El sol estaba descendiendo sobre Azmar cuando Wendy y yo llegamos, agotadas por el largo viaje desde Creta. Aún sentía el peso de la derrota en mi espalda; los Pasos del Mensajero, la bendición que tanto habíamos buscado, nos habían sido arrebatados por el rey Cecily. Pero al divisar las torres del palacio, mi corazón se aceleró, llena de un anhelo profundo de estar en casa.
Cuando cruzamos las puertas, fui recibida por mis padres. Mi madre, Colette, se acercó primero, sus ojos brillaban de emoción.
—¡Rosetta! —exclamó con una sonrisa amplia, abrazándome fuerte—. Hija mía, cuánto te he extrañado. Eres tan fuerte y valiente...
La calidez de su abrazo me reconfortó, pero cuando vi a mi padre, el rey Daisy, acercarse con lágrimas en los ojos, no pude contener la marea de emociones que me embargó. Él, siempre tan firme, tan seguro de sus decisiones...
—Hija —comenzó, con la voz quebrada—, quiero pedirte perdón... —Sus manos temblaban mientras me sostenía los hombros—. Perdóname por haber creído que las mujeres no debían pelear, que no debían enfrentarse a las guerras... Pero desde que naciste, tú has cambiado esa mentalidad en mí... Me has enseñado lo equivocado que estaba.
Sentí un nudo en la garganta. Durante años, había luchado no solo en los campos de batalla, sino también contra los prejuicios de mi propio padre. Pero ahora, verlo reconocer su error era más de lo que alguna vez había imaginado. Lo abracé con todas mis fuerzas, sintiendo las lágrimas calientes en mis mejillas.
En ese instante, Rhiannon, mi hermano mellizo, apareció corriendo desde el salón.
—¡Rosetta! —gritó, lanzándose hacia mí con tanta fuerza que ambos caímos al suelo entre risas. Nos ayudamos a levantar, riendo como niños.
—Lamento no haber conseguido los Pasos del Mensajero —murmuré con tristeza, sintiendo el peso de mi fracaso.
Pero Rhiannon solo sonrió de manera traviesa.
—Bueno, hermanita, no te preocupes. Al menos no tendrás que enfrentarte a Medusa... ¡Ella sí que es hostil!
Antes de que pudiera responderle, la puerta del salón se abrió y aparecieron Artemia, Olivia y Oliver, cargando el Escudo de la Sabiduría. Corrí hacia ellos, sintiendo un torrente de alivio y gratitud.
—¡Lo consiguieron! —exclamé, abrazando a Artemia con fuerza—. Gracias, gracias por esto...
Artemia sonrió, devolviéndome el abrazo.
—Rosetta, tenía que devolverte el favor. Gracias a ti, mi madre se encuentra bien.
Nos reunimos en un abrazo colectivo, y por un instante, todo pareció estar bien en el mundo. Mi padre, recuperando su compostura, alzó la voz con alegría.
—¡Esta noche habrá un banquete! —anunció—. Todos pasarán la noche aquí, en celebración de que mi hija ha regresado con vida y que al menos una bendición divina está de nuestro lado.
En mi habitación, mientras me preparaba para el banquete, Olivia y Artemia bromeaban y reían a mi lado. Me sentía ligera por primera vez en semanas.
—Si supieras todo lo que pasó cuando fuimos por el escudo, te habrías reído mucho, Rosetta —admitió Olivia, riendo—. Medusa dijo sobre Rhiannon que nadie lo quería, ¡Como si ni una mosca se le parara encima!
Me reí imaginando la escena, pero mis pensamientos se desviaron.
—A pesar de todo lo que ha pasado con Michael y su padre —confesé—, sigo confiando en él... De alguna manera, sé que es difícil de creer, ya que ustedes no estuvieron allí, pero su mirada me hablaba.
Olivia me miró con una sonrisa pícara.
—¿Estás enamorada de él, Rosetta? Lo digo porque tus ojos se iluminan cuando hablas de él.
—No lo sé... —respondí, sintiendo un rubor en mis mejillas—. Todo ha sucedido tan rápido...
Artemia se unió a la conversación con un comentario despreocupado:
—Bueno, yo no sé qué se sentirá estar enamorada, debe de ser maravilloso. Lo único de lo que me he enamorado fue de un árbol... y ya estaba casado, ¡y con hijos!
Las tres estallamos en risas y, aún riendo, salimos al banquete. El salón estaba lleno de música y risas, de viejas amistades reencontrándose. Vi a Artemia y Wendy a un lado, vitoreándose mutuamente, mientras se intercambiaban miradas cómplices.
—Usted es muy hermosa —decía Wendy, intentando coquetear—. Me gustan mucho los bosques.
—Bueno, podría mostrarle mi bosque cuando desee —respondió Artemia, sonriendo—, y así podría conocer a mis hermanas y madre.
Sonreí ante esa imagen; era un rayo de luz en medio de tanta oscuridad. Wendy, después de todo lo que había pasado, merecía vivir su propia historia de amor.
Pero noté también la tensión entre Rhiannon y Oliver, sus miradas cruzándose con un desafío juguetón. Oliver me lanzó una mirada pícara que me hizo sentir incómoda, un cosquilleo en el estómago.
Rhiannon, sentado entre Oliver y Olivia, se inclinó hacia él.
—¿Por qué miras tanto a mi hermana, Oliver? —preguntó, alzando una ceja con fingida severidad—. Sé que es bonita, pero tampoco hay que exagerar.
Todos estallaron en carcajadas, y yo, aún ruborizada, me uní a las risas, sintiendo cómo la tensión se disipaba, al menos por un momento.
Cuando la risa comenzó a calmarse, me puse de pie y pedí la atención de todos. El murmullo cesó y todas las miradas se volvieron hacia mí. Mi corazón latía con fuerza, sabiendo que lo que iba a decir cambiaría todo.
—He tomado una decisión... —comencé, tratando de mantener la voz firme—. Voy a emprender un viaje hacia el Templo de los Dioses. Necesitamos su ayuda... Necesitamos su favor para salvar esta nación.
El silencio que siguió fue denso, cargado de emociones. Vi miedo, sorpresa, e incluso algunas miradas de admiración. Sentí la presión en mis hombros, pero también la certeza en mi corazón.
—No sé si volveré, pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras nuestro mundo se desmorona. Debo hacer esto... por todos nosotros.
Un murmullo nervioso recorrió la sala. Las caras de mis amigos y familiares mostraban una mezcla de preocupación y asombro. Sentí la determinación arder en mis venas. No había vuelta atrás.
ESTÁS LEYENDO
Los Dos Reinos ©
FantasyEn un escenario donde se combine la edad media/ mitología griega, con una chica rebelde, se podrían esperar diversas reacciones y situaciones complicadas. Para esa época, las normas sociales y las expectativas de comportamiento eran más estrictas y...