capitulo 1

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12 de junio de 1983 Barcelona

El cansancio pesaba en mis huesos como un lastre, una carga que arrastraba con cada paso que daba por las calles vacías de la ciudad. Suspiré, dejando que el vapor del aliento se desvaneciera en el aire frío de la noche, mientras me aferraba a la última reserva de energía que me quedaba. La quinta taza de café se elevaba ante mis labios, su aroma oscuro y amargo llenaban mis sentidos avivando la sombra de desesperación que se asentaba en mi alma.

En el espejo del café, mi reflejo me devolvía una imagen desgastada, una versión quebrantada de mí misma que parecía hundirse bajo el peso de mis propias preocupaciones.

El constante sonido metálico de las llaves sonaba frenéticamente en mis bolsillos, acompañando por golpeteo constante de mis zapatos contra el empedrado. Cada paso era un eco de urgencia, una carrera contra el tiempo que consumía mis horas.

La noche se cerraba a mí alrededor, como una cortina oscura que envolvía mis pensamientos. Mi única guía era la luz que se proyectaba al final del camino: El Hotel Occidente esperaba por mí; era mi destino final.

Conocía muy bien la rutina. Cada paso, cada gesto, formaban parte de un ritual cuidadosamente ensayado. Utilizaba la puerta trasera como estrategia para burlar a la moralidad y a los ojos curiosos que podrían juzgarme.

Esa entrada, oculta entre las sombras, ofrecía una salida discreta, un escape de las miradas escrutadoras y de los cuchicheos que podrían destruir reputaciones en un abrir y cerrar de ojos. Aunque, en el fondo, sabía que incluso los guardianes de la ley han caído alguna vez en la trampa de esta danza prohibida. Había visto a más de uno perderse en ese laberinto de tentaciones, atrapado entre el deber y el deseo. Sus rostros, una mezcla de culpa y placer, me recordaban constantemente el mundo en el que vivimos.

La puerta trasera estaba situada al final de un estrecho callejón, flanqueado por muros de ladrillo envejecidos por el tiempo. Las luces parpadeantes de los faroles apenas iluminaban el camino, proyectando sombras danzantes que parecían cobrar vida propia. Caminaba con sigilo, evitando el ruido de mis propios pasos sobre los adoquines irregulares.

Avanzaba por el pasillo estrecho, donde las paredes parecían cerrar el espacio a mí alrededor. A medida que me acercaba al final del corredor, las voces apagadas y la música amortiguada se hacían más perceptibles, como un susurro seductor llamándome hacia adelante. Sabía que al otro lado de la última puerta se encontraba un santuario para aquellos que, como yo, buscaban un respiro de la rigidez del día a día.

El salón estaba decorado con elegancia decadente. Las lámparas de araña colgaban del techo, sus cristales reflejando destellos dorados sobre los rostros de los presentes. Sofás de terciopelo y mesas de caoba oscura llenaban el espacio, ofreciendo rincones de intimidad y complicidad. La música suave, un jazz melancólico, llenaba el aire, acompañada por el murmullo de conversaciones en voz baja y risas contenidas. En el aire se podía percibir el aroma de perfume barato mezclado con humo del tabaco.

En medio de esta tormenta de emociones prohibidas, me movía como un fantasma, una sombra entre sombras, atrapada en un mundo del que no podía escapar. Mis pasos eran silenciosos, mis movimientos gráciles pero cautelosos, consciente de que cada gesto, cada palabra, era una pieza en el juego de engaños que jugábamos para sobrevivir.

Mientras caminaba hacia el vestíbulo, una voz familiar me saludó desde las sombras

—Esta será una noche diferente, Yummy

— ¿Diferente, dices? —respondí, alzando una ceja

—Sabes que no suelo equivocarme—respondió canela

LOS DUARTE :EL ORIGEN [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora