Cuarto Creciente III

82 6 0
                                    

Capítulo 7

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 7

La veía hablar y hablar. No dejaba de hacerlo, llevaba minutos solo hablando sin parar. Ni siquiera estaba escuchando lo que decía, solo miraba sus labios moverse con la cabeza en otro sitio.

Aún me martirizaban varias cosas y todas tenían que ver con los últimos sucesos. La lucha con esa salvaje bestia que aún me causaba pesadillas, el deseo que siento por la sirena de forma desmedida, el cortejo a lady Bridget, la negativa de su padre y la irritación causada por los mequetrefes que trataban de conquistar a Athalía.

Casi cuatro días han pasado desde que el duque aceptó el cortejo mediante una carta. Cuatro infernales días en que el castillo lo he tenido lleno de caballeros de la sociedad en busca de la peli roja.

—¿Me estás escuchado? —bufa con tinte molesto en la voz lady Bridget.

Enfoco sus ojos.

—Sí...

La veo blanquear los ojos.

—Entonces es verdad —musita con pesar ella.

Elevé una ceja con duda.

—¿Sobre qué?

—Madre dice que ni ahogándome lograría hacerme callar —explica torciendo los ojos.

Mis comisuras se elevaron.

—Puede que sí, quizás tiene razón —la pincho.

Ella abre la boca fingiendo molestia.

—¡Cómo se atreve mi lord!

Rio y ella lo hace también quedándonos en silencio luego.

Al cabo de unos segundos, ella vuelve a decir:

—Solamente odio los silencios —confiesa de forma sincera.

Asiento mirando el reloj de mi bolsillo.

—¿Tiene prisa? —pregunta.

—Oh no, solo miraba la hora...

—Si le aburro puede regresarse lord Thaddeus.

Paso saliva.

—Claro que no me aburres —replico.

—Hasta yo estoy aburrida, ¿quién no se aburría dentro de un salón tomando té y hablando sandeces?

Niego con una sonrisa en los labios.

—Espero con ansias que pueda cumplir lo prometido, ese era el trato —susurra cuando se acercó a mí.

Busco sus ojos y los encuentro llenos de emoción.

Últimamente debo cumplir muchos tratos con todos y eso me fastidia en demasía.

—¿Qué día preferís?

Ella parece pensarlo por un segundo.

—La primera noche de luna llena —dice y casi me atraganto con el té, pues justo había dado un sorbo a la taza.

La melodía de las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora