.
—¿Pruebas? —preguntó Rhiannon, su voz temblando ligeramente.
Pan sonrió, un destello de desafío en sus ojos.
—La primera prueba es de Corazón. Debéis demostrar vuestra bondad y desinterés.
Nos condujo a través del campo hasta un pequeño pueblo. Los habitantes parecían preocupados y abatidos.
—Ayudad a este pueblo. Ellos os dirán lo que necesitan. Solo entonces pasaréis la primera prueba.
ESTÁS LEYENDO
Los Dos Reinos ©
FantasyEn un escenario donde se combine la edad media/ mitología griega, con una chica rebelde, se podrían esperar diversas reacciones y situaciones complicadas. Para esa época, las normas sociales y las expectativas de comportamiento eran más estrictas y...