▫️Capítulo 1▫️

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Dicen que después de un verano nunca nada vuelva a ser igual…

Que las cosas cambian…

Que nosotros no volvemos a ser los mismos…

Que en esos meses pueden cambiar los planes, los sueños, los sentimientos y que irremediablemente siempre hay que decir adiós… porque a veces aunque duela, eso es lo mejor…

Suly sabía mejor que nadie que eso era cierto, la vida a veces se tornaba injusta haciéndonos perder a las personas que màs queremos, pero sobre todo, a las que màs necesitamos, porque a veces se empeña en recordarnos que siempre que queremos algo, tenemos que decirle adiós. 

Las personas están de paso, unas llegan, otras se van, es imposible saber por cuanto tiempo las tendremos y desgraciadamente no siempre tenemos la oportunidad de decirles te quiero por última vez….

El clima oceánico de San Sebastián y esas calles estrechas y empedradas que caracterizan el antiguo casco, le abrían paso ese día a una tristeza infinita para una de sus habitantes, una que con el paso del tiempo había entendido que decir adiós muchas veces no significa que la próxima vaya a doler menos y que no es hasta que se va alguien de nuestras vidas que sabemos cuánto nos importó.

Ese día, al igual que cada año lloraba nuevamente una de las pérdidas que màs le habían afectado, la de la única persona que nunca la abandonó, que nunca la defraudó, y que jamás le mintió.

Don Esteban Duarte, el mejor ser humano que Suly conoció, un lector incansable, el que la cuidó y se comportó como ese padre que tanta falta le hizo siempre. Si a alguien pudiera atribuirle los pocos momentos de felicidad que tuvo serían a él, al que la enseñó a montar en bicicleta, a leer, el que la cuidó en esas noches en que lloraba en silencio o se enfermaba, el que le dio las mejores enseñanzas de vida preparándola para cuando ya no estuviera. Solo que las personas que nos rodean suelen prepararnos para manejar una casa, para sonreírle a la vida, para divertirnos con los amigos, para cuidar a las familias, ¿Pero quién nos prepara para dejar ir a la persona que nos enseñó todo eso? ¿Quién nos prepara para decir adiós, para no llorar, para no necesitar otros buenos días, para no necesitar que nos recuerden que se nos hace tarde para la escuela? ¿Quién nos prepara para tener que levantarnos y ver que estamos solos?

Porque a veces ni ocho años ni toda una vida son suficientes para entenderlo.    

— ¡Aquí otra vez! Como cada año… – Dijo una voz muy familiar mientras la sacaba de sus pensamientos.

— Puedo esconderme de todos menos de ti ¿no? – Dijo ella con una sonrisa triste.

Los amigos tienen muchas funciones, pero siempre he pensado que lo màs bonito es tener uno que sea tu espejo y tu sombra, el primero no miente, y la segunda no abandona.

Iván siempre había sido eso para ella, su mejor amigo desde los nueve años, pero era también el màs guapo del salón, y eso cualquiera que tuviera ojos podría notarlo. A Suly nunca le había sido indiferente que él era el tipo de chico perfecto, alto, inteligente, atento, siempre con una expresión alegre, con ese aire de niño bueno y a la vez de que sería capaz de hacer cualquier locura por los que quiere.  

— Digamos que… – Hace una pausa – no pienso dejarte en paz hasta que te aburras de mí…

— Entonces nunca lo harás, porque yo no pienso aburrirme de ti, y la verdad, creo que a tu novia no le gustaría mucho esa idea…

El ambiente se tornó extraño al mencionarla, como pasaba siempre que hablaban de ella, era como si algo se fuera quebrando poco a poco cada vez que lo hacían.

— Me haría muy feliz que volvieran a ser amigas como antes… – la miró con esa expresión de tristeza que solía ver màs seguido de lo que le gustaría, pasaba siempre que su novia se hacía presente en sus conversaciones.…

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