El Día Que Mas Llore

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Años atrás debuté como actor. Cuando me preguntaban cómo estaba, aguantaba la respiración y, con un nudo en la garganta, fingía una sonrisa plástica. Mi carácter y convicción se pusieron a prueba cuando decidiste sacrificar nuestro amor por tus demonios horas antes de mi función. Ninguna marca de maquillaje podría ayudar a cubrir este rostro pálido de un cuerpo al que acaban de destrozar el corazón y arrancar el alma.

Inhalo y exhalo. Luz, cámara, acción. Miro a mi alrededor, y por el rabillo del ojo logro verte en un asiento, viéndome hacer lo que mejor sé hacer, porque lo llevo haciendo desde los 10 años. Cuando llegaba a casa con ganas de llorar después de la escuela, tenía que pretender estar bien. Detrás del escenario, nadie me vio ni nadie me escuchó, pero empapé de lágrimas el piso de madera. Con la ansiedad en mis manos, tomé aire otra vez y entré una vez más a seguir con el espectáculo. Pero juro por Dios que esta vez, en frente de todos, de mi familia y amigos, fui más real que nunca. Mandé a la mierda la memoria emotiva porque, maldita sea, en pleno escenario no estaba actuando. El reflector me estaba apuntando. Las lágrimas que caían por mis mejillas no las fingí, eran reales, caían por ti. Porque puedo actuar como si todo estuviera bien, se me da bien, puedo hacer eso y mucho más con el corazón roto.

La máscara se fracturó y cayó a pedazos como mi agonizante corazón. El nudo en la garganta ahogaba los textos que intentaban escapar de mi boca como hombres recién salidos de la prisión. Sufrí tanto en ese instante. ¿Cómo pude continuar con el show cuando me caía a pedazos frente a todos? Y no lo notaron, ni siquiera tú después de la función.

Cuando el público se puso de pie a aplaudir, yo solo quería caer de rodillas y llorar por ti, por toda esa emoción, por todo ese santo dolor. Te veo parado ahí, sonriendo feliz por mí, y juro que ese día perdí la cabeza. Mi mente se partió en dos. ¿Cómo puedo estar feliz y triste al mismo tiempo?

La prueba más dura que jamás he podido vivir, y todo gracias a ti. Pero da igual, de todo eso aprendí. Igual... ¿me merecía todo eso? Tal vez era algo por lo que tenía que pasar. Cuando ya estamos a punto de decir adiós, casi me derrumbo frente a ti. Pero una vez más hago lo que mejor sé hacer. No lo supiste y tal vez nunca lo sepas, pero ese fue un día muy gris. Ese fue el día en el que más lloré por ti

Los Días Mas Grises (De Todos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora