Capítulo 30

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Mientras me acercaba a la majestuosa mansión de mi padre, una figura imponente se recortaba en la entrada. Hermes, con una copa en mano, se erguía con una presencia imponente, su figura destacando contra el fondo de la entrada iluminada por el resplandor de las lámparas. Sus ojos oscuros brillaban con una chispa traviesa mientras me observaba, una sonrisa burlona bailaba en sus labios, despertando una sensación incómoda en el fondo de mi estómago.

El viento susurraba entre los árboles centenarios que bordeaban la entrada, añadiendo una atmósfera de misterio a la escena. La mansión se alzaba ante mí como un testigo silencioso de siglos de historia familiar, sus muros de piedra y ventanas iluminadas proyectando una sensación de grandeza y poder que me dejaba sin aliento. Cada paso que daba hacia adelante resonaba en el aire tranquilo de la noche, marcando mi avance hacia el corazón de la familia Castillo.

—Te lo dije, Cucciola Ahora soy yo quien se ríe —se burló mientras se acercaba.

El saludo a Hermes se desvaneció en el aire mientras me giraba para enfrentar una nueva presencia. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando vi a los Duarte, una visión que me transportó instantáneamente a mi pasado, como si el tiempo se hubiera detenido en aquella mansión. Mis manos se volvieron frías, incapaces de creer lo que mis ojos estaban viendo después de tantos años.

Eran los Duarte, la familia con la que compartí tantos momentos de alegría y dolor. Las mismas caras que habían sido una fuente de tormento ahora se alzaban frente a mí, desencadenando una oleada de emociones encontradas que amenazaban con abrumarme. Apreté los puños con fuerza, luchando contra la marea de recuerdos que amenazaban con arrastrarme.

Decidida a no dejarme vencer por el pasado, me adentré en la mansión con determinación. Cada paso resonaba en el suelo de madera, marcando mi avance hacia el corazón de aquel lugar que una vez llamé hogar. Mi padre estaba sentado en el salón, su presencia imponente llenando la habitación con una aura de autoridad y poder.

—¿Acaso el estúpido de Hermes ha perdido la cabeza? —respondí

Con enojo apenas crucé la mirada con mi padre, dejando que la frustración y la ira se filtraran en mis palabras.

Mi padre intervino rápidamente, su tono tranquilo pero firme. —Laura, luego hablamos de eso.

Ignorando sus palabras, continué mi camino hacia mi habitación. Cada paso era un recordatorio de los años perdidos, de las heridas que aún no habían sanado por completo. Me quité las joyas con brusquedad y me deshice de los tacones, dejando que la frustración se apoderara de mí por completo. Me dejé caer en la cama, sintiendo el peso de los recuerdos y las emociones encontradas que surgían al ver a los Duarte de nuevo después de tanto tiempo. La presencia de esas caras que habían sido una fuente de tormento durante años ahora volvía a atormentarme, todo gracias a Hermes. Era un recordatorio doloroso de que el pasado nunca estaba realmente enterrado, siempre acechando en las sombras, esperando el momento adecuado para resurgir y reclamar su lugar en nuestras vidas.

Después de un largo baño que dejó mi mente en un estado de calma relativa, bajé las escaleras con la esperanza de encontrar algo que me alejara de las preocupaciones que me habían estado consumiendo. Mis pasos resonaban en el vacío de la casa mientras me dirigía hacia la cocina, un santuario de serenidad en medio del torbellino de emociones que me rodeaba.

Al entrar en la cocina, el aroma del café recién hecho flotaba en el aire, envolviéndome en una suave bruma de tranquilidad. Mis ojos recorrieron la cocina, buscando cualquier indicio de distracción, cualquier resquicio de paz en el caos de mis pensamientos. Pero lo que encontré fue algo completamente inesperado.

LOS DUARTE :EL ORIGEN [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora