Capítulo 16

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Cada día, los Duarte tenían más reuniones con tipos extraños en la mansión. Eran hombres y mujeres de aspecto reservado, siempre vestidos de manera impecable pero con miradas inquietantes. Sus conversaciones eran largas y, aunque a menudo se llevaban a cabo en voz baja, el eco de susurros conspirativos resonaba en los pasillos de la enorme casa.

Los visitantes llegaban a todas horas del día y de la noche, se encerraban en el despacho durante horas, discutiendo temas que parecían demasiado complejos incluso para mí.

El mal humor de ellos era notable no era raro escuchar el estruendo de puertas siendo cerradas de golpe.

Mientras cortaba lechuga en la tabla de picar. El sonido rítmico del corte sobre la madera era casi tranquilizador, una melodía simple en contraste con el caos que reinaba en otras partes de la casa.

En medio de mi concentración .Levanté la vista y allí, entre las sombras proyectadas por la luz tenue de la lámpara, apareció Leandro.

—En mis tiempos se saludaba primero ¿qué quieres Leandro? —respondí

Entonces, la pregunta que temía llegó, cruda y sin rodeos, haciendo que el calor se propagara por mis mejillas ante la acusación directa.

—Que tanto es cierto que te estas follando a mis hermanos—dijo, sin rodeos.

Sus palabras me dejaron sin aliento, por un momento, me sentí atrapada en su mirada penetrante, como un animal acorralado por un depredador. ¿Qué tanto sabía él realmente sobre mis encuentros con sus hermanos? ¿Y cómo podría yo explicar la verdad sin revelar demasiado?

—Que te lo digan tus propios hermanos— respondí, tratando de mantener la calma.

— Ellos no suelen contarme estas cosas— dijo con frustración.

— Si ellos no te cuentan nada, ¿qué te hace pensar que yo lo haré? —repliqué

Mientras me alejaba de Leandro, dejándolo solo con sus mil preguntas, caminé hacia la cocina donde encontré a Eva concentrada en preparar la cena. Sus manos se movían con destreza sobre los utensilios de cocina, pero su mirada estaba perdida en la distancia, como si estuviera sumida en sus propios pensamientos. Me acerqué a la ventana y tomé una de las manzanas de la mesa, mientras observaba por el cristal.

Desde mi posición, en una esquina del jardín, presencié una escena que capturó mi atención de inmediato. Unos increíbles autos estaban estacionados frente a la mansión, relucientes bajo la luz del sol poniente. Sin embargo, lo que realmente llamó mi atención sobre uno de los vehículos fue el adorno de capó: el león de Peugeot.

—¿Dónde he visto antes ese león?— susurré para mí misma, tratando de desenterrar algún recuerdo enterrado en lo más profundo de mi mente.

—¿Qué dijiste, Laura? — preguntó Eva.

—Estoy tratando de recordar algo— respondí, con la mirada fija en el automóvil que ahora parecía tener un significado oculto.

Desde la entrada de la mansión, vi cómo varios hombres salían, listos para partir. Su porte era imponente, su paso seguro y decidido, envueltos en trajes que hablaban de poder y autoridad. Un escalofrío me recorrió la espalda al reconocer a algunas de esas figuras: los Franchesco, una familia con la que mi padre mantenía una complicada relación.

Los Franchesco eran conocidos en el bajo mundo como hombres de negocios despiadados, dispuestos a hacer lo que fuera necesario para mantener su posición de poder. Sus rostros, endurecidos por años de intrigas y conspiraciones, no mostraban ninguna emoción mientras se adentraban en sus automóviles de lujo, pero su presencia era suficiente para hacer que la atmósfera se volviera tensa y cargada de electricidad.

LOS DUARTE :EL ORIGEN [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora