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Dicen que el tiempo es capaz de sanar las heridas, sin embargo, algunas cicatrices permanecen como recordatorio de lo que hemos superado
Cinco años más tarde...
El viento gélido azotaba mi rostro con fuerza, haciendo que mis mejillas ardieran y mis ojos se entrecerraran contra su intensidad. Cerré la puerta del auto con un golpe sordo y me envolví más en mi abrigo, avanzando con determinación hacia las imponentes puertas del salón. Cada paso resonaba en la grava bajo mis pies, mientras una nube de humo de mi último cigarro se disipaba en el aire helado, fusionándose con la atmósfera de misterio y peligro que impregnaba la noche.
Las puertas de madera maciza se abrieron lentamente con un chirrido característico, como si estuvieran anunciando mi llegada al mundo oculto de la mafia. El salón se abrió ante mí como un escenario teatral, lleno de luces tenues y sombras danzantes. Las paredes estaban adornadas con tapices oscuros y pinturas misteriosas, mientras que el suelo de mármol reflejaba la luz de las lámparas colgantes con un brillo siniestro.
El salón estaba repleto de diversas figuras, cada una con su propia aura de poder y autoridad. La mayoría de ellos tenían la mirada aguda y el porte seguro de los mafiosos, con trajes elegantes y armas ocultas bajo la superficie pulida de sus chaquetas. El murmullo de conversaciones conspiratorias llenaba el aire, mezclándose con el tintineo de copas y el suave sonido de la música de fondo.
Me moví entre la multitud con cuidado, consciente de cada mirada furtiva y cada gesto cauteloso. La complicidad entre nosotros resonaba en el salón lleno de intrigas y secretos familiares, como una corriente subterránea que conectaba a todos los presentes.
Mi padre y mi hermano se encontraban al final del salón, observándome con expectación. Sus figuras imponentes destacaban entre la multitud, irradiando autoridad y determinación. Seguí avanzando hacia ellos, con la cabeza en alto y los hombros cuadrados, lista para enfrentar lo que fuera que el destino tuviera preparado para nosotros.
Hermes, como siempre, no perdió la oportunidad de molestar. — ¡Tan espontánea como siempre, llegas tarde, Cucciola! Cachorra.
Su voz resonó en el aire con una nota de burla. Levanté el dedo medio en su dirección con una sonrisa desafiante, acostumbrada a sus provocaciones y juegos de palabras.
Al acercarme, mi padre extendió sus brazos hacia mí, sujetando mis mejillas con ternura y pronunciando con voz suave:
—Hai fatto bene, piccola mia —Has hecho bien, mi pequeña
Mientras tanto, un escolta se movía con cuidado se acercó a mí con una toalla blanca en la mano extendida. Acepté el gesto con gratitud y utilicé la tela para limpiar mis manos .Caminé hacia Hermes con confianza, disfrutando del juego de complicidad que siempre había existido entre nosotros. Susurré con una sonrisa burlona.
—Recuerda que te voy ganando, Hermes—respondí
—El que ríe de último, ríe mejor, Cucciola —respondió con calma, su tono lleno de confianza.
—Sí, cuidado no te vayas a romper una uña— respondí
El gran salón estaba lleno de una tensión palpable, el aire pesado con el murmullo de apuestas y susurros de estrategia. Las grandes arañas de cristal colgaban del techo, arrojando un brillo inquietante sobre la multitud reunida. Las familias Francesco, Russo y las del Occidente se encontraban reunidas en una noche que prometía ser inolvidable. Pero esta no era una típica reunión de nuevas familias; era un combate clandestino, una lucha de honor donde las familias apostaban por sus hijos varones en una batalla feroz.
Hermes Castillo se encontraba en el centro del salón, sintiendo el peso de las miradas sobre él. Sus músculos estaban tensos, listos para la acción, mientras sus ojos recorrían a los contendientes que se enfrentaría. Los gritos de aliento y las apuestas resonaban en sus oídos, pero él solo podía concentrarse en una cosa: la honra de la familia Castillo estaba en juego.
Los representantes de cada familia ocuparon sus lugares en un círculo improvisado, marcado por cintas rojas y doradas en el suelo de mármol. Las luces se atenuaron, enfocando su resplandor en el centro del ring, donde Hermes y su oponente se prepararían para la batalla.
Francesco Junior, un joven de complexión robusta y mirada feroz, fue el primero en avanzar. Sus músculos relucían bajo las luces del salón, cada movimiento lleno de una confianza desbordante. Hermes sabía que este combate no sería fácil, pero había entrenado para este momento durante toda su vida. Los gritos de su familia, mezclados con los vítores y abucheos de las otras familias, creaban una cacofonía ensordecedora.
El maestro de ceremonias, un hombre anciano con una voz potente, se adelantó para presentar el combate.
—Damas y caballeros, bienvenidos a esta noche de honor y gloria. En esta esquina, representando a la familia Francesco, tenemos a Francesco Junior. Y en esta otra esquina, defendiendo la honra de la familia Castillo, tenemos a Hermes Castillo. Que comience el combate.
Hermes y Francesco Junior se miraron fijamente, la tensión entre ellos casi tangible. El maestro de ceremonias dio la señal y el salón quedó en un silencio expectante, roto solo por el sonido de los pies deslizándose sobre el mármol. Francesco Junior fue el primero en atacar, lanzándose con un puñetazo directo a la cara de Hermes. Este esquivó el golpe con agilidad, contraatacando con un gancho al costado de su oponente.
La multitud estalló en gritos de emoción mientras los dos jóvenes intercambiaban golpes. Cada impacto resonaba en el gran salón, un eco de carne contra carne y el gruñido de esfuerzo. Hermes sentía cada golpe que recibía, pero también la satisfacción de cada golpe que acertaba. Francesco Junior era fuerte, pero Hermes tenía velocidad y estrategia de su lado.
Un gancho de izquierda envió a Francesco Junior tambaleándose hacia atrás. Aprovechando el momento, Hermes avanzó con una serie de golpes rápidos, cada uno con la precisión de un cirujano. Mi padre vitoreaba, su voz elevándose por encima del bullicio. Pero Francesco Junior no estaba listo para rendirse. Con un rugido, se lanzó hacia adelante, agarrando a Hermes y llevándolo al suelo.
La lucha se volvió una pelea cuerpo a cuerpo en el suelo, cada uno tratando de dominar al otro. Hermes logró liberarse de la llave de Francesco Junior con un movimiento brusco, levantándose rápidamente y adoptando una postura defensiva. Su oponente estaba furioso, los ojos llenos de una mezcla de odio y determinación.
Hermes sintió una oleada de energía renovada. Sabía que no podía fallar a su familia. Sus movimientos se volvieron más precisos, cada golpe más contundente. Finalmente, en un movimiento fluido, Hermes lanzó una patada giratoria que impactó directamente en el rostro de Francesco Junior, enviándolo al suelo de espaldas. El silencio en el salón fue instantáneo, seguido por una explosión de aplausos y gritos cuando Francesco Junior no se levantó.
El maestro de ceremonias levantó la mano de Hermes en señal de victoria.
—El ganador, representando a la familia Castillo, es Hermes Castillo.
El gran salón estalló en vítores y aplausos, sus rostros llenos de orgullo y alivio. Hermes, jadeante y cubierto de sudor, sonrió a través de su agotamiento. Sabía que había defendido el honor de su familia, y en ese momento, sintió que todo el sacrificio y el dolor habían valido la pena.
Mientras las familias se dispersaban, murmurando sobre la increíble pelea que habían presenciado, Hermes se quedó en el centro del salón, mirando a su alrededor. Sabía que este era solo el comienzo. La verdadera batalla por el honor y la posición de la familia Castillo apenas comenzaba.
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LOS DUARTE :EL ORIGEN [Completa]
Teen FictionLaura nunca imaginó que un giro del destino la arrastraría al oscuro mundo de los Duarte, donde deseo y peligro se entrelazan. En un juego sin reglas, ella deberá enfrentarse a secretos profundos y pasiones prohibidas... ¿Será capaz de encontrar la...